Desde Buenos Aires

La combi que salía desde la Sede de la Gobernación llegó temprano, con tiempo para una previa antes de entrar al Teatro Colón de Buenos Aires donde tocaban los queridos músicos de la Trova. Pocas horas antes del recital, producido por el Ministerio de Innovación y Cultura del Gobierno de la Provincia de Santa Fe en el marco del ciclo "Únicos", de la Ciudad de Buenos Aires, salió Rubén Goldín a la vereda de la 9 de Julio. "Ustedes son la Trova", saludó el compositor a la prensa en un improvisado verso que llegó a cada corazón, como siempre.

¿Como siempre desde cuándo? Eran de la partida dos poetas, quienes evocaron una adolescencia de recitales de la Trova a comienzos de los '80. Un periodista rosarino igualmente veterano les venía haciendo el aguante a los legendarios trovadores, ya como profesional, casi desde entonces; y ahí estaba. La espera a la vuelta del Colón en "el bar de Julio" fue amenizada con swing y sentimiento por los viejos tangos conocidos que interpretaban tres jóvenes: los cantores Santiago Federico y Mabel Mendoza y el guitarrista Augusto Bellorini. Mientras este pequeño milagro urbano sucedía, autoridades oficiales de la provincia y personalidades de la cultura acudían para sumarse a la gran celebración.

Tocar en el Colón es el sueño del pibe, no importa si las galas de la platea vienen ajadas o si la gente ahora entra en bermudas. El nuevo público es popular. Las entradas se agotaron en tres horas. 5RTV, el canal público de la provincia de Santa Fe, transmitió en vivo todo el show.

El tiempo se detuvo cuando salieron al escenario Juan Carlos Baglietto y Silvina Garré, rey y reina en el centro de la fila de piezas de ajedrez que iluminaría la noche. Él, de remera roja y saco negro y en pie con la misma energía que lo hizo ser la locomotora de toda esa movida; ella, de blanca cabellera de hechicera del bosque y fino vestido con dragón en lentejuelas. Bajo una luz azul, las primeras notas de "Era en abril" (una de las primeras canciones que compuso Jorge Fandermole) brotaron para arrancar los mismos lagrimones que hace cuarenta años. Le siguió una sentida "Oración del remanso" (otra de Fander) ya con todos los rosarinos en fila, siempre sonando juntos, unidos en la diversidad de timbres y registros y en las cinco guitarras.

Las dulces voces de Juan y Silvina, lo mismo que el gallardo Fabián Gallardo y el spinetteano Goldín, sonaron muy bien durante el concierto, pero dos de los seis memorables compositores no tuvieron la misma suerte. Adrián Abonizio y Jorge Fandermole, uno en cada extremo de la línea como firmes torres de la canción, padecieron a partir del primer tramo de la noche un sonido municipal que no dejó casi oír ni las notas de la guitarra azul ni las ricamente sincopadas reversiones de sus propias canciones por la voz de Abonizio, y el desparejo sonido aplanaba también la honda amplitud de emociones de Fander.

Gallardo se dio el lujo de hacer un tema nuevo, "El árbol"; Garré también, con "Carrusel", al que siguieron emotivas versiones de "Basura en colores" y "Sueño de valeriana", de Goldín. En un momento de la noche, Abonizio recordó en voz alta e hizo presente a Lalo de los Santos, músico de la Trova fallecido a los 45 años en 2001. Inexplicablemente, el reseñador de Télam encontró demasiado "alegre" para su tema la letra de "Historia de Mate Cosido", un poema narrativo escrito y hecho canción por el hombre de la guitarra azul, Abonizio, quien además es un novelista de los buenos. "Sólo se trata de vivir", un himno de época escrito por Lito Nebbia, fue el último tema interpretado sin orquesta por el sexteto estelar con el solo apoyo de Leonardo Introini (bajo y contrabajo), Julián Baglietto (batería), Adrián Charras en teclado y acordeón, y Juancho Perone en percusión.

Entonces se levantó el telón para presentar a los 40 músicos de la Orquesta Sinfónica dirigida por Gerardo Gardelín. La más hermosa epifanía tuvo lugar cuando Silvina Garré y el alfil de la reina, un elegante Goldín, bailaron un vals en el interludio instrumental de su dueto para "El ogro y la bruja", obra de Goldín, a toda orquesta.

Clásicos de fogón y novedades con ritmos actuales se alternaron en el repertorio como escaques de un tablero desde hace décadas conquistado: "En blanco y negro Buenos Aires", como cantó Silvina en su canción, emocionada cuando el público coreaba de memoria las letras. Siguieron "Los días por vivir", de Baglietto; "Yo vengo a ofrecer mi corazón" (Fito Páez); "De regreso, Mirta" (Abonizio), y "Canto versos" (Fandermole). ¿Y "El témpano"? Sí, la antología de canciones que nos salvaron la vida en aquellas noches oscuras culminó con la imprescindible y magnífica canción de Abonizio: "No te pares, no te mates, sólo es una forma más de demorarse". Fue todo un manual musical de autoayuda en modo mayor (ideal para repasarlo hoy), que cedió paso a las interminables ovaciones a lo Woodstock, a un bis muy suelto de "El árbol" y a los cánticos del público contra el Presidente que sólo oyeron las figuras de la cúpula, pintadas hace medio siglo por Raúl Soldi.

En una alocución por la que incluso se disculpó, Juan habló de cómo esa música fue escuchada por los padres y por los hijos; "y por las madres", acotó una oyente con entusiasmo. Y los poetas soñaron con un barcito en Buenos Aires, dentro de setenta años, donde unos músicos jóvenes sudarán sus monedas a la gorra un domingo a la tarde, y el cantor anunciará: "Ahora vamos a hacer una de la Trova, una que sepamos todes".