Desde los doce años toco la trompeta. Hasta los 23 sólo toqué música clásica. 

En mi pueblo, Cruz Alta, se realizaba un festival de jazz todos los años donde yo participaba con la banda local. Una banda que era el resultado de una escuela de música juvenil llamada Silvio Agostini. Tocábamos algunos temas de Glenn Miller muy conocidos y algún que otro clásico de la época de las big bands.

Con el paso de los años el festival fue sumando agrupaciones de la zona, luego de Rosario y Buenos Aires. Fue en una de estas ediciones cuando me sorprendió que algunos de los grupos tocaban sin partitura. Yo había escuchado hablar de la improvisación y hasta alguna vez había intentado algo similar, pero hasta el momento nada serio, seguía mi camino de músico clásico tocando en la Orquesta Sinfónica Juvenil de Rosario y en la Orquesta de la Opera, hasta que decidí empezar con clases de armonía e improvisación.

Tenía veintitrés años, creo, y ya vivía en Rosario. Mi profesor, Julio Kobryn, termina su primera clase y me entrega dos discos, “copialos, escuchalos y traelos de vuelta” me dice. Eran los primeros discos de “jazz moderno” que llegaban a mis manos. Los dos discos me marcaron mucho. Fueron el comienzo de una interminable escucha de grabaciones. 

Pongo uno de esos discos en el reproductor y después de unos minutos dije: “¡ésta es la música que quiero tocar!”. No entendía mucho realmente qué pasaba, por qué esa música era tan profunda. No tenía el suficiente conocimiento para desmenuzar la obra y entenderla a nivel armónico, rítmico, o para pensar en la interacción de ese grupo. Lo cierto es que la música tenía una profundidad que no había escuchado antes.

Ese fue el punto de partida de mi carrera en el jazz. 

Esta obra es, para mí, una obra perfecta en la historia de la música, como podría serlo una sinfonía de Beethoven, o una ópera de Puccini. No hay lugar para un mínimo reproche de algún tipo. Todo está en su lugar y a la vez todo está en un lugar que nunca antes estuvo. 

Hoy re escucho esa grabación una y otra vez.

Me refiero al primer track del disco Kind of Blue de Miles Davis, llamado “So What”. 

Son poco más de nueve minutos de música. 

Recuerdo la sensación que me produjo escuchar el sonido de la trompeta de Miles. Nunca antes había escuchado a Miles. La entrada al solo, que es algo tan simple que se vuelve complejo cuando uno quiere imitarlo. Los siguientes solos. Todo está tocado con una energía muy particular que nunca había escuchado antes. Es como un resumen de todo lo que hay que hacer a la hora de tocar jazz.

A partir del último sonido y antes de que arranque el siguiente tema decido dedicarme a tocar jazz con la ilusión de alguna vez estar cerca de algo similar a lo escuchado. 

Esta obra me ha marcado para siempre, por la claridad conceptual, la energía, la sinceridad con la que escucho a los músicos. Pienso en aquella sensación de plenitud e intento a partir de eso llevar mi música adelante. No importa qué tipo de jazz esté tocando. Espero que la música llegue al lugar mágico que llegó en aquella sesión histórica.

Aun hoy me pregunto cómo Miles habrá logrado aquella atmósfera perfecta. Muchos dicen que el estudio ayudó con el sonido. Otros que fue la incorporación del pianista Bill Evans. Sin duda todo ha influido, pero tiene que haber algo más. Creo que son esos episodios de la historia en que todo se alinea, no digo por azar ni mucho menos. Miles es el máximo responsable para mí de éste episodio tan significativo en la historia de la música y especial en mi carrera.

Hoy puedo desmenuzar la obra y analizarla más que en aquel momento. De todas maneras no es necesario para disfrutarla. 

Me pregunto cuántos habrán sido influenciados por esta obra, en uno u otro aspecto. 

Desde entonces he vuelto a escuchar “So What” de Miles Davis una y otra vez. Esa obra que en 1959 cambió la historia del jazz para siempre.


Mariano Loiácono nació en Cruz Alta, provincia de Córdoba. Empezó a tocar trompeta a los 12 años en la Escuela de Música Silvio Agostini. Luego vivió en Rosario y después en Capital Federal. En sus comienzos como músico clásico fue primera trompeta de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Rosario y tercera trompeta de la Orquesta de la Ópera de Rosario. Como músico de jazz ha grabado seis discos como líder y uno en colaboración con Adrián Iaies. Ganador del Premio Clarín Revelación de Jazz 2008, Diploma de Honor Premio Konex 2016, Premio Cóndor de Plata mejor música de película 2017, nominado a los premios Martín Fierro como mejor cortina musical 2016. Ha tocado con grandes músicos de la escena internacional del jazz como Vincent Herring, Antonio Hart, David Williams, Dave Douglas, Eric Alexander, Joe Farnsworth entre otros. El viernes 22 y sábado 23 de febrero, tocará en doble función en Bebop Club, a las 21 y a las 24.