Tomar decisiones es lo más difícil del mundo. Entre otras cosas, porque el mismo acto de elección encierra un costado menos feliz: el descarte. Se trata de escoger una posibilidad entre múltiples y, además, hacerlo de manera acertada porque la sumatoria de elecciones adecuadas permite cumplir objetivos. Desde aquí, el ajedrez puede funcionar como un ejemplo utilísimo para el análisis. Durante una partida, los participantes realizan decenas de jugadas, mientras se bambolean por la cuerda floja que divide de manera inequívoca el acierto y el error. Un mal movimiento y toda la estrategia craneada,todos los planes tejidos con cálculo y las tácticas moldeadas con escrupuloso tacto pueden irse al demonio. En esta línea, un equipo de científicos utilizó al ajedrez como modelo de estudio con el objetivo de examinar de qué manera se modifica la fisiología humana en función de la calidad y las características de las decisiones que toman.
En este marco, nadie mejor que María Juliana Leone para realizar una investigación al respecto, porque además de ser licenciada en Biotecnología y doctora en Ciencias Básicas y Aplicadas (UNQ), es maestra internacional femenina de ajedrez. Como investigadora de Conicet, trabaja en el laboratorio de Cronobiología liderado por Diego Golombek, en la Universidad Nacional de Quilmes, y en el de Neurociencia conducido por Mariano Sigman, en la Universidad Torcuato Di Tella. Ambos referentes fueron partícipes del trabajo en el que también contribuyó Fernández Slezak, miembro del Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada del Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
–Además de ser doctora en Ciencias Básicas y Aplicadas, es maestra internacional femenina de ajedrez y practica desde pequeña. ¿Por qué? ¿Alguna tradición familiar?
–La realidad es que siempre me gustó. Comencé a jugar a los diez u once años. Mi padre nos enseñó a mi hermano y a mí, pero me sentí un poco más atrapada que él. Gané varios torneos provinciales (en Entre Ríos, sitio donde nació), nacionales (categoría sub 18 y sub 20), y fui subcampeona en el torneo panamericano sub 20, donde obtuve el título de maestra internacional femenina.
–¿Y qué le gusta del ajedrez?
–Es un juego de estrategia muy divertido. La posibilidad de pensar en un plan y llevarlo a cabo, con las dificultades que presenta el oponente. Pienso que se trata de una actividad muy estimulante en la que los participantes toman decisiones todo el tiempo y cada una de ellas es central. Es crucial, por ejemplo, que logren ser acertadas y al mismo tiempo se ejecuten con velocidad.
–¿Y usted cómo utilizaba el tiempo cuando competía en torneos?
–La realidad es que lo utilizaba bastante mal. Al ajedrez se juega con reloj y ello implica cumplir con los tiempos asignados dependiendo de las características de la competencia (pueden ser partidas rápidas, semi-rápidas, etc.). Pensaba demasiado las primeras jugadas, y luego quedaba “apurada por tiempo”, es decir, sin muchas posibilidades para las restantes. De modo que, desde siempre,logré comprender que no es nada trivial el tiempo destinado a tomar decisiones, aunque a veces se subestime.
–De ahí su interés por vincular ajedrez, ritmos biológicos y procesos de toma de decisiones.
–Exacto. Cuando culminé el doctorado, tras estudiar la relación entre el sistema inmunológico y los ritmos biológicos de los ratones, estuve un año sin encontrar un tema que me atrapara. Finalmente, decidí orientar mis investigaciones hacia neurociencia cognitiva. Observaba que existían múltiples artículos que utilizaban al ajedrez como modelo para estudiar los procesos de toma de decisiones.
–Si tuviera que resumir el trabajo que realizó, ¿qué me diría?
–En principio, que utilizamos una base de datos pública de una página de Internet en que las personas juegan al ajedrez. El objetivo fue analizar las partidas y evaluar cómo varía a lo largo del día, tanto la calidad de las decisiones de los participantes así como el tiempo en que las concretaron. En esta línea, uno de los requisitos fue que los individuos escogidos para el estudio jugaran en distintos momentos del día y que registraran un mínimo de 2 mil partidas rápidas (aquellas que duran 3 minutos). Entonces, los contactamos y les solicitamos algunos datos que necesitábamos.
–¿Qué datos?
–Por caso, era fundamental conocer la zona horaria en la que se encontraban, ya que jugaban personas de todo el mundo. Como la plataforma era de EE.UU. sólo teníamos ese horario a disposición. Y del mismo modo, les pedimos que completen un cuestionario de preferencias diarias para clasificar los individuos de acuerdo a sus cronotipos.
–¿Se refiere a si las personas están más activas durante la mañana (“alondras”) o bien durante la noche (“búhos”)?
–Sí. Utilizamos un cuestionario estandarizado para evaluar las preferencias horarias de las personas. De este modo, con una muestra total de 99 jugadores examinamos cómo variaba el tiempo utilizado para tomar una decisión (una jugada) y su calidad a lo largo del día. Además, evaluamos las variaciones diarias en la eficiencia del proceso utilizando el rating, es decir, el resultado obtenido en base a si ganaron o perdieron la partida. En este sentido, no es lo mismo ganarle a un oponente que es mejor o hacerlo con alguien peor. De modo que cada participante aumenta ese rating más o menos dependiendo de con quién juega. Nuestros resultados muestran que las personas juegan más lento pero realizan jugadas de mayor calidad a la mañana y lo inverso ocurre a la tarde (jugadas más rápidas, pero de menor calidad). Y el rating no varía a lo largo del día. Y también, observamos que las personas jugaban más a la tarde, pero que el instante horario de mayor actividad dependía de sus preferencias, esto es, que los matutinos comenzaban a jugar más temprano que los intermedios, y ellos más temprano que los nocturnos.
–Entonces, ¿quiénes toman decisiones más acertadas?
–Durante la mañana, el tiempo de respuesta es más largo y las decisiones más lentas, mientras que a la tarde las personas deciden más rápido. Todos los jugadores, independientemente de sus preferencias y cronotipos, respondieron a esta conclusión. Al mismo tiempo, a la mañana las decisiones son más acertadas y a la tarde cometen más errores.
–En síntesis, mientras que por la mañana los seres humanos deciden de modo más lento pero con mayor precisión, por la tarde, ese proceso se invierte y sus decisiones son más rápido pero menos acertadas. ¿Cómo puede ajustarse esta conclusión y aplicarse en otras áreas más allá del ajedrez?
–Sí, nuestra conclusión es que lo que se modifica no es la eficacia del proceso de toma de decisiones sino la política de elección.
–¿A qué se refiere?
–Quiero decir que, dependiendo de lo que esté en juego, es decir, aquello sobre lo que tendremos que elegir, podría ser conveniente decidir por la mañana o por la tarde. Ambas posibilidades tienen ventajas y desventajas. Por la mañana serán de mayor calidad, pero por la tarde resolverán más rápido.