–Te amo.

–Tengo ganas de hacer el mundo con vos.

–Te amo. 

–No conozco el amor.

–¿Y qué onda? ¿No se pegaron de sudor todavía?

–Vine a la psicóloga. Estoy muy sudada, amiga, pero solo por mi salud mental.

–Te amo.

–Me dijeron que tenía brillo de sexo. ¿Qué onda? ¿Me tiraste purpurina?

–Ay, no, basta que me evaporo de calentura.

–Hay que ir por el poliamor.

–Tampoco pasarse de progre si no da.

–Te amo.

–Me quiero hacer un remix con tus audios. Loveshotcompilation. 

–Basta de hacerte la cabeza. No le contestes.

–Está bien. Te hago caso. No le contesto. Listo. Ya está. Ya fue. Ya le contesté.

–TE AMO.

–Ok.

Todxs hablamos de amor y somos habladxs por él. En este momento, millones de personas se están mandando mensajes como los de arriba a través de redes sociales. De hecho, estos chats fueron sacados de cuentas en Instagram como @AmorDeChatt y @AmorDel2000. A la vez, todavía queda gente que llama por teléfono, pone el cuerpo y va allí donde su amor o sus amores le convoque/n. Así, cada gesto va creando una trama que, finalmente, deja de ser íntima porque nos contiene a todxs. Y es que todxs la construimos. Esto incluye una constelación de posibilidades a las que el amor le abre la puerta: deseo subyugante, besos clandestinos, besos de lengua en las esquinas, calentura efímera, soledad gozosa, preguntas sin respuestas, afirmaciones rotundas, restos de saliva en el clítoris, risas, llanto en cataratas, odio repentino, cenas aniversario con maridx-compañerx-hijx/s-mascota/s, silencios abrumadores, esperas que hacen tic tac como un reloj antiguo. El amor es nuestro discurso, nuestra batalla y nuestro refugio. Como el feminismo. 

Esta situación desconcierta a San Valentín. Y es bueno que así sea porque este cupido que anda con su arco y su flecha atravesando corazones de rojo encarnado tiene un origen cristiano: la iglesia católica intentó contrarrestar las bacanales paganasa través de la entronización de Valentín de Roma (santo mártir, cuándo no). Así que ya es hora de desmitificar esa tradición secular que perpetúa un ideal imposible. Cuando hablamos de amor, no nos referimos a ositos de peluche sino a un sentimiento cuya intensidad transformadora debió ser domesticada a lo largo del tiempo para dar lugar a la familia como institución y a toda una serie de alianzas que justificaron la toma de imperios y la matanza. Aunque el discurso se modificó, su esencia sigue aquí.

No es extraño, por suerte y por prepotencia de trabajo, que el amor esté cambiando. O que nosotrxs estemos cambiando las formas de vivir el amor. Del mismo modo que nuestras luchas ganan las calles y el espacio público cada día, el amor está dejando el closet de lo privado y, sin filtros, se instala como tema en primera persona, en singular y plural. Ciertas máscaras, ciertos artificios se caen y se abandona el sujeto neutro, ese que dice “el amor es esto o lo otro”, para proclamar “yo lo vivo de este modo”, “a mí me pasa”. Cuando se implanta el “yo” y el “nosotrxs” aparece la belleza plena en su desnudez. También, el riesgo. 

El giro autobiográfico atraviesa lo político y lo personal. Al mismo tiempo que se abren las puertas y las camas para recibirnos de nuevas maneras, aún el mito del amor romántico pisa con pies de plomo y bolero esas florecitas poderosas que el feminismo viene sembrando. Es verdad que los cuestionamiento al amor romántico existen desde hace tiempo (en el siglo VXII Sor Juana Inés de la Cruz le pedía a su amadx que no se atormentase con “sombras necias o indicios vanos”). Pero ahora hay un deseo masivo de experimentar otras texturas del amor, del goce, de lo comunitario, de la amistad como territorio amplio donde caben todas las complicidades. Este es un momento de transición.

