El dibujo es una categoría que va más allá de los “dibujantes”, tiene una lógica propia, en expansión, que se piensa a sí misma y avanza rompiendo límites. Puede haber muy buenos dibujos realizados por dibujantes, pero también por artistas de otras disciplinas que pasan circunstancialmente por el territorio del dibujo, cada vez mayor, y en expansión; e incluso como elemento preparatorio, proyectual (en grado de boceto).

Podría pensarse alguna relación entre el dibujo y la poesía, porque son núcleo y hueso (de las artes visuales, de la literatura), y están en el comienzo, en la base de las artes dentro de la cuales se inscriben; expanden sus límites constantemente y van dando cuenta de sus transformaciones. 

El dibujo dejó de ser solamente una línea trazada sobre el papel. Ya liberado, puede ser tanto una fibra de hilo que escande el espacio, como un gesto que forma parte de una acción en una performance. 

Al mismo tiempo, el dibujo también puede ser una herramienta, un elemento conductor que intermedia entre diferentes disciplinas, porque su matriz es simple, primaria, económica. En su ruptura de límites, en su perpetuo desarrollo, en ese conjunto de transformaciones que va de la simpleza a la hipertrofia, el dibujo puede parecer otra cosa:  una pintura, una foto, una escultura, una textura, un texto. El dibujo es hace rato un concepto ampliado, al mismo tiempo específico y metafórico.

La idea del dibujo como gesto y acción, como práctica y como experimentación, como resultado de un saber del cuerpo (de un movimiento, de un conjunto de emociones), de saberes que preceden y exceden lo intelectual (pero que lo incluyen, a partir de la formación y el estudio) son parte de lo que Mariana Sissia pone en juego en su obra Ciclorama, que abrió (junto con otras actividades) la temporada de la Usina del Arte, el jueves pasado.

Como describe con precisión Pablo La Padula en el texto de presentación, “el ciclorama de Mariana Sissia es una experiencia visual fluida que usa como soporte la superficie de un papel de treinta metros de longitud, el cual montando en un dispositivo específico, permite una inmersión visual de 360 grados transformando lo finito y delimitado en cíclico e infinito”.

El “dispositivo específico” es una estructura circular, con un acceso que traza de manera incipiente la forma helicoidal, y que genera interés por sí misma, como si fuera una versión liviana, en madera, de las estructuras de acero de Richard Serra. El dispositivo externo del Ciclorama de Sissia está afirmado al piso y contenido por cruces invertidas y contrapesos, que ofrecen apariencia inquietante (el peso de la cruz).

La fluidez y la continuidad resultan claves para la obra. Lo explica la artista: “Ciclorama enfatiza la relación entre el proceso físico de realizar la obra y la presencia física de ese proceso en la forma determinada. Trabajo con grafito pero en estado de pulverización mezclado con solventes, explorando el comportamiento de un material en el encuentro con otro de diferente naturaleza, y en la reacción natural de estos ante la ausencia de control”.

Uno de los primeros hallazgos del gran dibujo es haberlo realizado en un rollo de treinta metros: ese continuum produce sentido, convierte en totalizadora la experiencia (tanto de realización como de contemplación) y en cierto modo transforma la obra en un gran paisaje, colocando al espectador en el centro de una experiencia.

Lo que se ve, dada la naturaleza del grafito fluidizado, es un paisaje abstracto a partir de un dibujo de grandes dimensiones que fue hecho como si se tratara de una miniatura (aunque una miniatura que se expande a lo largo de treinta metros). “Comienzo a desarrollar dibujos extensos a modo de diarios –cuenta la artista–, los cuales trabajo desplegando una parte del papel, la cual pliego al día siguiente y continúo trabajando sin tener registro de lo realizado hasta el momento. La obra se revela al momento de exponerla”. 

Así, desplegada, la obra se compone de núcleos y secuencias, de explosiones y acumulaciones de materia. Y la lógica de los materiales converge con la de los movimientos y gestos de la artista. El saber del cuerpo, a través de la dinámica en la aplicación del grafito, genera manchas, blancos, negros, grises, tramas, rayas, salpicaduras y toda una secuencia de yuxtaposiciones e intensidades que desencadenan inmediatamente el deseo de recorrer cada tramo con la mirada y el paso, caminando y estableciendo cercanías/lejanías tal como lo propone la estructura de Ciclorama. 

“Pienso en mi obra como en un cotinuum –escribe Sissia–, cada dibujo es un episodio de una larga historia cuyo hilo conductor es la exploración minuciosa de un material: el grafito. […] Del mismo modo que el sismógrafo registra los temblores provocados por los movimientos de las placas tectónicas en clave visual, estos dibujos son un registro de mi estado emocional”.

* Ciclorama, de Mariana Sissia, se exhibe en la Usina del Arte (Agustín Caffarena 1, La Boca), de martes a jueves, de 14 a 19; viernes, sábados, domingos y feriados, de 10 a 21, con entrada libre y gratuita, hasta el 24 de marzo.