Siguiendo la megalomanía del género, podría llamarse Ali Rey Champion, pero no. Dos veces campeón colombiano de skate en su adolescencia, el rapero de Bogotá ríe ante la sugerencia: “¡Sería muy pretencioso!”, exclama Ali Rey Montoya, y se mata de risa. Lejos de la misoginia y la ira de gran parte del hip hop masivo, supo mantener los pies en la calle: “Siempre traté de ser transparente con mis sentimientos, fueran de amor, melancolía o desarraigo, y salir del estereotipo del hip hop más hardcore, que solo canta sobre drogas y mujeres”.
Ali, que debutó en 2005 con El arte de la calle y ya tiene cuatro discos llenos de hits, vivió 9 años en Avellaneda (y antes en Ecuador): “La violencia está presente en todos los lugares y no se es violento sólo con un arma, pero en Argentina esa violencia no resulta tan natural como en mi país. En Argentina aprendí sobre la protesta no violenta, esa actitud espontánea de pelear siempre por tus derechos. Gente como El Núcleo –Ali produjo su excelente Holocausto verbal–, Kris Alaniz o La Conexión Real han sabido hablar de otro tipo de vivencias; y hay cientos más”.
Aunque rapea como un campeón, uno de los secretos de Ali es su talento como beatmaker y para encontrar gemas en viejos vinilos de Oscar Agudelo, Julio Jaramillo, Carlos Gardel o Los Visconti, que escuchaban sus padres: “Los beatmakers tenemos el privilegio de reencontrarnos con la música y recobrarle el valor. Cuando comencé a hacer beats, empecé a samplear soul, jazz o funk, pero también mucho bolero latinoamericano de los ‘70 y ‘80: Sandro, Leo Dan o Nicola Di Bari son súper sampleados. Al que escucha hip hop, si la letra es buena, no le importa que un loop sea simple. Pero yo necesito escuchar una buena música para improvisar”.
Con Donald Trump sembrando paranoia e irritación, escuchar a Ali rapear es tan familar como estimulante: su rescate de la escena contemporánea y local resulta tan convincente como su fascinación con Atahaualpa Yupanqui y Juan Román Riquelme: “De los argentinos me enamora lo apasionados que son: mi hija Emily es argentina y mi mujer se hizo hincha de Racing, pero yo soy súper bostero. El hip hop en Argentina es más fiestero, no tan hardcore como en Bogotá, y es más de cancha: la última vez que toqué la gente cantaba todos los estribillos: ¡me sentí Riquelme! Me encanta Román, incluso más que Tevez, con esas respuestas lacónicas que daba al periodismo: él hablaba en la cancha”.
* Domingo 12 en Beatflow, Córdoba 5509. Desde las 18 con Tortu, Kris Alaniz, MC Dome y Jesús Vázquez.