El pasado se desliza más rápido que el futuro. Un time-lapse (cámara rápida) al revés que ha barrido con una indomable fuerza conquistadora. No hay región del mundo que haya escapado a su asalto. En buena parte de la esfera árabo-musulmana los fascismos teológicos renacieron. En Europa, la extrema derecha que se movía como una marioneta arrinconada se rehabilitó con la promesa de un futuro nacional y en América Latina los viejos y destructores antagonismos entre potencias enemigas renacieron a la sombra de la crisis venezolana y la irresponsabilidad e ineptitud de los dirigentes continentales para evitar que, otra vez, seamos el teatro de la confrontación entre los imperios y regresemos a ser muñequitos mal tratados por los caprichos de la Casa Blanca. Barack Obama nos ofreció un pantallazo hacia el pasado con el golpe de Estado que derrocó en Honduras al presidente Manuel Zelaya mediante una salsa de patrañas y traiciones. También sopló hacia el futuro con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba. Pero Donald Trump llegó uniformado con el traje de fiestas del Siglo XX. No hay nada más ajeno al Siglo XXI que ese señor tramoyero, evasor de impuestos e impulsivo. Es un espanto. Los operadores gringos que intervienen en Venezuela son desechos del pasado recuperados por el trumpismo. Un par sobran de muestra: Elliot Abrams (foto). Nombrado enviado especial para Venezuela, Abrams tiene un prontuario criminal de novela policial: formó parte de los gobiernos de Reagan y George W. Bush, está vinculado con golpes de Estado, injerencias e intervenciones militares. En 1991 fue condenado por el escándalo Irán-Contra, es decir, la venta de armas a Irán para financiar a la Contra, la guerrilla opuesta al régimen Sandinista de Nicaragua. En los años 80 del Siglo XX se distinguió por disimular la matanza de civiles perpetrada por el ejército de El Salvador.
Otra figura que ingresó al circuito de la Casa Blanca es John Bolton. El hoy el consejero de Seguridad Nacional fue un peón influyente de la invasión de Irak (2003) montada con la monumental mentira de que Irak fabricaba armas de destrucción masiva. Bolton inventó el término “la troika de la tiranía” para designar a Venezuela, Cuba y Nicaragua. Con ello reemplazó al “eje del mal” con el que el ex presidente George Bush designó a Irak, Irán y Corea del Norte. El mapa está trazado: Caracas es sólo una estación estival de la diversión de Washington. Le seguirán Cuba, Nicaragua y tal vez dudas Bolivia. El corazón de América Latina está amenazado por una versión restaurada de la devastación. La extravagante incongruencia de nuestros dirigentes latinoamericanos le abrió a los imperios coloniales el castillo de América para que legitimen sus fuerzas y usen nuestras tierras como teatro de su confrontación y sus ambiciones.
Europeos contra gringos, Occidente contra Rusia. Antes de la caída del muro de Berlín (1989) y durante más de medio siglo África, Medio Oriente y América Latina pagaron un tributo espantoso en el altar de la guerra entre el imperio rojo y Occidente. Guerras, invasiones, golpes de Estado, torturas, desapariciones, pobreza, subdesarrollo, corrupción y dictaduras fueron el legado de aquella confrontación. Con el comunismo institucional derrotado a finales de los 80, ese enfrentamiento se reencarnó en el Siglo XXI en Medio Oriente, en Rusia y en América Latina. Si quieren medir con estadísticas secas lo que aporta ese antagonismo ahí están como ejemplo de sangre y dolor el martirio de Siria, país donde el eje Estados Unidos y Europa enfrentados a Rusia y sus aliados regionales provocó una de las barbaries humanas más imborrables del Siglo XXI. Las provocaciones occidentales en Ucrania, su pretensión de pasar por encima del presidente ruso Vladimir Putin y el posterior respaldo de Occidente al campo “pro europeo” de la revuelta popular en Kiev (la revolución Naranja) desembocaron en otro desastre entre los que figuran la guerra en el Este de Ucrania (Guerra en el Donbáss) o la anexión de Crimea. Y ahora Putin, Trump y los europeos vinieron a jugar su partida de ajedrez en América Latina con la crisis venezolana como argumento. Hemos vuelto a ser el patio trasero de la confrontación mundial y ya sabemos lo que eso significa: la opción de los gringos nunca es la paz sino la guerra que mejor les convenga, nunca es la democracia sino el siervo dictador más servil. En cuanto a la Unión Europea, sus 28 países carecen de toda legitimidad para venir a reclamar democracia cuando ellos mismos continúan siendo el sostén de horrendas dictaduras en África o, peor aún, son los mercaderes de la muerte que dilapidan su “humanismo universalista” cuando venden armas a regímenes como el egipcio. ¿Qué legitimidad puede tener el presidente francés Emmanuel Macron para hablar de libertad y democracia cuando hace tan solo unos días estaba en una de las sedes centrales de la tortura y la violación de los derechos humanos, es decir, el Egipto del general Al-Sissi?. Macron fue a revalidar contratos armamentistas: entre 2014 y 2019 Egipto gastó con Francia 7 mil millones de euros. Antes de esta visita, Amnistía internacional y Human Rights Watch (HRW) interpelaron a las autoridades francesas a “dejar de pasar bajo silencio el balance catastrófico de Egipto en términos de derechos humanos a cambio de preservar sus intereses estratégicos, económicos y militares”. Emmanuel Macron se entrevistó en Egipto con cuatro defensores de los derechos humanos. Sin embargo, apenas se fue de El Cairo los cuatro fueron acusados legalmente de “ofensa al Estado egipcio, daño a la seguridad del Estado” y “amenaza a la seguridad nacional y a los intereses del país”. Lo más probable es que haya cuatro exiliados más acogidos en alguna de las capitales del Viejo mundo campeona en la venta de armas a las dictaduras.
¿ Y qué tiene que decir el presidente del gobierno Español, Pedro Sánchez, sobre Venezuela o cualquier otro lugar del mundo si, como Trump y todos los demás, persiguió vendiendo sus cañones y su escoria militar a Arabia Saudita después de que un comando saudí estrangulara y descuartizara en el Consulado de este país en Turquía al periodista saudí Jamal Khashoggi ?. Si nuestras derechas bancarias latinoamericanas fueran algo más que “vientres de alquiler” para el tío norteamericano hace rato que la crisis venezolana se hubiera resuelto. Un auténtico grupo de países facilitadores de una solución y no de propagadores del conflicto hubiese impedido hace rato que Occidente rearmara su ciclo latinoamericano.
La crisis ya no es la de la modernidad sino la del pasado. Debemos estar sintiendo una poderos nostalgia por el presente y el futuro. Como en los peores tiempos, por estrictas razones ideológicas, un puñado de países latinoamericanos importó la injerencia extranjera. Le reabrieron nuestra venas a una de las más tristes caricaturas de Occidente. Ahora brilla en el horizonte el “sol negro de la melancolía” por un futuro y un presente que el pasado ha devorado.