La idea de cruzar artistas populares con orquestas sinfónicas no es nueva, al punto de que a esta altura deberían estar todos los recaudos tomados antes de emprender semejante faena. El Festival Unicos comenzó a hacerlo –en el Colón y al aire libre– el año pasado, y el martes arrancó su segunda edición con shows de Lila Downs, más temprano, y Café Tacvba, en el horario nocturno. Doblete mexicano con enfoque diferente pero con resultados similares: mientras que la cantante oaxaqueña alternó temas con la orquesta con otros en los que se mandaba por las suyas, los de Ciudad Satélite arrancaron con la sinfónica dirigida por Natalia Dorfman, y luego continuaron como si el escenario fuera el del Gran Rex, el Konex u Obras. En ambos, la sensación fue que la amalgama no llegó a salir del todo bien y que el ámbito señorial del máximo coliseo argentino quizá no haya sido el más adecuado para los recitales.
Con la orquesta ya desplegada en el escenario, los Café Tacvba arrancaron con una buena versión de “El aparato” y siguieron con una conmovedora de “Volcán”, tal vez el momento de conjunción más logrado entre las formaciones. En “De este lado del camino” y “Esa noche”, la orquesta sólo se limitó a rellenar huecos sonoros, lo cual no es precisamente un elogio a su accionar, pero el centro estaba en la garganta de Rubén Albarrán o la guitarra con wah wah de Joselo Rangel. Emmanuel “Meme” Del Real se hizo cargo de la voz principal para “Eres”, que resultó arrasada por la sinfónica: la enjundia de la formación en una canción romántica que precisa aire fue como si a alguien se le ocurriera hacer una propuesta matrimonial en la tribuna de River en el Bernabeu, justo cuando el Pity Martínez cruza la mitad de cancha en su carrera loca. “Aviéntame”, en cambio, encontró la medida justa de los violines, y “Puñal” cerró la primera parte con tímidas muestras de osadía de la platea, que estaba por la mitad hasta que bajaron los de las localidades más caras: algunos se lanzaron al taconeo sin solemnidades a la vista.
Ya sin la orquesta sobre el escenario, lo que siguió fue un show breve de Café Tacvba, que arrancó “Futuro” con triple percusión y el bajista Quique Rangel en la voz. Y entonces Leo Dan sonó en el Colón, con la versión que los mexicanos hicieron de “Cómo te extraño” en Avalancha de éxitos. Más cerca en la discografía del cuarteto, “Olita de altamar” tuvo dedicatoria para el agua de parte de Albarrán, quien insistió con el cuidado de la tierra “para generaciones venideras”. “Si no somos tan tontos como para cagarla en este momento”, aclaró. El cantante anduvo por la platea, bailó con varias chicas sobre el escenario y se calzó el pañuelo verde hacia el final del show. Si su voz se hubiese escuchado con claridad, como reclamó el público repetidas veces, todo hubiese estado mucho mejor. El Colón tiene limitaciones para la amplificación y cuando la banda subía la intensidad, el vocalista parecía estar cantando adentro de un tupper.
Hitazos de diversos momentos de la carrera tacvba como “Las flores”, “Chilanga banda”, el cover de “Dejate caer” (el bailecito de siempre no tuvo nada que ver con el ballet habitual en el recinto) y “Chica banda”, con el taconeo ya a pleno, cerraron antes de los bises. “Enamorada”, con menos potencia, ganó en pureza de audio, algo en lo que ya nadie pensó en el final con “El baile y el salón”. En el medio, Albarrán hizo unos “anuncios parroquiales” en los que habló de las mujeres (“el futuro es femenino”, celebró), los migrantes (“ningún muro pendejo va a poder detenernos”), los desaparecidos en México, la comunidad LGTBIQ (“¡viva la diversidad!”), los ancianos y la Pachamama (“la que vale chingón es la matria, no la patria”). El mensaje llegó a destino, pese a que algunos reclamaban más canciones. Habrá revancha, porque Café Tacvba, Lila Downs y Massacre se presentarán mañana con la orquesta, desde las 18, en Figueroa Alcorta y Dorrego, con entrada gratuita. Y tal vez sea mejor ese ámbito para disfrutar del show de los mexicano: como decía Gustavo Cerati, será “un lugar con parlantes”.