Desde Santa María de Punilla, Córdoba
Para el segundo día del Cosquín Rock, ya se asume sin complejos que es imposible abarcarlo por completo. En Cosquín hay mucho de todo: seis escenarios, carpas de marcas, áreas gastronómicas y filas hasta para lo imposible. También mucha gente, claro. A la segunda y última entrega de esta decimonovena edición fueron 55 mil personas, dando un total de 120 mil en el par de días. Una nueva certificación para el festival federal más grande y antiguo del país, que marcó un nuevo récord propio y que, tras exportarse hacia América latina, ahora planea desembarcar en España y Estados Unidos.
Con la cartografía adecuada o algo de fortuna, navegar por la inmensidad del aeródromo puede llevar a buen puerto. A WOS, por ejemplo, que asaltó una carpa deseosa de ver al último campeón hispanoamericano de las batallas de gallos Red Bull (“¡Dale campeón!”, era la arenga), un nuevo valor del hip hop que levanta la pera mientras presenta material de autor. Batería, guitarra y sintetizadores financian las aventuras de una garganta filosa, capaz de coquetear con el existencialismo en “Andrómeda” (“Sí, quiero morir, pero no sé cómo/ Quiero vivir, pero no sé cuánto/ Morir sabiendo la mierda que somos/ Y vivir hasta que se acabe el encanto”), o la irreverencia en “Abacanado” (“Prefiero fumarme un prensado antes que fumarme a la prensa/ pintura en las paredes esa es mi única imprenta”), sin perder la costumbre de la improvisación como arma de mano.
La retórica del rapero viene teniendo dirección clara, como la de otros artistas en la programación del domingo, que la pincelaron con expresiones y posturas diversas. Era lo esperable de Ska-P, grupo español dado al cierre total, cuyas letras pesan a la par de su música. Pero las agujas se movieron varias horas antes, cuando Eruca Sativa pisó fuerte sobre el escenario Norte: “Nosotras estamos acá paradas gracias a la lucha de miles de mujeres durante años. Por más mujeres arriba de los escenarios”, disparó la bajista Brenda Martin durante “Armas gemelas”. Mientras sigue preparando nuevo material, el trío cordobés se condujo desde una fina contundencia, con invitados que sumaron en música y letra, como La Bruja Salguero en “Amor ausente”. Casi en forma sincronizada, Leticia Lee, voz de Led Ladies –tributo femenino a Led Zeppelin–, reclamó “más músicas sobre los escenarios” desde el Hangar del Metal.
Bajo el mismo techo de chapa, Pato Larralde dictaminó que el camino es la resistencia: “Hay que creer en algo, porque creer en algo es ser”, propuso el cantante de Los Antiguos durante su set abrasador. La actitud ecléctica del festival es una constante pero, a diferencia del sábado, lo domingo resultó más agrupable, siendo los escenarios principales más complementarios en cuanto a preferencias. El Norte convocó a bandas de trayectoria y variados géneros, como el nü metal y el hardcore (Carajo), el punk rock clásico (Attaque 77), el rock piojoso (Ciro y los Persas), y el ska-punk (Ska-P). El extremo Sur planteó una tradición de rocanrol argentinizado (Los Gardelitos, Ojos Locos, La 25, Don Osvaldo) y luego un segmento reggae (Dancing Mood, Zona Ganjah y Nonpalidece).
“Queremos tocar la mayor cantidad de canciones, otro día hablamos”, se excusó Mariano Martínez, guitarrista y cantante de Attaque 77, que después de Carajo despachó una lista sábana de hits, desde “Espadas y serpientes” hasta “Donde las águilas se atreven”, con la bajada de línea embutida en “Setentistas” o “Pagar o morir”. Por su parte, Andrés Ciro Martínez, viejo capitán de océanos de gente con una década solista en el lomo, replicó en gran medida su show en cancha de River de finales del año pasado, que incluyó repertorio de Los Persas, como el funky-disco “Por cel” o el rock “Dale Darling”, más mucho de lo hecho con Los Piojos en tiempo pasado. Tuvo la ayuda de Micky Rodríguez en “Tan solo”, y despachó otros clásicos como “Pistolas” y “Como Alí”. Por fuera de cualquier discurso coyuntural, sólo se expresó al introducir “Prometeo”, que presenta a la Argentina como “el país de los infinitos comienzos”. En paralelo, la segunda función del unplugged de Los Auténticos Decadentes puso en marcha un marco festivo al estilo kermese, dentro de esa “caravana hermosa que es Cosquín” –según Gustavo “Cucho” Parisi–, en una recreación del show con invitados hecho para la MTV, que resultó también uno de los grandes aciertos de esta edición.
El telón caería finalmente al apagarse la música de Ska-P. El combinado madrileño venía de agotar localidades para su show en La Plata, en su retorno al país tras cinco años y un hiato que había olido a despedida. Precisión, velocidad, potencia y diversión definieron al show de los españoles, que cumplieron con todo lo que se podría haber esperado de ellos. Una puesta en escena que ridiculizó al Vaticano (“Crimen Sollicitationis”), al “Tío Sam”, o a las corridas de toros (“Vergüenza”), y un bolsón de dardos verbales en los que la metáfora se hace a un lado. “Fuera vuestras putas manos de Venezuela, yanquis de mierda”, gritó Roberto “Pulpul” Gañán Ojeda, principal responsable de las líricas antiinstitucionales, que también opinó sobre el presidente: “¿Qué pasa con Macri? No la vieron venir de frente esos obreros que votaron a la derecha. ¿No saben lo que significa el neoliberalismo?”. El músico preguntó por la lluvia, que tantos problemas les había dado en La Plata, y que había estado pronosticada para todo el festival. La lluvia apareció sobre el final, cuando la desconcentración ya debía ser definitiva. Porque dicen que Cosquín, sin lluvia, no es Cosquín.