Desde Moscú
Hoy, Moscú comenzó a celebrar ayer conversaciones de paz que han generado controversia aún antes de que haber comenzado. Hay enojo por el “diálogo intra-afgano” de dos días, tanto de los talibanes, que asistirán, como de la administración marginada del presidente Ashraf Ghani.
Representantes del grupo islámico fundado en la resistencia antisoviética confirmaron que una delegación arribó a la tierra de su anterior enemigo. Se unen a varias docenas de prominentes figuras de la oposición, entre ellas el ex presidente Hamid Karzai y Hanif Atmar, que se postula contra Ghani en las elecciones presidenciales de este año.
El gobierno afgano rechazado ha reaccionado enojado ante la perspectiva de conversaciones, describiéndolos como un intento de “ganar poder” y “no en los intereses de Afganistán”. Los talibanes, por su parte, se han negado durante mucho tiempo a comprometerse con el gobierno de Ghani, calificándolo de “títere” de los Estados Unidos.
Las tensiones y las controversias podrían explicar por qué el Kremlin se está distanciando de un evento que conserva claramente sus huellas dactilares. Oficialmente, Rusia afirma que las conversaciones están siendo organizadas por un oscuro grupo de refugiados afganos llamado Consejo para la Comunidad Afgana, con sede en Moscú, y no bajo los auspicios del Ministerio de Relaciones Exteriores, el Kremlin o incluso una plataforma asociada.
Sin embargo, sería difícil que un evento de este tipo continúe sin el apoyo organizativo, de visas y de seguridad de las autoridades rusas. A los representantes talibanes les resultaría difícil pasar el control de pasaportes dado que su grupo sigue en la lista de organizaciones terroristas. Este detalle en particular se ha magnificado hasta el absurdo en los medios de comunicación rusos, que todavía están obligados a referirse al estado “prohibido” de los talibanes cuando informan sobre la invitación a Moscú.
El conflicto afgano liderado por Estados Unidos está ahora en su décimo octavo año. Durante mucho tiempo, Rusia no estaba dispuesta a involucrase. Pocos en Moscú se deleitaron ante la posibilidad de otra batalla prolongada en las montañas afganas; los recuerdos de la desastrosa campaña de la Unión Soviética en la década de 1980 aún están frescos en la mente. Pero en las etapas posteriores del conflicto, a medida que los talibanes fortalecían su posición y Estados Unidos debilitaba la suya, Rusia buscó recuperarse y cultivar una relación cercana con el grupo radical islámico.
Según varios informes, esa relación ahora tiene una dimensión militar. En 2017, el secretario de estado de Estados Unidos, Rex Tillerson, acusó abiertamente al Kremlin de armar a los talibanes mientras combatía a las tropas estadounidenses. En marzo siguiente, el general John Nicholson, jefe de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, repitió la declaración.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.