La segunda jornada del Festival Únicos, en el teatro Colón, dejó una postal histórica que para muchos fue inesperada: la reunión momentánea de Serú Girán sobre el escenario del coliseo más importante del país. Fue durante la presentación de Pedro Aznar, que está celebrando el final de la gira Resonancia, una retrospectiva por toda su obra. El acontecimiento tuvo su primer indicio cuando subió de invitado David Lebón para tocar juntos “Dos edificios dorados”. “Cuando tenía 12 años me quedaba escuchando a la noche en la radio unas canciones mágicas y al otro día me quedaba dormido en la clase. La vida me regaló momentos con el autor de algunas de esas canciones y hasta hicimos una gira juntos”, introdujo Aznar antes de la aparición de Lebón, que fue recibido con una ovación, y se retiró después de cantar. Pero minutos después habría una escena más que completaría la película. “La vida también me regaló tocar con…”, alcanzó a pronunciar Aznar cuando irrumpió en el escenario Charly García y los aplausos y gritos no permitieron que el bajista siguiera hablando. En medio de la euforia generalizada, García se sentó con un micrófono cerca de Aznar, que portaba su guitarra acústica, y juntos regalaron una versión de fogón de “Confesiones de invierno”.
Con la platea ya sin aliento, volvió Lebón a escena y entre los tres consumaron la sorpresiva reunión de Seru Giran con “A cada hombre, a cada mujer”, de aquel recordado Seru 92, con García en el teclado y sus compañeros en guitarra y voces. Como si nada hubiera pasado, Aznar esperó a que el clima de la sala se tranquilizara y apareció con su caja norteña para cantar la anónima “Tan alta que está la luna” (una recopilación de Leda Valladares), en la que pidió la colaboración de las voces del público. La complicidad y el intercambio con el público fue una constante en el concierto de Aznar. Sin acompañamiento de una orquesta sinfónica –a diferencia de los otros artistas que participan en el ciclo–, Aznar se presentó en formato intimista: solo en el escenario, convidando sus canciones a través de varios instrumentos, como el piano y el bajo. El músico aprovechó las posibilidades acústicas del Colón para escaparse del micrófono y cantar algunas canciones a capella, como “Quebrado”, un momento emotivo sobre el final del concierto.
“La gira Resonancia llega a su fin en este maravilloso lugar y eso me pone muy feliz. El proyecto incluye 18 discos puestos al día, remasterizados y actualizados. Son recopilaciones de 35 años de carrera y un EP con canciones inéditas. Es un espectáculo que llevamos a toda América”, contó Aznar y se dispuso a interpretar las canciones de manera cronológica. “No es solo la celebración de mi trabajo, sino que tomamos cosas de nuestros contemporáneos y de quienes nos precedieron. O sea que la resonancia tiene que ver con sonar en consonancia con otros pero aportar lo propio”, completo la idea y consideró que su procedencia tenía que ver con el rock, más allá de abrazar otros géneros, lenguajes e influencias. El viaje musical comenzó por su clásica y experimental versión de “Because”, firmada por John Lennon, y llegó hasta la ranchera “Por la vuelta” (de Contraluz, 2016), con la mexicana Lila Downs de invitada, quien desplegó su canto ancestral y su potencia escénica.
En el medio, el recorrido abarcó “Fotos de Tokyo” (Fotos de Tokio, 1986), “Buenos Aires” (una poesía de Borges musicalizada por él en piano), “Muñequitos de papel” (Parte de volar, 2002), “La paz” (Aznar canta a Brasil, 2005) y la eléctrica “Panteras de polvo” (de Ahora, 2012). “Les pido que sean bateristas con las manos. ¿Se animan o están un poco tímidos? El lugar da un poco de cosa, ya sé, pero desacartonemos”, bromeó Aznar antes de “Traición” (Cuerpo y alma, 1998) y trató de romper con la solemnidad y el protocolo de la sala, como si estuviera en el Gran Rex o en otro teatro convencional. Se lo mostró agradecido también con Víctor Heredia, quien en 2001 lo invitó a musicalizar un poema de Atahualpa Yupanqui para un disco colectivo: “Soledad, Jujuy 1941”. La última en sonar fue su versión en piano y en castellano de “Ya no hay forma de pedir perdón”.