El director paulista Fernando Fraiha asegura que eligió a uno de los protagonistas de Decime qué se siente-La venganza porque vio en él a una persona “auténtica, espontánea, ácida e irónica”. Todas esas cualidades, y varias más, brillan por su ausencia en esta aproximación cinematográfica a la histórica rivalidad entre argentinos y brasileños. Rivalidad que el film reduce a un chicaneo constante entre ambos, con los primeros atribuyéndole a su país las minas más lindas y el mejor fútbol y los segundos… bueno, los segundos más o menos lo mismo, a lo que le suman la inédita concepción de los argentinos como fanfarrones y soberbios. A ese encadenamiento de comentarios deportivos, femeninos y sociológicos –los mismos que podrían escucharse en un picado en las arenas de Copacabana o en las de Mar del Plata– se limitan las apuestas humorísticas de esta “comedia de enredos” cuyo centro narrativo gravita alrededor del viaje de dos brasileños hasta Buenos Aires con el objetivo de encamarse con cuanta mujer sea posible, todo a raíz del despecho de uno de ellos contra el género masculino nacional y popular después de encontrar a uno de sus ejemplares entre las piernas de su novia.
“¡¡¿¿Argentino??!!”, le grita Vadão (Daniel Furlan) a Caco (Felipe Rocha) cuando éste vuelva con el sueño del matrimonio destruido por un tercero en discordia. Y no cualquier tercero: a su nacionalidad debe sumársele que es un chef famoso, con amplio reconocimiento internacional y mucha plata en su cuenta bancaria. La idea de estos amigotes, que trabajan como dobles de riesgo (¡!), es disputar la revancha de visitante, esto es, en Capital Federal. Road movie clásica en su construcción, Decime qué se siente presentará varias peripecias en territorio hostil (problemas en la frontera, el cruce con una novia en plena huida, rebotes en boliches), pero siempre centradas en la contraposición folclórica. Es, entonces, una película dispuesta a explotar su única idea a como dé lugar, agotándola en 20 minutos y dejando los ochenta restantes librados al tedio de la repetición. “¿Quién es el mejor jugador del mundo?”, preguntará uno de los integrantes de una banda antes de dejarlos subir a su camioneta, dando pie a la inevitable disyuntiva “Maradona o Pelé”. Disyuntiva que se escuchará no una, sino dos veces. Por ahí también sonará el cantito argento del Mundial 2014 que le sirve su título al film –al que se le dedica una escena de alrededor diez minutos– y referencias al 7 a 1 de Brasil-Alemania, el bidón de agua mágica de Bilardo en el ‘90 y las cinco Copas del Mundo ganadas por la verdeamarela, todo hasta llegar a un 9 de Julio más turística que nunca.