Con varios papeles como secundario, César Bordón es conocido sobre todo como el repulsivo político de provincia que en Relatos salvajes recibe un castigo terminal en un restorán, a manos de la cocinera (Rita Cortese) y su asistenta (Julieta Zylberberg). Tranquilo, comprensivo y siempre al servicio de los demás, su papel de El tío parece pensado como opuesto exacto de aquél. Su hermano acaba de fallecer y su sentido de responsabilidad hace que Dalmiro asuma un rol sustituto, un poco como persona de confianza de su cuñada y otro poco haciéndose cargo de los chicos, que tienen unos 12 y 7 años. La clave menor es, como puede advertirse, la que juega Eugenia Sueiro, que tras buena cantidad de películas como directora de arte había debutado en 2012 con Nosotras sin mamá, que también trabajaba la intimidad familiar, con una propensión al absurdo y una teatralidad que ésta no tiene.
“Los personajes no se transforman”, protestarán los más atados a dogmas perimidos. ¿Quién dijo que los personajes de una película se tienen que transformar? Que terminen una película en el mismo punto en que la empezaron quiere decir algo también. Algo sobre ellos, algo sobre el contexto o ambas cosas. Eso, más allá de que Maky, la viuda, sufre una notoria transformación, y algunas cosas en la vida de Dalmiro también cambian. Los protagonistas de El tío (un título al que no le sobra pimienta) son gente de clase media baja, de barrio, y los aprietes económicos se hacen sentir, aunque no sean cosa de vida o muerte. Hay un legado que el hermano de Dalmiro dejó inconcluso: llevar a su hija Ema a Disney (¿por qué no a su hijo Lautaro? La película no se hace cargo de esta disparidad, y la pregunta queda sin respuesta).
El zeitgeist de la época pasa a través del dueño de la inmobiliaria donde trabaja Dalmiro, que le pide algo que no está dispuesto a aceptar, y cierta rapiña de clase media aflora en el amigo que le manoteó un encendedor al muerto, “como recuerdo”. Los incidentes de El tío son menores, porque la puesta en escena está más jugada a la verdad del actor y la escena que a la consecución de la peripecia, y en ese punto es lograda. La relación entre Dalmiro y su cuñada se mantiene toda la película dentro de la ambigüedad, César Bordón está magnífico en un estado de flotación que no permite saber demasiado sobre él, Dulce Wagner en el papel de Ema está divina y Valentino Barone Tomaselli como Lautaro mantiene un enojo para el cual tal vez tenga razones.