La feminista española Coral Herrera es Doctora en Humanidades y Comunicación Audiovisual e investigadora en la Universidad de La Sorbona, en París. También coordina el Laboratorio del Amor, una red social de mujeres y un taller permanente en torno a los estudios sobre las relaciones amorosas desde una perspectiva de género. A fines del año pasado, publicó en su país de origen Mujeres que ya no sufren por amor: transformando el mito del amor romántico. “Las mujeres que no sufrimos por amor cada vez somos más. Todavía no nos hemos liberado del dolor ni hemos encontrado la fórmula para ser felices, pero somos conscientes de que lo romántico es político, y que otras formas de relacionarnos, de organizarnos y de querernos son posibles”, afirma. Y redobla la apuesta: “Las mujeres que no sufrimos por amor estamos haciendo la revolución amorosa desde los feminismos: estamos poniendo sobre la mesa la importancia de reinventar el mito romántico para sufrir menos, y disfrutar más. Las redes sociales y afectivas, las emociones y los cuidados están en el centro de nuestro pensamiento, nuestros debates y nuestras luchas”.

Herrera, que actualmente vive en Costa Rica, señala que aunque hace décadas que luchamos por alcanzar la autonomía económica, se había hecho muy poco por la autonomía emocional. Cada unx tenía que buscar las herramientas individualmente para trabajar la dependencia sentimental y despatriarcalizar sus emociones. “Nuestra forma de amar es patriarcal porque aprendemos a amar bajolas normas, las creencias, los modelos, las costumbres, los mitos, las tradiciones, la moral y la ética de la cultura a la que pertenecemos. Cada cultura construye su estructura emocional y sus patrones de relación desde una ideología concreta, por eso nuestra forma de amar en Occidente es patriarcal y capitalista”, continúa.

Si miramos con lupa esa forma, vemos que ahí entran cuestiones complejas y amplias como el cuidado, la aceptación y la defensa de nuestros cuerpos diversos y nuestras subjetividades e identidades diversas. También, la autonomía económica que conquistamos confrontada con los mandatos de ser buenxs amantes, ejercer roles maternos con eficacia, cultivar nuestra inteligencia pero también tener tiempo para hacernos la manicuría e ir al gimnasio a tonificar músculos. Sin olvidar el cuidado de la casa. Aunque el espacio íntimo/doméstico  pueda ser el infierno. Las cifras son apabullantes y siniestras: solo en el primer mes de 2019 se registraron 22 femicidios en nuestro país. Estas mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas. A esto se le suman, al menos, nueve ataques de odio y dos travesticidios, según la agencia informativa Presentes.

Los discursos amorosos, en consecuencia, no solo pueden ser mentirosos. También son fatales. Como señala Silvia Federici en su clásico Calibán y la bruja, “en la sociedad capitalista, el cuerpo es para las mujeres lo que la fábrica es para los trabajadores asalariados varones: el principal terreno de su explotación y resistencia”. Lo que es interesante es que Federicideconstruye la historia del capitalismo sumando a las mujeres en su relato, ya que ni Karl Marx ni Foucault (entre otros) nos tuvieron en cuenta al momento de pensar las relaciones de dominación. Bajo esta mirada, aquellas brujas quemadas a partir del siglo XV no solo eran las que se juntaban en aquelarres: eran las que ayudaban a nacer pero también, las que descubrieron métodos anticonceptivos o ayudaban a abortar, las que tenían un saber contrahegemónico que les ponía los pelos de punta a los varones por esa autonomía que no estaban dispuestos a tolerar. En las últimas marchas de NiUnaMenos, por ejemplo, muchas, muy jóvenes, marcharon con carteles que decían “Somos las bisnietas de las brujas que no pudieron quemar”. La noticia es que, organización mediante, las mujeres y las identidades disidentes, SOMOS lxsbrujxs que el héteropatriarcado no pudo quemar. Aquí estamos para defender el derecho al aborto seguro legal y gratuito, para hacer visibles los abusos y las violaciones, para liberar al deseo de su jaula normativa. Los Darthés que se escudaban en los discursos pseudo amorosos, en las novelas de la tarde, en las canciones melosas que cantaban con un crucifijo en el cuello, responden con una violencia que resulta mortal. También por eso, hablar de amor e indagar los velos y mentiras en los que aparece envuelto, es un gesto de cuidado político.

