Período de transición entro lo que fue, el sorprendente disco debut Dueño de tango, y lo que está por venir: un trabajo que profundiza el olfato creativo de Don Olimpio. Repensar la música popular argentina y la complejidad del ensamble, es decir. Tal estadio intermedio es el que se verá y escuchará esta noche de sábado en La Usina (Caffarena 1) cuando el noneto encabezado por Nadia Larcher, provoque su primer concierto del año en Buenos Aires. “La idea es repasar las canciones del disco publicado, visitarlas desde lugares nuevos, digamos, y presentar otras del que está por venir”, enmarca la experimentada cantora catamarqueña. “Son canciones” –sigue ella—“que, desde lo estético y conceptual, continúan la búsqueda de Dueño no tengo, y a la vez nacen de nuevos compositores como José Luis Aguirre”, detalla.

A gozar entonces de una nueva incursión de este fino grupo de raíz folklórica que viene sumando poderosos bríos en el camino de contrarrestar esa subespecie de folklore gritón, opaco, romanticón y desnaturalizado, que intoxica los festivales veraniegos. Bríos que tracciona a nivel música, claro, pero también con la dignidad de una idea como trasfondo. “Estamos atravesando estos tiempos con mucho dolor”, retoma Larcher, cuya voz orada en la veta de Mercedes Sosa. “Como artista, siento que la desaparición del Ministerio de Cultura a manos de políticas nefastas ha sido un golpe muy duro. La mercantilización de la cultura es un aspecto muy complejo que venimos discutiendo desde hace mucho tiempo y desde diferentes ámbitos, pero antes teníamos el resguardo de un Estado presente en asegurar y garantizar que ciertas redes se tejan hacia los sectores más vulnerables, y hacia regiones del país muy olvidadas. El presente, en cambio, es muy crítico porque son derechos humanos que se están vulnerando. Es por eso que estamos y necesitamos estar activos y activas, haciendo”.

El grupo, que completan Juan Pablo Di Leone en flautas, Federico Randazzo en clarinete, Juan Manuel Colombo y Leonardo Andersen en guitarras, Diego Amerise en contrabajo, Agustín Lumerman en percusión, Milagros Caliva en bandoneón y Andrés Pilar en piano, arreglos y dirección, debe su nombre al abuelo de Pilar, a quien su profesor de música le frustró el deseo de ser músico “por no reunir las condiciones”. “Nos pusimos así porque esos preconceptos y prejuicios hicieron que él, como tantas otras personas anónimas, abandone para siempre su pasión y deseo. Muchos años después nosotros queremos liberar esa pasión y cantar por él, y por ellos. De alguna manera venimos a decir ´la música será libre y de todxs o no será´”, cuenta la voz cantante de un noneto que, pese a su joven vida, ya se alzó como un Gardel al Mejor Álbum Nuevo Artista de Folklore. Y ha compartido escena con una parte esencial de la música argentina (Juan Quintero, Micaela Vita y Luna Monti, entre otros) además de brillar en el Encuentro Nacional de Músicos en Rosario y en el Festival del Fuerte, en Andalgalá, Catamarca.

 --¿Qué se disparó en el grupo a partir de Dueño no tengo, y cuál es el balance que hace sobre él y sus músicas, en estos dos años de andar?

 --Ha sido una experiencia muy buena para nosotros. Desde el inicio fue vertiginoso pensar cómo haría una banda de nueve personas para tocar, moverse, compartir la música, y coordinar horarios. Pero lo logramos, y el balance es muy positivo. El disco viajó a todo el país y logramos compartir encuentros en otras regiones. Nuestro último concierto fue en el Festival del Fuerte, así que venimos dispuestos a llevar nuestra música donde podamos. Es parte de nuestra responsabilidad como artistas, en estos tiempos en que el mercado impone muros entre la música nuestra y el pueblo. 

 --Pregunta logística ¿Cómo se sostiene un noneto con las posturas estéticas e ideológicas que acaba de expresar y, sobre todo, con esa cantidad de gente?

 --Se sostiene por varios factores: el amor por la música, la admiración y el respeto que nos tenemos, la confianza y la fuerza de sentir que somos un colectivo de trabajo, el respeto por lo que cada uno aporta y la sensación de estar poniendo el cuerpo a un objetivo que nos trasciende, que es el de seguir convocándonos como seres humanos para ir al hueso de nuestro sentir: vivenciar nuestras emociones sin control, sin patrón, sin estereotipos y sin manipulación. Queremos que las personas que vienen a nuestros conciertos experimenten sentir con libertad. Después de eso, todo es trabajo sin cesar. Somos nueve laburantes poniendo el cuerpo para que sea la música. 

 “Increible! Una bocana de aire entre tanta tristeza” dice un comentario de youtube de esos que aparecen debajo del link del disco. Más allá del elogio, siempre subjetivo, claro ¿Qué es lo que piensa usted sobre el rol de la música en una sociedad inundada de angustias?

 --Que es importante poder generar alegría, esperanza, amorosidad y fuerza en las personas, y esto no es lo mismo que entretener, distraer y manipular. Por el contrario, es parte del legado que nos ha dejado Mercedes Sosa, en especial a las mujeres. Es importante que seamos cientos, miles cantando en toda Latinoamérica, porque ella nos dejó el impulso del canto como forma de lucha… Esta es nuestra bandera.