Desde el Colectivo Federal de Trabajadores del Campo de la Salud Mental, repudiamos la editorial publicada hoy (Primero de Febrero de 2019) en el Diario La Nación.

Consideramos que la misma es un elogio y alegato por el abuso sexual infantil. A través de una operación de naturalización e idealización de una maternidad planteada como instintiva y sacrificial, construye una representación nefasta y peligrosa de niña, de madre y de feminidad:

Niña anulada por su destino natural de mujer (para el deseo del hombre).

Mujer que sabe serlo si se consagra a la maternidad, destino por excelencia de cualquier mujer, a cualquier costo, a cualquier precio.

Violaciones a niñas legitimadas y romantizadas en nombre de un ideal puro y elevado. La víctima se convierte en heroína, aceptando su destino y la violencia espantosa a la que se la ha sometido. Se purifica en el nombre de un hijo… ¿Por algo habrá sido?

Como trabajadoras de nuestro campo nos toca escuchar diariamente estos sufrimientos. No son números ni teorías, no son objetos, ni residuos, ni envases. Son niñas, adolescentes y mujeres, cada una con su biografía.

Las mujeres somos borradas como sujetos de Derechos. Todos los días. Nos impiden el derecho de ejercer la sexualidad y la maternidad de acuerdo a nuestros deseos. Y nos matan. En un contexto donde los femicidios se recrudecen dramáticamente en número y crueldad, esta Editorial no es en ningún modo un error ni un exceso. Es aquella conocida doble moral, que puede culpabilizar y denostar a las que se embarazan “por los planes sociales”, como enaltecer a los embarazos que resultan de una violación. Los usos políticos privilegian, hipócritamente, a qué dar visibilidad, y en este caso también legitiman y extienden la violencia perversa de una violación.

Es la actualización de una operación vigente, más o menos visible, más o menos descarnada, o sutil, de ejercicio del terror. Condenar, forzar, a cualquier mujer, peor aún, a cualquier niña a una maternidad no deseada (no existe embarazo en la infancia que no sea fruto de una violación, no existe en la infancia consentimiento) y su legitimación en el campo de las palabras y las representaciones sociales, es inaceptable. Es violencia de Estado. Los dueños del terror se han camuflado en pseudo defensores “pro-vida”. No es nuevo.

Nuestro absoluto repudio.

Ningún perdón.