No se equivocaron ni calcularon mal ni pasaron cosas. Hemos tenido que soportar durante estos años la puerilidad de muchos dirigentes, incluso algunos que podríamos llegar a votar en esta circunstancia de excepción, pidiéndole al Presidente un cambio de rumbo, o que “escuche a la gente”. Macri está ubicado en otra sintonía. Y es en relación a esa sintonía distópica, que hay que dimensionar en sus distintas facetas (el saqueo económico, la guillotina social, la corrupción sin velo, el racismo de clase, la autopercepción de supremacía), que hay que tomar decisiones.
Cuando esta semana Macri dijo que “estamos mejor que en 2015” lo dijo en serio. Hasta para el cinismo se necesita un interlocutor. Macri lo tiene pero no es el pueblo ni la ciudadanía ni como se le quiera llamar a la gente común. No nos habla a nosotros. Su nosotros inclusivo nunca ha sido inclusivo al modo que se lo pretendió entender. Discursivamente Macri habló muchas veces de “los argentinos” pero nunca de “nosotros los argentinos”. Su “estamos mejor” recae en otro lado: estamos (él, ellos) mejor que cuando las mayorías habían sido inducidas no sólo a pensar, sino a experimentar la vida sin sobrellevar la zozobra de saber si podrían seguir teniendo un techo, terminar sus estudios, cenar todas las noches, vacunar a los hijos. Todo eso no sólo no lo va a reparar sino que lo profundizará hasta que encuentre hueso. “Estamos mejor” o “estamos en camino” no significa que bajará la inflación ni que habrá más trabajo. Por el contrario, esos son los resultados que él tiene para exhibir a los acreedores externos para que le suban el puntaje: cuanta más miseria genere, mayor corrupción produzca y cuanto peores sean las condiciones de vida de la población en general, seguirá diciendo que “estamos mejor que en 2015” porque sigue aferrado –y lo estuvo desde la campaña– a la idea de sustraer a “los argentinos” todo lo posible, material e inmaterial –desde derechos laborales a felicidad o entusiasmo–. Esa fue siempre la meta y ése será siempre el camino. Con Macri o con los que ofrezcan una versión light de Macri no hay otro camino. Es el único.
Visto desde la perspectiva de Macri o de algunos de sus críticos por derecha, como Espert, no existe ninguna posibilidad de un nosotros inclusivo, así que cuando alguno de ellos hable de “nosotros” uno no debe entenderse adentro de la frase sino todo lo contrario: cuanto mejor le vaya a Macri y cuanto más encaminada esté su estafa electoral, “los argentinos” seremos una carga o un obstáculo del que habrá de deshacerse o aplastar para seguir el proyecto buitre: Macri tiene en mente un país chatarra, cuya tarea cultural es convencer a la mayor cantidad de gente posible, como lo intenta Clarín y quedó plasmado en el video viral de TKM, que los derechos fueron el principal equívoco del populismo, por cuanto permitieron que millones probaran el sabor de una vida con posibilidad de ser planificada y que accedieran a la movilidad social ascendente.
No es muy original todo esto. Pero la lengua es ambigua y el Pro suele tender trampas lingüísticas como siempre lo hace la derecha. Muchos empleados, taxistas, obreros, docentes, amas de casa y jubilados, entre otros, se sintieron convocados en 2015 a un “cambio” abonado con el odio al kirchnerismo. Los presos políticos estaban pensados de antemano. En qué términos y con la ayuda espuria de quiénes está más que a la vista. El caso Stornelli tal como fue documentado es en ese sentido un desenmascaramiento de mecanismos ilegítimos e ilegales para, de paso, como en la dictadura, mantener detenidos a opositores sin sentencias firmes y hacerse de muchos miles de dólares extorsionando a gente con dinero que tampoco entra en su nosotros inclusivo. Este no es un gobierno de ricos. Ya vimos cómo hay ricos a los que les hacen pagar su propia libertad so pena de darles el mismo tratamiento que a un ex funcionario kirchnerista.
El de Macri es un gobierno de elite, de una elite nueva y mucho más acotada que el conjunto de “ricos”. Una elite inculta, formada solo para ganar dinero, formateada como las mafias, entre primos, ex compañeros de colegio, esposas, hijos, tíos, hermanos de funcionarios políticos y judiciales, más un puñado de periodistas que participan de generosas tajadas de torta económica para fingir que lo que pasa no pasa, y colaborar para que mucha gente siga creyendo que lo que no pasó fue un delito. Debe haber pocas imágenes tan elocuentes para poner en escena un dispositivo de falseamiento de la verdad como aquellas excavadoras buscando El Dorado en la Patagonia. Esa búsqueda de bóvedas o cajas con dinero enterradas que nunca fueron halladas porque nunca existieron, proporcionaron al mismo tiempo entretenimiento (los noticieros adoran repetir ese tipo de imágenes) y condena. A Macri no le importa la realidad. Le importa tensar la sensación de irrealidad.
Vemos cotidianamente la putrefacción de nuestro sistema judicial. Hay culpables libres y hay inocentes presos. Hay sadismo con los presos cuya culpabilidad no fue probada. Macri también lo adelantó muy claramente: “Si todo el mundo cree que es culpable…”, dijo, refiriéndose a Milagro Sala. Los que no la creemos culpable no existimos en el universo imaginario de la nueva elite, que es un híbrido entre algunos exponentes de apellidos mata-indios, gorilas, genocidas, servicios de inteligencia autocomandados en base a extorsiones, y el equipete amoral del Pro, cuya relación con la mentira es excelente y su base de sustentación en la opinión pública siempre fueron las operaciones de acción psicológica.
Mientras tanto, mientras el régimen da señales de agotamiento para volver a prender en sectores que lo votaron y que mes a mes vienen siendo atacados por el gobierno al que le creyeron, la oposición sigue en su nube, haciendo sus cuentas, aumentando la zozobra, pretendiendo coincidencias en los matices y no en las contradicciones principales, como si lo que tuviéramos por delante fueran elecciones normales. No van a ser normales. Hace muy bien Jorge Taiana en pedir veedores y sacar al mundo la preocupación por la posibilidad de un fraude. Se podría contabilizar un ilícito desde el primer día de gobierno de Macri. No abandonarán el poder simplemente por no ser los más votados. Ese hecho merece que se bajen las guardias y las aspiraciones, que se modulen las sospechas sobre dirigentes que no son de la propia organización, que se salga a hablarle al ciudadano que no forma parte de ninguna, que se detenga cierto mecanismo “caza-progre” que va en alza. Hay debates que deben quedar ya en suspenso para hacernos cargo de esta hora dramática del país. Hace falta estar ubicados en tiempo y espacio, tomar real conciencia de la gravedad límite a la que nos han arrastrado, y convertirnos en una gigantesca máquina de empatía para avanzar juntos y defendernos juntos, porque de esta se sale colectivamente o no se sale.