Desde Brasilia
“Como en la dictadura”. La Iglesia brasileña reaccionó con esa frase frente a las declaraciones del general Augusto Heleno contra el Sínodo Pan Amazónico convocado por el papa Francisco. Para el obispo Evaristo Pascoal Spengler los dichos de Heleno y las sospechas de que Jair Bolsonaro ordenó hacer espionaje contra los religiosos son un “retroceso” a las prácticas del régimen militar. El obispo de Marajó, del estado amazónico de Pará, ha participado en los debates previos al Sínodo que se celebrará en octubre en el Vaticano. “La Iglesia no es neutra” se plantó Spengler dos días después de que el general manifestara su “preocupación” frente a la participación de curas y laicos en asambleas donde se debate la situación en esa región, que ocupa 4 millones de kilómetros cuadrados sólo en Brasil.
“La Iglesia está del lado de los más débiles, los más pobres, los ribereños” en oposición al modelo de desarrollo “predatorio que extrae la riqueza de la floresta”. Con ese planteo del franciscano Spengler la Iglesia católica se ubica en las antípodas del proyecto amazónico ideado por el gobierno en alianza con el agronegocio y las multinacionales mineras ávidas por hacerse con los recursos de las reservas indígenas. En la conquista de la frontera verde los “farmers” reclutan sicarios para acabar con la resistencia de los pueblos originarios y los campesinos sin tierra ante la pasividad habitual de las fuerzas de seguridad. En su campaña electoral Bolsonaro homenajeó a los asesinos de 19 sin tierra ocurrida en Eldorado dos Carajás, estado de Pará, en 1996.
El ministro de Seguridad Institucional Augusto Heleno negó haber ordenado el seguimiento de los activistas católicos al tiempo que repudió la “injerencia” de la Iglesia en asuntos internos brasileños, algo que caracterizó como una amenaza a la “soberanía” .
La Conferencia de Obispos de Brasil utilizó un tono moderado para rebatir la tesis de uno de los funcionarios más poderosos del gabinete como es Heleno.
El Sínodo es un evento “de la Iglesia para la Iglesia (y) envuelve a toda la cuestión de la Pan Amazonia, a los pueblos y el medio ambiente”, planteó el secretario general de la Conferencia Leonardo Steiner.
La semana pasada se inició en Brasilia una reunión en la que se presentaron algunas de las propuestas surgidas de las reuniones de la Red Eclesial Pan Amazónica.
Francisco designó como responsable de la Red al ex arzobispo de San Pablo Claudio Hummes, un viejo amigo de Luiz Inácio Lula da Silva. El religioso es quien sugirió a Jorge Bergoglio que adopte el nombre de Francisco poco después de ser electo Papa en el Cónclave cardenalicio de marzo de 2013.
La semana pasada Hummes reivindicó al “enorme número de asambleas, encuentros con indígenas, con gente simple de la Amazonia profunda”, realizados en los últimos cuatro meses con miras al encuentro de Roma.
Allí se abordará la realidad en la más grande floresta del planeta que se extiende por nueves países, entre ellos Ecuador, Perú y Colombia, Brasil y Venezuela.
En la frontera amazónica brasileño-venezolana, de 2200 kilómetros, las desavenencias ecológicas entre Francisco y Bolsonaro se superponen a las políticas y geopolíticas atizadas por la crisis en el país caribeño.
El pontífice considera que para resolver el impasse venezolano el camino es el diálogo al que se opone el presidente brasileño y ex capitán alineado con Donald Trump.
Esta semana estaba prevista la llegada de una delegación de ministros de Bolsonaro a la región amazónica integrada por la pastora evangélica Damares Alves, titular de la cartera de Mujer, Familia y Derechos Humanos, quien representa al lobby neopentecostal, cuya presencia en la Amazonia ha crecido en los últimos años, donde libra una silenciosa guerra santa contra el activismo católico.