“Venimos del infierno”. Presidente Néstor Kirchner, mensaje a la Asamblea Legislativa del 1º de marzo de 2006.
Lo que caracteriza al gobierno neoliberal de Cambiemos es el fracaso de su política económica. Como resultante de la contradicción entre maximizar ingresos individuales y de minorías, y la insensibilidad de conducir el proceso político en aras de lograr el bienestar de la población y grandeza del país.
Se trata de un antagonismo entre lo individual y lo colectivo que provoca deterioro social y político, generando que se expanda el hambre y privaciones que sufren amplios sectores, con consecuencias sociales imprevisibles.
Se diagnosticó que la inflación era fácil de eliminar y luego de tres años de gobierno, la misma superará el 100 por ciento. Oficialmente se repite que debe reducirse el déficit fiscal y en realidad se lo multiplicó, si incluimos -como corresponde-, el pago de intereses del enorme e inútil endeudamiento generado, lo que implica la imposibilidad del déficit cero.
Se ratifica permanentemente que se logrará crecimiento económico generador de “empleos de calidad” y en simultáneo se incrementan día a día los niveles de desempleo e informalidad laboral producto de la quiebra y deterioro de empresas, derivado de la apertura de las importaciones y la recesión. En 2018 la actividad económica registró valores negativos superiores al 2 por ciento, que a su vez anularán por arrastre todo crecimiento para 2019.
Sintetizando: estamos en presencia del escenario más negativo de toda política económica como es la estanflación -inflación y recesión- y, en simultáneo, el corte abrupto del financiamiento externo por exceso de endeudamiento y nula capacidad genuina de repago. Derivado de lo anterior se recurrió al FMI. Este último, como prestamista de última instancia, otorgó un préstamo de 50.000 millones de dólares de los cuales hicieron efectivos 15.000 millones en el marco de un acuerdo que duró apenas tres meses por incumplimientos del gobierno de objetivos predeterminados.
El estado de situación actual es de estanflación, endeudamiento impagable, caída diaria de reservas, inviabilidad de nuevos créditos y desconfianza en aumento por parte del denominado “mercado” (poder económico-financiero concentrado nacional e internacional), que presiona insensible sobre el tipo de cambio provocando devaluaciones sucesivas superiores al 50 por ciento en ocho meses.
En este marco de agonía sin retorno, surgen declaraciones de funcionarios norteamericanos de una supuesta dolarización, en sus variantes de renunciar a la moneda nacional y a la política monetaria, cerrar el Banco Central y adoptar el dólar como moneda de curso legal o la alternativa a lo anterior, o sea, la convertibilidad similar a lo que sufrimos desde 1991 a 2002 (el infierno), que implica un tipo de cambio fijo entre el peso y el dólar y además que el Banco Central deba mantener reservas en dólares equivalente al 100 por ciento de sus pasivos monetarios. Dentro de sus variantes, la dolarización significaría una huida hacia adelante. En el marco de una situación social, política y económica de deterioro irreversible, que nos arrastraría a la pérdida de soberanía monetaria y su consecuencia de resultar presa fácil de las recurrentes crisis internacionales que harían -incluso-, peligrar la integridad nacional.
La supuesta dolarización implicaría en todos los casos una mega devaluación e incremento del precio del dólar en porcentaje superior al 100 por ciento en relación al precio actual y por ende una nueva ola inflacionaria para licuar aún más el salario real, jubilaciones, con su secuela de hambre y muertes evitables.
Además requiere tener dólares suficientes -estamos lejos de disponer- para sostener no solo la base monetaria sino el marco más amplio como es el M2 incluyendo Lebac, Leliq, lo que implica necesariamente multiplicar aún más el actual endeudamiento, sin precedentes por su dimensión, a nivel mundial.
Por último, toda dolarización no es más que una contención momentánea de estanflación, que en el momento de implosión -como ocurrió en 2001- generará recesión, inflación y endeudamiento multiplicado por los supuestos nuevos préstamos que debería otorgar EE.UU. o el FMI.
Políticamente deben cumplirse los plazos constitucionales y en simultáneo tratar de evitar que se multipliquen los graves daños sociales al país que la política neoliberal ocasione. Pero nadie puede asegurar que en el tránsito de este singular stop and go que generalmente termina en stop and crash se generen graves conflictos sociales en dónde las víctimas terminarán siendo los sectores e individuos más vulnerables de la población. La oposición política y sindical debe conciliar proyectos mínimos de unidad ya mismo para contrarrestar esta peligrosa agonía irreversible que provoca deterioros sociales y nacionales sin precedentes en nuestra historia. Según Jean P.Sartre “la existencia es anterior a la conciencia”. La oposición debe razonar en iguales términos. Es decir, considerar que la unidad en la práctica es anterior a las lógicas diferencias ideológicas. Que el oportunismo no impida ver el bosque del grave deterioro social y el deber patriótico ineludible de mantener la integridad nacional. No minimizar que las decisiones políticas ya no emanan del gobierno, sino de un organismo que por su estructura ideológica neoliberal y defensor de intereses externos como es el FMI, ha demostrado ser históricamente en nuestro país y en otros países enemigo de todo valor humano supremo e irrenunciable como Democracia, Sociedad y Nación.
* Economista. Contador público. Docente. Integrante del Club Argentino Arturo Jauretche.