El pasado 4 de enero, el inspector del Incaa Diego Rodríguez llegó como todas los días a cumplir tareas. No pudo hacerlo. Su superior, el Coordinador de Inspectores Sergio Sánchez, le comunicó que no iba a poder seguir ejerciendo sus funciones. ¿La razón? Hasta el momento, Rodríguez no la sabe. Por el momento espera un nuevo destino, que es lo que sucede con el personal estatal o municipal cuando es “corrido” de algún puesto. Y en esa espera duerme la siesta, como Diego de Zama. Junto con él duermen algunos de sus títulos: Psicólogo Social, Técnico en Comunicación Social, diplomado en Neurociencia y Psicología Transpersonal.
Aunque no le hayan dado motivos para el desplazamiento (“ni siquiera me sumariaron”, dice, “que es lo mínimo para un despido”), Rodríguez –que cumple tareas en el edificio de la calle Lima desde hace once años– se hace algunas suposiciones. Básicamente su sorpresa y alarma ante la cesación de ciertas tareas por parte de la Coordinación de Inspección del Incaa, departamento para el que trabaja. Esa cesación –que tampoco se comunicó como política oficial, sino que se dio como hecho consumado– apareja que no puedan inspeccionarse todas las provincias que no son Buenos Aires, de La Plata para allá. La falta de inspección da como resultado que si alguien quiere perjudicar a alguna película argentina pueda hacerlo. Y si quiere hacerlo sistemáticamente, también.
Ante esta situación alarmante, Rodríguez no se calló la boca. Empezó a plantear el tema a sus compañeros (son veinticuatro inspectores), pidió reuniones que su coordinador no le dio y finalmente le dieron algo que no había pedido: la eyección. Dada la gravedad que esta situación conlleva, Página/12 entrevistó a Diego Rodríguez.
–¿En qué consiste el trabajo de inspector cinematográfico?
–De acuerdo a la Ley vigente, el Incaa tiene entre sus funciones la de fomentar el cine argentino. Una manera de fomentar es cuidar que se respeten las regulaciones que protegen la exhibición de cine argentino. Esto incluye varios aspectos: una correcta rendición de las cifras de concurrencia por parte de las salas, que se cumpla con la exhibición de los trailers de las películas argentinas, y lo mismo en cuanto a los banners y afiches de las películas, que hacen a la promoción y que las salas tienen que poner. Esto es muy sencillo: las distribuidoras más grandes, que son las major americanas, tienden a imponer su poder. Esto quiere decir que cuantas más salas consigan, mejor. Cuantos más minutos para sus trailers, mejor. Cuantos más banners, lo mismo. Entonces de repente en un complejo hay diez banners de películas estadounidenses, y ninguno de las películas argentinas. Hay una presión por la manera en que la torta se reparte. Y nosotros debemos cuidar que se reparta sin trampas.
–¿De qué manera llevan a cabo el trabajo?
–Visitamos las salas todo el tiempo y controlamos estas cosas. La relación con las salas es cordial, nos vemos todas las semanas. Si hay alguna irregularidad tiene que ser muy grave para que apliquemos una sanción. Si no, normalmente se conversa y si pueden corregir algo para el día siguiente todo bien.
–¿Hasta ahora se controlaba todo el país?
–Por supuesto.
–¿Cómo se organizaban?
–Como se cubre cualquier territorio, repartiéndonos las regiones en pequeños grupos.
–Veinticuatro parecen pocos para todo el país.
–Nos arreglábamos. Además, lo más importante, lo hacíamos sin una sola denuncia por mal desempeño de las tareas, de negligencia o corrupción.
–¿Y qué pasó?
–De repente, hace unos seis meses, dejaron de mandarnos. No nos mandaron más. Dicen que “en una de esas en marzo”. ¿Pero qué razón habría para que no nos mandaran? No es que seamos menos o tengamos alguna otra tarea importante para cumplir. Le digo una cosa: están infringiendo la ley. Nosotros nos regimos por la Ley de Cine 23477, modificatoria de la Ley 17741. En el artículo 1, la Ley sostiene que el Incaa es el organismo de fomento y regulación en todo el territorio nacional. Controlar que no haya “avivadas” es una forma de fomentar el adecuado desarrollo del cine argentino. Al no cumplir con esta tarea de control, el Presidente del Incaa y la Subsecretaria de Fomento están incumpliendo los deberes del funcionario público.
–¿Usted atribuye esta movida al poder de las majors?
–Eso es imposible de comprobar. Aún en el caso de que pudiéramos inspeccionar una sala y descubriéramos alguna irregularidad no se podría sacar una conclusión tan general. Pero yo digo esto: supongamos que el director de la AFIP avisa a las grandes empresas que durante seis meses no va a haber inspecciones, ¿usted no cree que en ese período habría mucha más facturación en negro que la habitual? Bueno, esto es lo mismo. Si los dueños de salas saben que durante seis meses no va a haber inspecciones, ¿serán legales todos los tickets que entreguen, o algunos serán truchos? ¿cómo hacemos para controlarlo, si no inspeccionamos? Está la cuestión de la cuota de pantalla y la media de continuidad, con las que los exhibidores tratan sistemáticamente de “hacerse los osos”. Cómo sé yo que la cumplen. Si yo no lo veo, ellos dicen que la cumplen, lo publican en la página de Hoyts-Cinemark y no cumplen nada. O tiran las cifras para abajo y listo.
–¿Pasó algo que justificara esa movida, o cayó del cielo?
–Bueno, lo que pasó es que hubo un cambio de autoridades. Hasta hace seis meses hubo una Subgerenta de Fiscalización (nosotros dependemos de esa área), que se llama Natalia Sánchez Gelós y que estaba desde tiempos de Liliana Mazure. Trabajó muy bien. Diagramó normativas, hizo encuentros de planificación con gente de la industria, marcó una línea de inspección. Hasta que se cansó y pidió retiro voluntario. En Inspección había un grupo consolidado, que venía trabajando desde hace diez años. Trajeron dos funcionarios del Incaa y una persona que viene de la Secretaría de Ambiente, que es la actual Subgerenta de Fiscalización, Griselda Maidana. Y como Coordinador de Inspección, un abogado que se llama Sergio Suárez.
–Perdón, ¿cómo de la Secretaría de Ambiente? ¿Qué tiene que ver eso con el cine?
–Eso digo yo.
–¿Y ahí es que ustedes dejan de inspeccionar las salas del país?
–Así es.
–¿A dónde piensa usted que apunta este “descontrol”?
–En principio, a desproteger el cine argentino, que siempre, en relación con las majors, cumple el papel de pato de la boda. Pero además, ojo con otra cosa: que no sea que a fin de año las cifras de concurrencia de las películas argentinas den bajas y vuelvan otra vez con la cantinela de siempre, de que el cine argentino da pérdida (lo cual es un disparate, ya que el cine argentino se autofinancia) y ahí entonces algún periodista lance una campaña de que hay que dejar de subsidiar el cine argentino.