Desde Barcelona
UNO Por(des)cortesía de Movistar/Telefónica –que sigue prometiéndole los canales que alguna vez tuvo más la novedad de Netflix que ya va envejeciendo– Rodríguez ha demorado un tiempo en enterarse de las idas y vueltas y de los preceptos doméstico-fundamentalistas de la ordenadora profesional o “consultora de organización” Marie Kondo. Ya saben y ahora lo sabe él: su método que combina el feng-shui con la religión Shinto y el fundamentalismo minimal-franciscano y una sonrisa y mirada como de emprolijadora y compulsiva Mary Poppins adicta al opio. O algo así. La filosofía de Marie Kondo se llama KonMari, ya ha generado cuatro best-sellers (e, indirectamente, ha potenciado la comercialización de todas esas cajas y estanterías que te venden en Ikea o Muji), la ha convertido en una de las 100 personas más influyentes del mundo para la revista Time, y –básicamente– consiste en arrojar todo lo que no sea básico para el hoy por la borda y a los tiburones del ayer. Porque mañana nunca se sabe.
La idea es dividir todo lo que rodea a nuestra vida (o komono) en categorías y conservar tan sólo aquello que “encienda la alegría” (tokimeku). Y, según los preceptos del shintonismo, active el “espíritu divino de los objetos” (kami) y así aprender y comprender “la manera correcta de vivir” (kannagara) atesorando tan solo las pertenencias que posean un gran significado práctico y sentimental. Y –de paso– doblar muy bien las camisas para que no ocupen espacio y adiós a arrojarlas por el aire para ver como caen en plan Jay Gatsby (Marie Kondo, en cambio, aconseja no tener tantas camisetas y “despedirse de las que sobran con una mano sobre el corazón”). Así, para Marie Kondo una casa en orden es equivalente de mente ordenada. Menos es más y refutar todo aquello que escritorios desordenados son señal de potencia creadora. Y, por supuesto, hay mucha gente que la sigue (que la seguirá a ciegas y sin cuestionar nada de lo que predica por un rato equivalente a los proverbiales quince minutos warholianos) porque vivimos en la Era del Follower del, sí, del descompuesto y sin arreglo out of order.
DOS Y la verdad que, por estos días, lo único que le interesa a Rodríguez es la noticia de que el hijo de J. D. Salinger está ordenando los papeles (muchos) inéditos de su padre para, finalmente, darlos a imprenta. Lo que –también– va en contra de los preceptos de Marie Kondo, quien postula no tener más de treinta libros dentro del hogar (se presupone que cuatro de ellos deben ser los firmados por la propia Marie Kondo) y darles de tanto en tanto “golpecitos para despertarlos”. Pero no hay caso, Rodríguez no puede pensar sólo en eso. Porque España no está en orden y Cataluña anda por los suelos.
Y lo cierto es que ningún inconsciente colectivo político estaba preparado para tantos partidos repartiéndose lo que antes estaba cómodamente sistematizado à deux.
Pedro Sánchez –quien se supone que iba a ser un jefe de gobierno interino y fugaz luego de prometer llamar a elecciones al poco tiempo de que se decidiera que Rajoy era una de esas pertenencias que ya no valía la pena conservar– parece haber decidido que su presidencia es lo único que le produce tokimeku. Así –en busca de que le aprobasen los presupuestos para poder seguir barriendo y aspirando por un rato– Sánchez se lanzó al reordenamiento y la limpieza general (oosouji) del paisaje. Coqueteó con los independentistas (lo último fue aceptarles la idea muy criticada hasta por parte de los suyos de crear un “relator” para las negociaciones con los catalanes); entendió que Pablo Iglesias era una especie de Robin sin darse cuenta que al muchacho le gusta más el rol antisistemático de Bane; y consiguió indirectamente que Partido Popular & Ciudadanos & los recién ultra-llegados de Vox se fundiesen (aunque a los dos primeros no les guste mucho admitirlo y hagan piruetas para esquivar fotos en grupo y manifiestos en común) en una idea de Derecha como no se ha visto en años (con “propuestas” como menos aborto equivale a más nacimientos y, por lo tanto, más contribuyentes a la seguridad social y dinero para las pensiones) y que ya, sumando, conquistó el hasta ahora inexpugnable bastión socialista andaluz. Todo mientras se sigue discutiendo dónde poner la momia de Franco o si tiene sentido o no desenterrar de las cunetas del reino a los huesos de los muertos en la Guerra Civil o cuáles serían las renovaciones a practicar a la Constitución si no se la quiere tirar a la basura por ya obsoleta (y ya saben lo que pensaría Marie Kondo de todo eso). Y se duda en dónde poner lo de Venezuela, porque por aquí nunca está de más un toque tropical.
