Jonathan Thea, gestor cultural y dirigente de Seamos Libres, está promoviendo, desde su espacio político, la Campaña Corsos Libres de Acoso para que toda mujer o disidencia sexual acosada en los carnavales porteños sepa adónde recurrir y qué hacer ante esa situación, tal como publicara PáginaI12. La campaña, por su calidad de incipiente, se nutre de las propuestas que van surgiendo en cada corso ante diversas situaciones.
–¿Cómo nace la Campaña Corsos libres de Acoso?
–Se nos ocurrió lanzarla con compañeras con quienes asistimos a los corsos para que sean un espacio más seguro para las mujeres, pibas, lesbianas, trans que participen. La idea es que si sufren algún tipo de violencia o discriminación, puedan canalizarlo. La murga es un ámbito donde hay mucho por hacer y, a la vez, un montón de pibas murgueras se están organizando para que las letras no sean letras sexistas, para que haya más presencia de mujeres en el lugar de los bombos y redoblantes, mayormente ocupado por hombres. A veces se dan situaciones complicadas, por eso quisimos hacer un aporte para garantizar de la mejor manera una fiesta para todos y todas. Nunca se había hecho algo así en los corsos y es una experiencia que se nos ocurrió con poca anticipación, por lo que no pudimos darle la preparación que nos hubiese gustado.
–¿A qué autoridades se la presentaron?
–Les propusimos acciones a los organizadores de los corsos de la Ciudad de Buenos Aires para llevar adelante los fines de semana, entre ellas, una capacitación para que quienes trabajan en Seguridad sepan cómo intervenir, con números de teléfonos y un protocolo mínimo de cómo accionar. También hay compañeros distribuyendo folletos durante los corsos, en los que se difunden los derechos que una mujer tiene y qué hacer en caso de sufrir acoso y violencia. Grabamos un spot y desde los escenarios se lee un texto. Vamos ajustando las acciones en función de lo que va pasando.
–¿En qué consiste el protocolo que mencionás y qué información tienen los folletos que entregan?
–Les decimos a los de la organización y la seguridad que no respondan con violencia porque cuando hicimos la reunión comentaban “Vimos una situación y los cagamos a piñas”, y eso violenta más. Tratamos de desarrollarlo armónica y fructíferamente, escuchando a la persona que sufrió. Hay que garantizar que quede acompañada, preguntarle qué quiere hacer, no recomendarle que se retire del corso, porque eso es, de alguna manera, ponerla en una situación de inferioridad. Identificar a la persona que agredió, pedirle que se retire del corso, y si persiste pedir intervención a la policía. En los folletos que entregamos figura lo básico: el 107, que es el SAME, en caso de alguna situación de violencia física; el 144, que es el de violencia de género; el 911, que es el de la policía, y el 137, que es para todo tipo de urgencia.
–¿Se generan resistencias a este tipo de campañas?
–Hay mucha gente grande que viene organizando y son referentes de murgas que les cuesta asimilar estos nuevos debates y planteos. Creo que es un proceso que hay que ir dando, que va a llevar su tiempo. Algunos se mostraron receptivos y otros no, pero tengo fe que con el tiempo van a abrirse para que también en los corsos de la Ciudad de Buenos Aires puedan darse estos debates.
–¿Cuáles son los inconvenientes que surgieron al implementarla?
–Situaciones de violencia y acoso donde no pudieron intervenir de la manera en que lo habíamos pautado, no por mala voluntad, sino porque la situación se sobrepasó. Cuando fuimos a hacer la capacitación no creyeron que eso podía ocurrir, o no creyeron que la campaña iba a tener el impacto que tuvo. Al repartir los folletos y plantearlo desde el escenario, se acercaron pibas, que constantemente viven situaciones de esas características. En el momento de la capacitación, algunos no estaban lo suficientemente atentos, prestando atención, y cuando el tema apareció, no pudieron resolverlo como lo dijimos. Pero no por mala voluntad, porque los organizadores de los corsos tienen la mejor para que la campaña se lleve a cabo. Más de cien murgas están participando de los festivales, pero hay muchísimas más, porque hay corsos por fuera del circuito oficial, en un promedio de entre 100 y 150 personas por murga. Y está bueno dar el debate de la agenda feminista al interior de la murga y de los corsos.