WillBurrard-Lucas, fotógrafo británico de 35 años, logró una hazaña inesperada, cumplió su sueño y el de muchos amantes de la naturaleza. Por primera vez en 100 años capturó la fotografía de un leopardo negro. El último registro databa de 1909 en una expedición a Etiopía, tesoro actualmente guardado en el Museo Nacional de Historia Natural en Washington DC. Una hembra, acompañada de un leopardo más grande (probablemente su madre), fue localizada en Lakipia, la llanura keniana. El naturalista había asistido a la zona en enero de este año, tras enterarse de los rumores de los habitantes que confirmaban al animal en el área. Históricamente, las imágenes de “la pantera negra” –así se conoce de manera coloquial– son tan poco corrientes que la espera, con el paso del tiempo, se había transformado en mito.
“Cuando el animal se melaniza, es decir, cuando la melanina (pigmento que otorga el color a la piel) se expresa en forma diferente a la normal, provoca un exceso de pigmentación y se vuelve negro. Es el proceso inverso a la albinización, por lo cual, el felino adquiere una coloración muy llamativa”, señala Patricia Saragüeta, doctora en Química Biológica del Instituto de Biología y Medicina Experimental del Conicet. De esta manera, el pelaje excesivamente negro proviene de una variación genética –mutación– opuesta al albinismo que solo de manera subyacente permite entrever las manchas que tradicionalmente caracterizan a los leopardos.
“El melanismo es muy común en un montón de animales. Puede suceder en los felinos pero también en las víboras o en los conejos. Cada cual tiene diferentes proporciones, por ejemplo, la frecuencia en yaguaretés es más alta de lo que ocurre con los leopardos”, aclara Matías Pandolfi, doctor en Ciencias Biológicas e Investigador del Conicet Instituto de Biodiversidad y Biología Experimental y Aplicada. Y completa: “Si bien es cierto que en África es muy poco frecuente y por eso constituye todo un evento el hecho de haber conseguido una fotografía, no ocurre lo mismo en el sudeste asiático. En Malasia, por caso, existe una población de leopardos melanizados, totalmente negros, que han sido visualizados en alta proporción”. Sin embargo, la algarabía que despertó este acontecimiento guarda relación directa con la racha negativa en el continente africano: desde 1909 solo se habían advertido en cinco ocasiones, aunque la existencia del felino únicamente se había confirmado mediante la emblemática foto en Etiopía.
El género Panthera está constituido por cinco especies de grandes gatos: leones, tigres, leopardos de las nieves, leopardos y yaguaretés. Por lo tanto, como argumenta Saragüeta: “Lo que se conoce en términos coloquiales como ‘pantera negra’ podría ser cualquier animal del género. Esta vez se halló un leopardo pero podría haber sido un yaguareté. Ocurre es que es tan poco frecuente hallar estos ejemplares y lograr fotografiarlos que el fenómeno atrajo todas las miradas. Es muy difícil –en términos porcentuales– encontrarlos de este color en África”.
En las capturas puede ser observada tomando agua, detrás de una presa y acompañada de una hembra mayor que podría ser su madre. Se estima que tiene aproximadamente un año, ya que el cuidado parental solo se extiende por dos años, pues, luego, los adultos se desentienden. “Se la observa con una hembra adulta y se estima que podría ser la madre porque los leopardos, a diferencia de los leones que viven en grupos, son bastante solitarios. Suelen cazar de noche, pueden vivir en la selva o en los bosques y recostarse en los árboles”, narra Pandolfi.
Las imágenes fueron obtenidas por la noche, según describe Burrard-Lucas en su blog personal, gracias al sistema de tecnologías empleado. Utilizó lo que se conoce como “cámaras trampa”, un conjunto de dispositivos con sensores que “disparan” fotos cuando se incrementa el calor. Luego de preparar todo, se marchó en su camioneta y regresó al lugar después de varios días. Fue tanta su suerte que logró congelar el retrato tanto tiempo anhelado. “Los que mejor conocen acerca de la existencia de bichos tan exóticos son los lugareños que, pronto, alertan sobre la presencia y atraen a amantes de la naturaleza como Burrard-Lucas. Son imágenes preciosas de un animal precioso”, concluye Saragüeta.