Se presiona play y Sonya, treinta y años, cuenta que le costaba llegar a un orgasmo y solía fingirlo. Luego, desnuda, se abre de piernas y muestra qué puntos toca de su vulva para acabar, sin pudor, con una naturalidad envidiable. Sonya es una de las dos mil mujeres entrevistadas en la investigación realizada por Lydia Danilley y Rob Perkins –como única presentación eligen decir que ellas es lesbiana y él heterosexual– para acabar también con el silencio en torno a las prácticas posibles para tener muchos y buenos orgasmos. Luego de recopilar testimonios de personas con vulva, se unieron a profesionales de la sexología y fundaron un sitio web donde las voces son claras, la imágenes nítidas y lo que se cuenta está muy cerca de las experiencias, las dudas y el deseo de ver y aprender sin estar atada a reglas patriarcales, binarias y heteronormativas, donde el placer generalmente es falocéntrico. El sitio se llama OMGyes –oh my god, yes; esa frase típica del porno mainstream que le agradece a dios lo que pasa en la tierra cuando un orgasmo empieza a latir y a emitir sus hermosas ondulaciones–, tiene una suscripción paga y ofrece, además de los videos prácticos y testimoniales, un juego interactivo para estimular una vulva virtual y saber si vamos por el camino correcto. O al menos por el que lleva al orgasmo.
Parecería que la sexualidad femenina es uno de los últimos bastiones donde el pudor y la moral persisten. En grupos de amigxs, charlas, y en la cama se van dejando atrás viejas inseguridades y preconceptos, pero todavía subsiste en gran parte de las relaciones sexoafectivas el desconocimiento o desinterés en el placer sexual femenino, queer, trans y travesti. Y se siguen escuchando, leyendo y repitiendo los manuales de instrucciones que desde los medios supuestamente “femeninos” proponen formas correctas de gozar en términos academicistas, con sexólogos llenando minutos de aire, marcando el cómo y con quién, con títulos como “Diez formas de llegar al orgasmo”, “Cómo darle más placer a tu chico” y así miles de tapas de revistas femeninas. Qué cansadora la heterosexualidad obligatoria; oh my god, yes.
Las series de televisión no son mejores. El sexo es blanco, hetero y rápido, treinta segundos de franeleo bajo las sábanas y un orgasmo exprés. Recién con series como Orange is The New Black se habla de placer sexual lésbico y trans. La serie Sex Education de Netflix –aclamadísima este verano– también muestra el deseo de transformarse, de reconstruirse como individuo y experimentar una sexualidad más libre, con cuerpos no hegemónicos que exploran y disfrutan.
Ney tiene 34 años, es lesbiana y activista del colectivo LGTBIQ. Dice que es un logro poder hablar de masturbación, de las cosas que gustan o no en el sexo, de placer sexual disidente. “Me gustaría decir que en comparación con la sexualidad hetero, la lésbica es más libre pero no lo sé. También hay que aclarar que hay lesbianas trans. Hablar de placer sexual disidente es algo por lo que venimos luchando lesbianas, trans y todo el espectro de la disidencia porque es un derecho que hasta hace poco era sólo patrimonio de pocos”, explica.
Un estudio estadounidense sobre comportamiento sexual realizado en 2017 mostró que sólo el 65% de 50.000 mujeres entrevistadas habían alcanzado un orgasmo en relaciones heterosexuales, mientras que el 87% lo había alcanzado en relaciones lésbicas y el 67% en relaciones bisexuales. Otro estudio muestra que el 81% de los orgasmos femeninos no son por penetración, entonces, ¿por qué nos siguen diciendo todo lo contrario?
Sofía tiene 29 años. Dice que, hasta hoy, con sus amigas no hablan de masturbación, que el tema sigue siendo tabú. “Creo también que aún hoy nos sentimos condicionadas por lo que se espera de nosotras y de nuestros cuerpos, como si el hecho de no tener un cuerpo perfecto no te permitiera disfrutar. Tenemos orgasmos con o sin celulitis, con o sin panza. Sucede que para conectar con el placer nosotras mismas, hay que sentirnos sensuales y ahí es cuando el sistema nuevamente nos oprime y no nos permite sentirnos cómodas con nuestros cuerpos”, cuenta, y toca un punto fundamental: ¿Qué se espera de nosotras, aún, en el sexo?
Candelaria Botto de Economía Feminista explica desde su vivencia y militancia su relación con la masturbación: “Yo tengo 27 años, no tuve educación sexual y mi educación sexual fue la pornografía mainstream, donde el placer está centrado en el varón y donde la mujer es un objeto sexual. Empezar a repreguntarse eso y reconstruirse como una persona deseante, viendo qué prácticas gustan y qué prácticas no gustan es un proceso que no termina nunca, es un cuestionamiento diario. Creo que el movimiento feminista plantea muchos cambios y la sexualidad sin duda es uno de ellos”.
Camila tiene veinte y compró juguetes sexuales para usar con su novio. Dice que, al principio, él la miró de forma extraña y le preguntó si era necesario. Ella dijo que sí. “Cuando estaba en cuarto año invitaron a una pareja religiosa a contarnos sobre sus relaciones o, mejor dicho, su falta de. Nos separaron a las mujeres por un lado y a los chicos por otro, y la esposa de la pareja nos dijo que ellos tenían sexo una vez por mes y eso era todo. Casi me muero”, cuanta Camila, entre risas.
Una de las acciones previas al paro de mujeres del 8 de marzo del año pasado fue el orgasmatón, que consistía en regalarse un orgasmo a las 0 horas del día del Paro Internacional Feminista. “Exija su orgasmo, compañera”, se decía en las redes. “Exigir” es algo nuevo para muchas, entender que merecemos disfrutar sin necesidad de autorización de nadie. El tema es a quién se lo exigimos. OMGyes no te da orgasmos pero sí testimonios gráficos con tácticas y estrategias para la diversión y el cansancio posterior de las personas con vulva y organiza la información en 12 apartados que van desde “rodear” hasta “insistir” u orbitar, acentuar y señalizar. También se puede aprender a hacer un sándwich de clítoris -los labios serían los dos panes- o el famoso “código morse” que consiste en aplicar pequeños o sostenidos golpes sobre las zonas sensibles hasta llegar al orgasmo.
La creación de sitios web como OMGyes demuestra la necesidad que tienen miles de hablar de estos temas, expresarse y recabar información, conocerse.