“Yo siento que es muy natural que la música popular y la sinfónica se unan. Porque de hecho de allí viene la música clásica, ha hecho pie en los ritmos tradicionales de muchas maneras. Ahora, hacer sonar mis canciones, y hacerlo en el Teatro Colón, es un gran regalo que tendré”. La que habla es Lila Downs, desde su casa de Oaxaca, donde atiende el teléfono con entusiasmo doméstico. La artista mexicana será la encargada de abrir el Festival Unicos en el gran coliseo, hoy a las 19.30. Más tarde, a las 22, se presentará sus compatriotas Café Tacvba. Serán los primeros de una programación que hará sonar músicas de distintos géneros en formato sinfónico. Y a los que se sumará toda otra serie de conciertos gratuitos y al aire libre, en los bosques de Palermo, donde la autora de “Balas y chocolate” actuará el jueves, también con arreglos sinfónicos (ver aparte).
“Tomaremos en su mayor parte los arreglos sinfónicos que ya he hecho con otros maestros, en diversas oportunidades. Nos hemos presentado, por ejemplo, con la orquesta Sinfónica de la Universidad Nacional de México, con los arreglos del gran Arturo Rodríguez, o con la Banda Sinfónica de Tlaxiaco, con la Orquesta Sinfónica de San Francisco, la de Chicago, con la dirección de Donato Cabrera... Desde ya, no será lo mismo, debo decir que los músicos argentinos son exquisitos. Será la primera vez que toque en ese gran escenario y es un honor para mí. Del mismo modo, será la primera vez que toque al aire libre y de manera gratuita en la Argentina, algo que también me tiene muy entusiasmada”, repasa.
–¿Y cómo ha sentido que quedaban sus canciones en esas experiencias?
–Han sido experiencias felicísimas. Insisto en que es un enlace natural: la música clásica también tiene un origen popular. En la mayoría de las piezas clásicas los compositores han insertado motivos populares, tradicionales, anónimos, del pueblo. Ese origen, en un punto es el mismo. Y en ese cauce natural, los arreglos sinfónicos no lucen como una moda o como un encuentro forzado. Por el contrario, han fluido con estas orquestas con las que he tocado, y estoy segura que se repetirá en Buenos Aires. Será lo mismo pero distinto. Así es la música: igual y distinta cada vez.
–Usted es una artista comprometida con las luchas de las mujeres arriba y abajo del escenario. ¿ Cómo ve el presente de esas luchas?
–Lo que a mí me sorprende y me da felicidad, esperanza, tremenda fortaleza, es ver a las jovencitas cómo se toman las luchas y asumen sus derechos, y se ponen en marcha para conquistarlos, de un modo tan potente, con tanta energía, y sobre todo con tanta alegría. Las de mi generación venimos viendo esto con asombro, en todo caso acompañando, pero nunca liderando. Yo misma he sufrido episodios de violencia en mi adolescencia y siendo muy niña perdí a mi padre, algo que en toda América latina marca a la familia como una tragedia, un acabose. He intentado llevar mi experiencia y lo que pueda aportar desde mi lugar, primero desde mis canciones. Pero también, en lo concreto, en una ONG que tiene que ver con la educación de las jovencitas indígenas, y que nació a partir de clubes de lecturas donde las mujeres se juntaban a leer literatura feminista. Es una experiencia bien interesante.
–¿Trabajan en México?
–Fue creado en México, puntualmente en mi lugar, Oaxaca (y, de hecho, se llama Fondo Guadalupe Musalem, porque toma el nombre de una activa feminista que nació y vivió aquí). Esta ONG trabaja en México, pero curiosamente sus colaboradores, tutores y tutoras, son gente de todo el mundo. Es algo pequeño, solo una acción. Es mi pequeño granito de arena en un desierto enorme que queda por caminar, pero que afortunadamente estamos regando con fuerza.
–En la Argentina se está empezando a hablar de una ley de cupo femenino para las artistas en los festivales. ¿Qué piensa de este tipo de iniciativas?
–Me parecen necesarias. Soy una impulsora de la presencia de mujeres en todos mis shows, y en todos los ámbitos del espectáculo y de la industria. Y he presenciado, por ejemplo, cómo las mujeres que trabajan en producción la tienen bien difícil; han pasado cosas tremendas, hay anécdotas bien pesadas al respecto. Así que todo lo que pueda hacer para cambiar esto que todavía es moneda corriente, es bienvenido.
–¿Cómo vive en su país el reciente cambio político? ¿Ha significado una esperanza?
–Todavía es muy pronto para decirlo, pero por lo pronto el presidente ha tenido una cantidad de gestos que son muy significativos y muy valiosos para el pueblo mexicano, y que ojalá marquen un rumbo en lo concreto. El primero, el dejar el Palacio Nacional, ese símbolo de la ostentación, como residencia presidencial, para convertirlo en un centro cultural. Es todo un símbolo de un intento por achicar esa distancia enorme entre los gobernantes y su pueblo. También ese gesto de recibir el bastón de mando de los pueblos indígenas, que no es la primera vez que se hace, pero sí la primera vez que se hace públicamente, y se televisa. Eso es muy importante. Y lamentablemente, aun cuando hace tan poco que ha asumido, la sociedad está fuertemente dividida. Ya hay quienes lo odian, aunque yo pienso que aun somos más los que estamos esperanzados. En la Argentina ustedes saben de eso, ¿no? (risas).
–¿Qué artistas argentinos destaca?
–Sé que hay muchos, y muchas, muy buenos. La Argentina es un sitio donde tienen el folklore tan a flor de piel, tan fuerte. He escuchado artistas muy destacados haciendo cosas muy bellas, como Soema Montenegro o Tonolec. Y luego bueno, ustedes tienen a “la” gran cantora, que es Mercedes Sosa. A mí ella me cambió la vida. Literalmente.
–¿Tanto así?
–¡Sí! No lo digo por decir, fue verdaderamente así. Yo estaba estudiando Antropología, investigando textiles indígenas, hasta que un día la escuché a Mercedes cantando “Gracias a la vida”. Fue tal la conmoción, que yo dije “¿Pero qué es eso? ¿Quién es esa mujer?”. Nunca había escuchado algo así. Y luego supe que esa convicción suya, que yo podía escuchar claramente en su canto y en su voz, era una convicción de vida. Me impactó mucho eso. Fue ahí que decidí volver al canto, a este camino que había dejado abandonado. Y aquí estoy.