Una breve ceremonia que tuvo al agua como instrumento esencial sirvió de introducción para ambientar y poner en sintonía al público antes del arribo de Gustavo Santaolalla y la “Santa Banda” al escenario del Colón. La primera función del Festival Únicos había estado a cargo de Pedro Aznar -y la sorpresiva reunión de Serú Girán-y era el turno ahora del ex Arco Iris, quien también propuso un repaso por toda su obra musical con el espectáculo Desandando el camino. El músico y productor retornó hace dos años a los escenarios y a las giras extensas por el continente con un concierto en el que sintetiza sus inquietudes por la música de raíz folklórica y su relevante biografía en la historia del rock argentino. De este modo, dividió el concierto en dos partes: una más camarística y folklórica, y otra un poco más eléctrica y rockera, aunque todo sonó hilvanado y fluido.
Durante el concierto, Santaolalla recordó a dos personas que marcaron su vida: su madre Ofelia y Jaime Torres. A la primera le dedicó “Zamba” y al segundo, la instrumental “De Ushuaia a La Quiaca”, compuesta junto a León Gieco. “Toco el ronroco por Jaime Torres, un maestro de la vida, que llevó el charango por todo el mundo”, dijo y le dio lugar a uno de los momentos más emotivos de la noche. El músico estuvo acompañado por una banda que logró embellecer las canciones y potenciarse con las características acústicas del coliseo: Barbarita Palacios (voces, guitarras, percusión), Javier Casalla (violín, viola, guitarra), Nicolás Rainone (contrabajo y bajo), Pablo González (batería) y Andrés Beeuwsaert (piano, vibráfono). El ensamble abordó con la misma calidez la litoraleña “El camalotal”, la folklórica “Río de las penas” (“a Mercedes le gusta mucho”) o la adolescente “Canción de cuna para un niño astronauta”, que evidencia el interés del músico por “las galaxias, los planetas y los extraterrestres”.
En la segunda parte del espectáculo, la banda subió el volumen en varios sentidos. Entre el público, se encontraba Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo, y Santaolalla no desaprovechó la ocasión para decir unas palabras. “La que sigue es una canción sobre la integridad en este mundo tan complejo. Hace falta cada vez más amor, lucha y compromiso. Pido un aplauso para Nora Cortiñas”, dijo antes de “No existe fuerza en el mundo”, un himno de los derechos humanos. Luego, entregó pasajes instrumentales con el ronroco (“The last of us”, música compuesta para un video juego), se colgó la caja para la copla “No sé qué tienen mis penas”, regaló “una que sepamos todos” con “Mañana campestre” –en versión country–, de Arco Iris, y encendió al Colón con “Pa’ Bailar”, de Bajofondo y su tango electrónico. Así finalizó esta gira que había comenzado en este mismo recinto y que dio como resultado el disco en vivo Raconto (2017), un recorrido por cuatro décadas de música.|