Con su consultorio emocional, que lanzó en una radio on line en 2012, Señorita Bimbo se ha transformado en un auténtico fenómeno popular. Tanto es así que ya prepara gira por el país con su primer libro Bimbotiquín Volumen 1. Consultorio emocional para la deconstrucción romántica, editado por Futurock. En esa FM conduce el programa radial “Furia Bebé”, junto a Malena Pichot y Martín Rechimuzzi. Bimbotiquín… reúne muchas de las consultas que Bimbo recibió y en las que reflexiona a través de una mirada que deja de lado los estereotipos y la corrección política para hablar con honestidad. En diálogo con Las12, dice: “Como feminista, desarrollar ideas sobre el amor es todo un desafío porque tenés que abandonar roles predeterminados y jerarquías que nos reprimen y nos hacen sufrir. En el libro suelo hablar del peso del amor romántico como religión, como un mito con íconos, santos, liturgia, como algo que no se cuestiona. Lo cierto es que a través del consultorio, un espacio que no es sexista ni héteronormativo, hablamos del amor en términos cotidianos”. Y agrega que esa inmersión en la intimidad es política “porque estamos pensando el amor de nuevo, eligiendo de nuevo, cuestionándonos a nosotrxs mismos y sacando las preguntas solo del espacio terapéutico para que formen parte de lo que compartimos”. 

En esa sintonía,¿quién de nosotrxs no se ha reído o compartido o retuiteado algunas de las viñetas de La Cope? Su autora es la dibujante, humorista gráfica y agitadora cultural Lía Copello. “La Cope acompaña mis cambios en estos últimos cinco años. Ella pasó de hablar de cosas ‘femeninas’ a incorporar el feminismo sin vueltas. En la tira relato cosas que me pasan o les pasan a mis amigas o que de alguna manera sé que están. Es un ida y vuelta que no tiene nada que ver con los mandatos sobre lo que es ‘masculino’ o ‘femenino’. Tener deseo, hacerse la paja, disfrutar, mandarse macanas, disfrutar, garchar con todo el mundo: eso nos sucede y es necesario hablarlo. Lo mismo, la idea de tener hijxs o abortar en un mundo donde eso no nos es permitido”, cuenta a través de su celular mientras va por la calle. En un momento, estalla en carcajadas por en medio de la enumeración pasó por delante de dos evangelistas. “Estamos buscando maneras distintas de vincularnos y esto tiene que ver con el feminismo. Todxs estamos medio perdidxs porque cambia la manera de ver cosas que antes naturalizábamos, como los roles de género o las ideas estancas de ‘nací paki’, ‘nací heterosexual’”, analiza. Quizás haya otras maneras de construir el deseo, sí. “Estamos atravesando un quilombo emocional pero creo que está buenísimo y espero que todo esto nos lleve a un buen puerto”, se entusiasma.

Hace pocas semanas, la periodista Nina St. Pierre publicó el artículo “Mujeres de más de 30 que dejaron a sus novios o maridos por otras mujeres” en la revista estadounidense InStyle. Allí relata el modo en que se enamoró de una chica luego de una vida de relaciones amorosas con varones. St. Pierre observa que esta es una decisión cada vez más extendida y que esa fluidez ha recibido comentarios sexistas donde los varones vuelven a situarse como parámetro universal al arriesgar opiniones como “no diste con el hombre adecuado o quizás siempre fuiste bisexual”. Ella responde que aquello que se desea en un instante de la vida no necesariamente se deseará en otro: “No hay buenas o malas decisiones sino cambios que sintonizan con los ciclos vitales, que justamente son inestables y por eso, abren de manera constante interrogantes y posibilidades diversas de goce”. De hecho, muchas feministas eligen cobijarse entre sí y explorar relaciones lábiles donde entren la amistad, el afecto, el sexo o las formas personales en que cada quien manifiesta su erotismo. Otras expresan su deseo de ser lesbianas, idealizando una identidad sexual por la enorme distancia que las separa de los varones hétero.

