Nacido en Carcarañá, radicado hasta 1945 en Rosario, Facundo Marull (1915-1994) fue el único poeta vanguardista de esta región. Su Poesía reunida, que editó el año pasado la Editorial Municipal de Rosario con un rico estudio preliminar por Ernesto Inouye, no tiene mucho que reunir en cuanto a cantidad (sólo dos libros de poesía y algunos escritos dispersos) pero sí en calidad. Es asombrosa la belleza innovadora de su poesía, y más asombroso aún que, más allá de un estrecho círculo de iniciados, tamaña obra haya pasado desapercibida. Gary Vila Ortiz lo convocó a dar una charla en 1980 que, hasta donde se sabe, fue la única vez que Marull volvió a la ciudad que él recorre en su poesía con un lenguaje único.
Marull es un autor de culto, y cabe esperar que gracias a esta edición obtenga la difusión que tanto merece. De su primer libro, Ciudad en sábado (1941), se conservaba solamente un ejemplar en una biblioteca pública, hasta que se reeditó en 2009. Algunos poemas del libro evocan el expresionismo feísta urbano y estoico de Gottfried Benn y en otros resuenan ecos del surrealismo que la crítica Aída Albarrán detecta en una reseña. Roberto Retamoso lee la práctica bohemia de la flânerie, el paseo errante, en ese yo poético cuyo verso final afirma tranquilamente: "Yo me paseo por el municipio".
Retamoso habló en cierta ocasión sobre un fenómeno que se dio en la lengua castellana, el de los poetas con un único libro vanguardista: César Vallejo con Trilce, Federico García Lorca con Poeta en Nueva York, Vicente Huidobro con Altazor, Pablo Neruda con Residencia en la tierra, y siguen las firmas. Marull, cabe agregar, a excepción de un segundo poemario editado en Montevideo en 1966, casi no sacó otros libros de poesía. Y al lado de Ciudad en sábado, el Espantapájaros de Girondo es pasto inflamable. ¿Atrasaba o adelantaba Marull? Eduardo D'Anna, uno de sus descubridores y el principal impulsor del culto a Marull (al punto de editar una revista llamada Facundo en su honor), lo lee como un vanguardista ortodoxo que fue tal "recién" con un libro editado en 1941. Y aquí hay que señalar que la vanguardia en Europa era una tendencia anterior a la Primera Guerra Mundial. Marcelo Scalona opinó en una contratapa de este diario que Marull escribía "como Gelman treinta años antes que Juan". Y establece que Dublín es a Joyce como Rosario es a Marull. Y no exagera. Podemos agregar que Marull se anticipó en un par de décadas al Edgar Bayley de La vigilia y el viaje y a los demás poetas de Poesía Buenos Aires.
El estudio de Inouye aporta el contexto histórico, político y estético necesario para entender que Ciudad en sábado no bajó de un plato volador a orillas del Paraná. Hubo otro caminante solitario de la poesía de Rosario que Inouye no menciona, excepto por una errata no corregida de Vila Ortiz: el gran Marcos Lenzoni, olvidado al punto de que Gary lo rebautiza Hugo. Ni solitario ni errante, Marull era alumno de aquella revolucionaria experiencia de casa de estudios independiente que fue la Mutualidad de Artistas Plásticos, y la editorial que lo publicó se llamaba AIAPE, siglas de Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores. Marull, que pertenecía al PC, ocupó un cargo importante en ella. Era una agremiación de izquierda y de lucha antifascista en los oscuros años '30 que también vieron surgir la obra plástica de Leónidas Gambartes, quien ilustró la tapa y el interior del libro. "Leo" y Facundo eran amigos. Caminaban juntos por las orillas del Ludueña y otros rincones de la ciudad que luego representaban en sus obras con lenguajes extremadamente modernos. Inouye señala con acierto las afinidades estilísticas entre las témperas de Gambartes y la poesía de Marull.
Al final del nuevo libro hay una rigurosa cronología, por donde el prólogo de Inouye se permite ir y venir como un flâneur. Así el lector se entera de que la errancia del autor santafesino se debió a razones gremiales y políticas. Trabajador de prensa, perseguido por su activismo sindical a través de huelgas y cierres, fue y vino entre diversos países sudamericanos. Se casó dos veces; tuvo dos hijos y una hija. Entre las mudanzas y los exilios, su archivo se desintegró.
La poesía vanguardista latinoamericana sigue viva; extrañamente, más viva en la lengua inglesa que en la original. Sigue viva la influencia de Trilce en poetas de Oxford de los '80 como Jamie McKendrick, y también la de Poeta en Nueva York en las letras del rock norteamericano: las de Leonard Cohen, quizás también las de Beck. Beck se la pasa a Fernando Marquínez y Marquínez a Simeoni. ¡Gol de la vanguardia! Esta reedición de Marull debería ser de lectura obligatoria, a ver si la poesía rosarina sale del letargo.
Los versos de Marull son tan modernos que parecen haber sido escritos el año que viene. Su riqueza de recursos como el símil desconcertante, el humor autoparódico, la enumeración caótica, hacen preguntarse qué hubiera sido de la poesía argentina si Marull no se hubiera exiliado como lo hizo o si no hubiera dejado su primer libro atrás en los exilios y si Rosario, musa ingrata como pocas, no hubiera sepultado la obra de Marull en el olvido. ¿Quién se atrevería incluso hoy a escribir: "Soy como un hombre inventado para desaparecer a tiempo" ("Plaza Pringles sin María Luisa")? ¿O: "aquí donde el diablo perdió el poncho búscame/ salidos el uno del otro como nacen los silencios" ("Carta a Colombina")? ¿O: "Hundiendo las manos sin tiempo, fervor en contra/ a toda amargura las semanas entregadas; / por tu borde un habitante alegre no corre a saludarte, / lomo de perro que duerme, / donde estabas al alba de cada haber nacido" ("Panorama del Paraná sin perfil de sueño")?
Y una última pregunta: ¿cuántos o cuántas como Marull o como Lenzoni habrán habido que escribieron una poesía de alta calidad literaria en la Rosario del siglo pasado y no dejaron ni siquiera un libro en una biblioteca pública que alguien pudiera encontrar años después?