Este cuento no es un cuento. Es una anécdota que tuvo lugar en el seno de mi familia donde alcanzó celebridad, sobre todo entre la generación más joven. Y hay una foto, una instantánea de mi tía con Madonna, sonrientes, las cabezas juntas, prueba de ese encuentro, foto que mi tía escamoteaba porque decía que en ese tiempo “tenía unos kilitos de más”. Un hecho real al que, aunque subrayé el humor del personaje y del anacronismo de la situación, traté de no traicionar porque en sí mismo toca lo increíble. Lo he contado innumerables veces en reuniones de amigos y de la familia, cuando había alguien que no lo había escuchado de primera mano, como yo. Llegó un momento en que decidí escribirlo para fijarlo y se lo dije a mi tía. Hace ya años que Amneris murió, pero recuerdo su sonrisa. Le gustó la idea. Le gustaba que yo fuera escritora y que le llevara mis libros y que me hicieran reportajes. A mi pedido, volvió a relatarme los hechos, detalladamente. Yo anotaba sus expresiones, que me parecían extraordinarias y que en el texto van en diálogo o encomilladas. Accedió, una vez más, pero lo que nunca terminó de entender fue por qué causó tanto revuelo un episodio que ella no se molestó en contar y de lo que nos enteramos después, accidentalmente. Para ella había sido un favor, una especie de trámite: nada. Era una señora de otros tiempos, le gustaba hablar de los bailes de antes, de cuando salían con mi madre de solteras en Junín: hablaban de las voiturettes, de los corsos de carnaval, de cómo eran los muchachos con las chicas. Le encantaba reírse de esos recuerdos, pero ella misma no le encontraba ninguna gracia especial a lo que le había pasado, algo que, ignoraba, le había hecho tocar el mundo del espectáculo internacional. Se sorprendía genuinamente cuando sobrinos con amigos peregrinaban a su casa para que les hiciera el relato, a lo que accedía por pura amabilidad.

Eran los años del esplendor mundial de Madonna, pero hubo alguien que ignoraba por completo su existencia, alguien a quien la reina del pop no podría llegar jamás a impresionar, y ese alguien era mi tía.