La villa Rodrigo Bueno está ubicada en unos de los terrenos más caros y codiciados de la ciudad de Buenos Aires. En cuatro manzanas de construcciones precarias conviven mil familias. Emplazada en la zona de Puerto Madero, uno de los terrenos más costosos de Latinoamérica, la villa limita con la ex Ciudad Deportiva de Boca Juniors, la Reserva Ecológica de la Ciudad de Buenos Aires y el Río de La Plata. Luis, un inmigrante peruano que llegó a fines de los ‘90, se convirtió en delegado barrial. Durante la crisis de 2001, se instaló en la Rodrigo Bueno y desde entonces encabezó la lucha por la urbanización. Luego de quince años de intentos de desalojo, vecinos, vecinas y cuatro delegados barriales, le torcieron el brazo al gobierno de la Ciudad y a una de las empresas constructoras más grande de la Argentina para ser reconocidos como un nuevo barrio de Buenos Aires.
El documental Ladrillos capitales, la disputa por la tierra en el corazón de la burbuja inmobiliaria, de Gustavo Laskier –que se estrenará mañana en el Gaumont–, registra, a lo largo de seis años, parte de todo el extenso proceso, a partir de las elecciones a delegados en 2012. Laskier solía pasar por el barrio con su bicicleta. “Hay una zona en Costanera Sur: la zona turística de la Fuente de las Nereidas hacia al norte. Y al sur se corta. Nadie llega porque cambia mucho la geografía: las calles están mucho más descuidadas, hay estacionamientos de camiones. Y está la villa ahí ubicada que, evidentemente, no convoca a la gente a cruzar esa frontera”, cuenta Laskier. En uno de sus pasos por la zona, descubrió que había una movida importante de pesca justo debajo de la usina eléctrica. “Las aguas que toma la usina para enfriar sus turbinas salen calientes, entonces convoca muchos peces y se pesca mucho ahí”. Laskier estaba con ganas de hacer un corto sobre ese tema. Comenzó a buscar gente del barrio que fuera a tirar la caña allí. “Finalmente, entré al barrio a través de unos amigos y terminé conociendo a Luis, que es el protagonista del documental. Y al final hice dos cortos: el de los pescadores y otro en el barrio que se llama El candidato, que salió en ese momento”, relata el cineasta. Pero en la villa estaban pasando cosas muy importantes en cuanto a la lucha para resistir los desalojos que se habían intentado. Y el proyecto de largometraje tomó sentido.
–El documental comienza siguiendo los pasos del delegado barrial, pero con el correr del tiempo se suman nuevos protagonistas. ¿Por qué lo pensó de esta manera?
–Me gusta hacer una película de un personaje, pero también que sea colectiva. En otros trabajos pasó al revés: Asamblea popular comienza con la asamblea de Colegiales, con varios protagonistas que aparecen y, de a poco, se va yendo hacia uno en particular. Ladrillos capitales va y viene: empieza con Luis y después se transforma en algo más colectivo, pero finalmente vuelve a Luis.
–¿La idea fue reflejar cómo un futuro megaemprendimiento inmobiliario moviliza a una comunidad?
–La idea es contar a un barrio en lucha por ser reconocido. Su historia es muy larga. Los primeros habitantes estaban en lo que hoy es la Reserva Ecológica, hasta mediados de los ‘80, cuando el gobierno de la Ciudad de ese momento decidió hacer la Reserva. Ahí había gente que cirujeaba, cartoneros que vivían en el río. Hay que pensar que Puerto Madero no existía en ese momento. Esa zona estaba semiabandonada. En ese momento, el gobierno les pidió a esos habitantes que se corrieran, y les dio los materiales y recursos para que se hicieran sus casas en lo que hoy es la cuarta manzana del barrio. Ahí empezó a generarse el barrio. De a poco, siguió llegando gente. La crisis de 2001 produjo que el barrio creciera muchísimo: era muy pequeño y hoy viven mil familias. Ellos hicieron un barrio de la nada, donde había escombros. Estaban las piedras de la AMIA. Era también un basural. Personas sin nada construyeron sus casas, bastante dignas, con materiales. La de ellos es la lucha por ser reconocidos, porque nunca fueron reconocidos por el gobierno de la Ciudad, siempre quisieron sacarlos de ahí. La película muestra la lucha y también muestra que al lado tienen el megaproyecto inmobiliario de IRSA.
–Cuando usted inició la filmación del documental, Mauricio Macri era jefe de Gobierno porteño. ¿Los objetivos en la zona siguen siendo los mismos con Horacio Rodríguez Larreta?
–No, cambió, claramente. Hay que decir que durante el gobierno de Mauricio Macri, la jueza Elena Liberatori falló a favor del barrio para la urbanización; es decir, mientras estaba Macri como jefe de gobierno y cuando Larreta era jefe de gabinete. Ellos apelaron la medida. Hicieron todo lo posible para sacar al barrio de todas las maneras judiciales o extorsivas. Hace un año y medio, dos años, hubo un cambio que se puede interpretar de varias maneras. Alguna interpretación es que para que esa zona pueda crecer y desarrollarse el proyecto de IRSA y algunos otros en diferentes lugares de la ciudad tienen que urbanizar, porque está claro que a esa gente no la van a sacar de ahí. Ya lo intentaron durante muchos años. Entonces, desde hace dos años esto cambió: llegaron al barrio con una propuesta de urbanización. Primero era muy inverosímil, nadie podía creer que esto fuera cierto, pero de a poco se fue dando todo un trabajo de negociación muy arduo y llevó a que hoy se esté construyendo el barrio. Al lado, se está construyendo un barrio de 600 viviendas.
–La suya no es una película de entrevistas sino que la cámara funciona como testigo de las discusiones y de la cotidianidad de los vecinos de la villa Rodrigo Bueno. ¿Trató de que el eje narrativo fueran las propias situaciones que se iban produciendo en el barrio?
–Sí, me gusta filmar situaciones, como procesos. Fue más a largo plazo de lo que pensaba porque la realidad es que yo estaba viendo de cerrar la película cuando surgió el proyecto de urbanización. Entonces, seguí dos años más filmando. Claramente, no podía parar de filmar. Igualmente, si bien la cámara no está a la vista, hay una intervención mía: la cámara está cerca siempre, me gusta provocar ciertas cosas. No es sólo una cámara que observa.
–¿Cree que el gobierno de la Ciudad está interesado en la urbanización de la villa o es una pantalla para poder montar el emprendimiento inmobiliario?
–Bueno, sin una cosa no se puede la otra. Los proyectos que IRSA presentó en la Legislatura porteña todos los años fueron rechazados, y siempre la discusión estaba en un barrio o el otro. Finalmente, en diciembre de 2017 se votó la ley que habilita la urbanización para la Rodrigo Bueno. El mismo día se iba a votar lo de IRSA, pero no consiguieron los votos. La película cuenta un poco cómo se cayó este proyecto de IRSA, pero también cómo van de la mano los dos proyectos, de una manera casi extorsiva muchas veces.