El temporal que azotó Río de Janeiro toda la noche del miércoles dejó al menos seis muertos, informó ayer el alcalde Marcelo Crivella, que decretó tres días de duelo en la ciudad declarada en “estado de crisis”. El balance oficial, que a la mañana era de cinco fallecidos, aumentó después de que los bomberos confirmaran el hallazgo de un segundo cuerpo de un autobús que fue arrastrado y parcialmente enterrado por un deslizamiento en la Avenida Niemeyer, que recorre buena parte de la costanera de Río y conecta los acaudalados barrios Leblon y Sao Conrado.
“Tenemos varias áreas de riesgo en nuestra ciudad. El suelo está encharcado, puede haber deslizamientos y (nuevas) caídas de árboles” si las lluvias continúan, dijo Crivella. “Le pido a la gente que no se quede en esos lugares”, agregó.
La alcaldía registró 170 árboles caídos, que en muchos casos bloquearon la circulación y provocaron cortes de luz. El jueves por la tarde, unos 80.000 abonados estaban sin energía eléctrica, según confirmó a la AFP la empresa Light, que provee estos servicios. La situación más crítica se concentraba en seis barrios, entre ellos en el acomodado Barra da Tijuca, donde Light no ha conseguido restablecer la energía debido a obstrucciones como árboles o inundaciones.
Una parte de la ciclovía con vistas al mar que se construyó para los Juegos Olímpicos de 2016 también fue destruida, sin dejar víctimas. Esa vía estaba ya en su mayor parte vedada por la ruptura de un trecho en abril de 2016.
Hace 24 años, el automóvil de Elayne quedó atrapado bajo un árbol en el mismo lugar que el ómnibus donde ahora murieron dos personas.
“Tendrían que cerrar la avenida Niemeyer cada vez que hay lluvias fuertes. Esto debería hacerse desde hace mucho tiempo, pero se va dejando... cuando alguien muere todos se conmueven. Es como el caso (del desastre minero) en Brumadinho: todos saben que va a ocurrir, pero nadie hace nada”, dijo indignada a la AFP esta mujer de 60 años.
Videos publicados en las redes sociales y reproducidos por TV Globo mostraron sillones flotando en el lobby del hotel Sheraton de Sao Conrado, completamente inundado, y una enorme filtración de agua en un hospital privado de Barra da Tijuca, encima de lo que parecía ser un paciente intubado en una unidad de terapia intensiva.
El Centro de Operaciones de Rio (COR) pidió a los cariocas “desplazarse solamente en caso de extrema necesidad”, advertir a las autoridades si aparecen “señales de rajaduras” en las viviendas y estar atentos “a las sirenas” que avisan de riesgo de deslizamientos.
La zona sur, la más turística, en la que se yuxtaponen las favelas ubicadas en las colinas y los lujosos barrios residenciales, fue una de las más castigadas.
En Rocinha, la favela más grande de la ciudad (con 70.000 habitantes, según datos oficiales), cayeron 153,2 milímetros de agua en cuatro horas, más de la mitad de la media histórica de febrero. Sirenas de emergencia alertaron a tiempo sobre el riesgo de deslizamientos y permitieron la evacuación de muchas personas, según la Defensa Civil.
En Copacabana soplaron vientos de hasta 110 km/hora, derribando varios árboles en la transitada avenida Nossa Senhora de Copacabana, paralela a la playa, indicó el COR.
Junto a la piedra de Arpoador, el joven surfista Isaac Oliveira relató cómo ayudó a una pareja de navegantes cuyo velero fue arrastrado por la tempestad y encalló en la arena.
“Estaban anclados, pero el mar estaba tan fuerte, que el ancla no aguantó el barco”, aseguró Oliveira.
Botafogo, Ipanema y Leblon también sufrieron con la caída de varios árboles, que provocaron cortes de energía eléctrica en varias regiones.
El “estado de crisis” decretado por la municipalidad es el tercero y más elevado de alerta sobre precipitaciones que pueden causar inundaciones o deslizamientos.
Rio vivió este año el enero más caluroso desde el inicio de los registros oficiales en 1922, con temperatura promedio de 37,4 grados Celsius.