En cualquier caso, el diestro trío dinámico convocó el pasado domingo (con autobuses desde toda España rumbo a la madrileña Plaza de Colón donde, al fondo, se imponía un gigantesco cartel de Netflix donde se publicitaba un documental sobre depredadores eclesiástico-sexuales titulado Examen de conciencia y que Rodríguez no podrá ver) a una no muy masiva manifestación de protesta para, sí, llamar al orden a Sánchez y con la consigna de mantener la unidad pero dividiendo. Sánchez quien (luego de romper negociaciones el viernes con los separatistas quienes ya se frotan las manitos victimistas, porque ahora mismo arranca el juicio, que para la Generalitat es “una farsa”, a los presos del Procés y donde, a no dudarlo, se ordenará muchas veces eso de “orden en la sala”) ve cada vez más lejana la posibilidad de que se aprueben sus presupuestos este miércoles y así perpetuarse en La Moncloa. Pero con este hombre nunca se sabe, porque sí se sabe que ya ha vuelto varias veces de la muerte política. Por lo pronto y por las dudas, Sánchez –primer presidente que lo hace durante el mandato porque lo suyo es el sanchezuku o hacer todo lo que jamás hicieron sus antecesores– publica en estos días lo que, por pedidos anticipados, es ya un súper-ventas. Manual de supervivencia se titulan sus memorias y, atención, todavía le va a quedar espacio a Sánchez (y tal vez tiempo) para escribir sus veintinueve secuelas.
TRES En su reality de Netflix, Marie Kondo visita hogares de norteamericanos acumuladores de kilos y les habla bajito y les sonríe mucho y les deja todo bien ordenadito. Y, claro, la cuestión es cuánto van a mantener todo eso así los desordenados de siempre. En cualquier caso a Rodríguez –mudado/separado desde finales del año pasado– le vendría bien una visita de la japonesa. Que llegase por sorpresa y le organizara la casa y la vida y le contase eso de esas endorfinas que se liberan cuando se encara una de esas limpiezas generales y a fondo. Pero Rodríguez no cree que le funcionara/durase mucho semejante disciplina. Rodríguez (muchos más de treinta libros) es más de Diógenes y de su síndrome. Y, por supuesto, jamás rendiría –o se privaría de todo eso que jamás podrá darle un ebook– del prolijo desorden de su indisciplinable biblioteca: siempre poseída y poseyéndolo, siempre despierta y encendida, como en una novela de terror de esas que dan tanta alegrías.
CUATRO Y, sí, Rodríguez fue a su librería amiga en busca de uno de los libros de la japonesa pero, en cambio, salió de allí con otro, el de una sueca. Su autora es una octogenaria llamada Margareta Magnusson y el título es El arte sueco de ordenar antes de morir <https://www.amazon.es/arte-sueco-ordenar-antes-morir-ebook/dp/B07G3JWVQJ>. Y allí –algo así como la versión Ingmar Bergman de lo de la Kondo– se predica algo conocido como döstädning y que enseña a “dejar todos tus asuntos en orden” como si estuvieses de salida y no convertirte, cuando ya no estés, en una carga desordenada para los de más acá cuando ya estés en el Más Allá. Y, por supuesto –a la hora de morir sin estar seguro de la existencia en un Gran Ordenador de Todas las Cosas, porque a su más bien caótica Creación cabe remitirse– no creer que un libro titulado Manual de supervivencia podrá ayudarte en algo.
Para eso, mejor, los de J. D. Salinger (que son apenas cuatro hasta la fecha) o los de Stephen King (que ya son muchos más de treinta). Mientras, parece, ya se están armando todas esas cajas/urnas donde los españoles volverán a meter sus votos para ver si así se ordena el desorden en lo que ya se acomoda y etiqueta –generales, autonómicas, municipales y europeas en un mismo día, el próximo 26 de mayo– como “Superdomingo Electoral” (ganatodoku o pierde-kiri, según lo que toque o cómo se lo vaya a arreglar y distribuir) para así aprovechar más y mejor el espacio disponible.
Será de manual. Y a ver quiénes sobreviven.