Desde Mar del Plata

El viento despeina cualquier certeza y las nubes conspiran. Los fundamentalistas de la playa –que van con buzo y en los ratos que asoma el sol hasta se animan a sumergirse en el mar– están tirados sobre la arena, tan estoicos y convencidos que despiertan la envidia del resto de los mortales con frío, que prefieren caminar por la rambla y refugiarse en el museo MAR, para aprovechar la última jornada de la tercera edición de La Noche de las Ideas (NDI), organizada por la Embajada de Francia en Argentina con el apoyo de la Fundación Medifé. Las cartas leídas construyen una historia coral en el auditorio del museo. Esteban Feune De Colombi, acompañado por Marc Caellas, anuncia que es un sábado especial para el grupo: ha muerto Máximo Ballesteros. Algunos parecen más golpeados que otros por la noticia. La potencia de la performance teatral, Juego de cartas, construida junto al público, es el trabajo con la composición. Cada carta leída propone explicar quién era el muerto y cómo murió. Pronto estalla la ambigüedad y las esquirlas de las interpretaciones. ¿Murió de muerte natural, se suicidó o lo mató Carmen? No hay certezas. Gloria dice que no cabe la menor duda de que se suicidó. Un (ex) amigo lo define como un “traidor al que se lo deberían haber comido los gusanos”. Luisa proclama que era “un perfecto sinvergüenza, incapaz de un buen sentimiento”. De pronto la performance explicita un interrogante cuya respuesta asume el estado de la vacilación: “¿Qué es conocer a alguien?”, pregunta Esteban. Carmen –la viuda– revela que sabía cada una de las relaciones que tuvo Máximo y subraya que ella tenía con él una relación “poliamorosa”.   

En el hall del museo MAR, Brian Chambouleyron toca la guitarra en “Abrazo de tango: una conversación profunda sin palabras”. Francesa Fedrizzi y Marina Tampini –intérpretes de la performance– apoyan sus manos en espejo y se desplazan hacia atrás y adelante, hacia la derecha y la izquierda, como si empezaran a mostrar de qué se trata el movimiento del cuerpo. La “milonga” abrazada toma color y le da calorcito a una tarde fresquita. Hay muchas personas emocionadas con “Arquitecturas provisorias”, una performance de Mariana Bellotto y Grupo Performático Sur (GPS), interpretada por Natacha Berezan, Nayla Manganiello y Camila Almeida. “Un cuerpo, una mujer. Cada 28 horas matan a una mujer”, grita Nayla. “En la basura es encontrado el cuerpo de Angeles”, dice Natacha y Camila la corrige: “No la encontraron muerta; la asesinaron”. Quizá no haya mejor escenario que la sala 3, en el primer piso, donde se exhibe  “Naturaleza muerta”, del colectivo DOMA, con piezas y objetos que reflexionan sobre los efectos del capitalismo avanzado, para escuchar la excepcional charla del director teatral Laurent Bazin, “Buscando nuevas maneras de ver a la luz de la Roma histórica”, que también estuvo presentado una obra de realidad virtual Les Falaises de V (Los Acantilados de V), donde cada espectador, recostado sobre una cama, asiste a una experiencia narrativa que mezcla la actuación con la realidad virtual. En la obra hay una crisis de escasez de órganos y a los presos con condenas largas les ofrecen la libertad a cambio de sus ojos. 

Bazin comenta que es muy difícil tener una mirada original de Roma, que fue cuatro veces al Coliseo para descubrir algo nuevo. “Roma sigue siendo el centro del mundo. Cuando veo las iglesias de Buenos Aires, vienen de Roma. Cuando paseo por Londres, siento a Roma. Todos estamos intoxicados por Roma. Finalmente encontré pequeños accidentes; la manera de organizar la mirada. Yo busco en mis espectáculos que la gente mire con mucha atención como mira un cuadro de Caravaggio”. En su obra de realidad virtual lo logra.

En el subsuelo de una iglesia en Roma, hay una historia que está contada con pequeñas marionetas, detrás de vidrios verdes; es la historia de una joven que fue apuñalada y ella perdonó al hombre que intentó violarla en su lecho de muerte. Esa historieta en marionetas “muy kitsch” le enseñó que aunque le encanta Roma le faltaba encontrar “el chicle que está pegado debajo de la mesa, como si la mirada estuviese controlada por Roma”. Bazin entusiasma al público con sus reflexiones: “El pasado puede impedirnos crear, pero más allá de que puede ser agobiante, finalmente es bueno conocerlo”. El director teatral francés cuenta que hizo un descubrimiento: “La realidad virtual no se inventó en el siglo XXI; los arquitectos romanos la inventaron al organizar el espacio visual de otra manera”. Bazin destaca la importancia de cómo se estructura la percepción. “Lo que buscamos en la realidad virtual es el vértigo. Cuando vi la obra de Bernini, un arquitecto y escultor barroco, tuve el sentimiento de que es una manera de jugar con la profundidad y con la luz que me inspira. Bernini crea desequilibrios para que no miremos solamente un lugar, sino de manera circular. El crea una atmósfera y eso es lo que hacemos con la realidad virtual”. Una aclaración se impone: Bazin se opone a la realidad virtual entendida como un juego de video y algo espectacular. “Yo quiero crear la intimidad del sentido. Si quedé enamorado de la realidad virtual, no es porque amo la tecnología, sino porque podía contar algo complejo de los humanos. Yo soy un contemplativo; la emoción literaria no murió”.

La historiadora Mélanie Traversier recomienda abrocharse el cinturón de seguridad, en el café literario, porque va a invitar al público a viajar al pasado –a la París de 1770– y al futuro a la vez –a la misma ciudad, pero en 2440– para comprender mejor nuestro presente. Un hombre de letras, luego de un debate filosófico con un inglés “cáustico”, se queda dormido y sueña que está en París, en el siglo XXV. Se trata de la novela L’An 2440, rêve s’il en fut jamais, de Louis-Sébastian Mercier. En las ruinas del Palacio de Versalles, un anciano le cuenta al autor cómo fue la caída del palacio. “Ojalá estas ruinas puedan ser una advertencia a los que abusan del poder”. El anciano llora; en 2440 no todo el mundo es feliz. “Yo soy ese Luis XIV que construyó este triste palacio –confiesa el anciano–; la justicia divina volvió a encender la antorcha de la vida para contemplar mi deplorable obra. ¡Qué frágiles son los monumentos del orgullo! Lloro y por siempre lloraré”.