El libro Ética promiscua, de Dossie Easton y Janet Hardy, abrió la posibilidad de explorar el sexo, el amor y la intimidad más allá de la monogamia convencional a mitad de los noventa. El terreno aún continúa en expansión y su popularidad es tal que en Instagram se puede acceder a @PoliamorYMemes, con memes (justamente) deliciosos, como el de gatitx panza arriba con cara de circunstancia junto a la leyenda “Cuando te dice que no puede verte hoy porque ‘tiene cosas que hacer’ pero vos sabés que va a salir con otrx y no te lo cuenta porque sabe (que) sos re exageradx y siempre malflasheás”.

Gabby De Cicco es poeta, artivistx y creadorx de la Red Informativa de Mujeres RIMA, entre otros proyectos con mirada lesbofeminista. En su último libro de poemas, La tierra de los mil caballos, escribe: “Habría que amar hasta que se acabe el mundo conocido”. Dice que la literatura en general y la poesía en particular le permitieron explorar su identidad, su deseo y su potencial ya que “lo personal-poético es político”. Ha recorrido un largo trecho desde ser “una tortita” a mitad de los ochenta a convertirse en “torta no binarix” actualmente. El arco temporal es útil para pensar en la expansión de sus experiencias afectivas, que incluyen las poliamorosas. “Según lo que vi, charlé y sentí, creo que es un potencial como forma de relacionarse para todo el mundo pero a la vez, no es para todo el mundo”, aclara. De la mano del activismo y la poesía, la búsqueda poliamorosa, en su caso, ha sido uno más de los momentos de su vida pero no el único. Sobre ese devenir se recorta una indagación profunda: la gesta de la identidad propia. “Me parece que otra ruptura dentro del sistema normativizado de amores y vínculos es la explosión de identidades. Estamos trabajando en la libertad de decir quiénes somos y en las distintas posibilidades de vincularnos con otras personas amorosamente, sexualmente y aun, asexualmente. Y eso es verdaderamente revolucionario en esta etapa”.

Lxs discursos y prácticas amorosxs en vías de reinvención incluyen la potencialidad de decir “No” frente a los abusos, las injusticias y las machiruleadas. Esto es lo que colgó la escritora, poeta, actriz y performer trans Camila Sosa Villada –autora del poemario La novia de Sandro y de la reciente autobiografía El viaje inútil– en su muro de Facebook: “No, no lo creo. No me gusta. No quiero. No acuerdo. No acepto. No lo voy a hacer. No me importa. No me calienta. No me erotiza. No te perdono. No te deseo. No lo necesito. No puedo. No me divierte. No lo sé. No me caen bien. No está bien. No es ético. No me parece. No te voy a esperar. No voy a ir. No, ni en pedo”.

Desde Córdoba, donde vive, Camila enfatiza: “Para las travas es muy necesario que las personas acepten que somos sujetas de deseo. No queremos que nos estudien o que nos maten sino que tengan deseo de nosotras. Eso es político”. “Durante muchos años viví relaciones muy héteronormadas con tipos que me mantenían a la sombra porque se supone que querer a una travesti es una cosa terrible. Pero también tuve dos relaciones hermosas”, cuenta. Subraya que el amor debe ser un espacio para estar a salvo, como la escritura. “Cuando pienso en el amor, evoco ese poema de Roberto Juarroz: un amor más allá del amor y del rito del vínculo, sabiendo que como hijas de esta sociedad, las travestis hemos aprendido a tenerle miedo al amor, a odiar lo que deseamos como respuesta al odio que recibimos. Así que las primeras luchas son con una misma para permitirse querer. Y antes que nada, quererse”, agrega. 

Las ideas evolucionan a toda prisa y esa vorágine es una bocanada de aire fresco a la hora de imaginar nuevas posibilidades amorosas. Pero las emociones avanzan lentamente y no podemos cambiar nuestra forma de sentir de manera repentina. Son muchos siglos de patriarcado los que llevamos a cuestas: aún estamos buscando herramientas para comprender nuestras emociones y transformarnos en divxs del disfrute. Todo indica, sin embargo, que la revuelta íntima y la política se encuentran, se abrazan, se besan, se desean, se transforman mutuamente. Dispuestas al amor y al deseo, están aquí para quedarse.

 

Sebastián Freire