La coproducción brasileño-argentina Happy Hour, opera prima del cineasta Eduardo Albergaria, comienza como un thriller, pero en realidad es una comedia dramática en la que el amor y el deseo son sus grandes temas. El protagonista es Horacio (Pablo Echarri), un profesor argentino de literatura latinoamericana que vive en Río de Janeiro y que una noche lluviosa queda atónito al ver caer un ladrón (del tipo de los denominados “Hombres Arañas”) sobre el capot de su coche. Eso provoca que los medios interpreten que Horacio fue un héroe que logró atrapar al delincuente que andaba por los balcones de un edificio. Y eso va a tener incidencia sobre el destino político de Vera (la actriz brasileña Leticia Sabatella), la esposa de Horacio, que busca competir para ser alcaldesa de Río de Janeiro. El es un hombre que se asume fiel, enamorado de su mujer, contento con su relación. Pero desde ese momento descubre que tiene deseos por otra. “Hay algo que le sucede más allá del cariño que siente y la relación que mantiene con Vera. Entonces, ante esos deseos que se manifiestan claramente, asume un acto bastante peculiar: en vez de llevar adelante esa posible infidelidad, lo consulta con Vera. Por supuesto, esto trae un disparador dentro de la relación y el conflicto, que no es todo lo que sucede en la película, pero es el punto central”, explica Pablo Echarri en la entrevista con PáginaI12, acerca del film que se estrenará el próximo jueves en la Argentina. “Me interesó la contemporaneidad del relato, la cercanía del conflicto con lo que puede llegar a ser una pareja de cuarenta y tantos años, ese conflicto emocional-amoroso que está muy en boga. Tiene que ver con la fidelidad y con dónde meter los deseos ocultos”, explica el actor sobre las motivaciones que lo llevaron a ser el protagonista de Happy Hour.

–¿Viviste un tiempo en Brasil a partir de tus 18 años?

–Estuve yendo y viniendo de Brasil durante un tiempo. Nunca me instalé, pero hace muchos años tenía un bar en Palermo y tuve la posibilidad de abrir una sucursal en Buzios. Entonces, ahí sí pasé un tiempo, pero nunca fueron los cinco años que quedaron instalados en la nube de información.

–Pero te sirvió para aprender el portugués, porque en la película superaste el portuñol...

–En ese momento tenía un portuñol bastante deficiente. Lo que sí me dio la posibilidad de acercarme al idioma fue la intensidad de vivir un tiempo largo sin la asistencia de alguien que me ayude a comprenderlo. Son esos “cursos intensivos” que uno hace cuando tiene la posibilidad de trabajar en otro lugar y está esa necesidad de supervivencia, de ser entendido. Ni hablar si lo que uno tiene que decir debe quedar plasmado en una cinta. Esos tiempos de aprendizaje se acortan muchísimo. Mi mayor pilar para poder aprender el idioma y hablarlo un poco más fluidamente fue mi relación con el director de la película, Eduardo Albergaria, porque más allá de tener claro lo que quería contar, él siempre agregaba una cualidad al hablar el portugués que no la encontré en otros casos. Es de Minas Gerais y tiene una forma de hablar ese idioma muy clara. Eso hizo que yo lo entendiera muy fácilmente. Entonces, me ayudaba a mí a perder ese miedo de que cuando alguien te habla en otra lengua y no comprendés te genera una vergüenza, un retraimiento que va muy en contra de todo. Eduardo fue el referente en todo sentido: en el artístico, en la relación director-actor y en el idioma. 

–Decías hace un rato “una pareja de cuarentones”. ¿La ves como una película generacional?

–Es una comedia dramática, también se puede decir romántica con un marco de relato como la geografía de Río de Janeiro, que le da un plus y que es un protagonista más dentro de la historia. Eso hace que la película amplíe su espectro. Cualquier persona que esté por encima o por debajo de la edad puede entenderla perfectamente. Si está por debajo de la edad, es hasta mucho más claro todavía, porque más allá de la relación que uno mantiene con una esposa o un esposo, poder hablar del conflicto y ponerlo sobre la mesa con quien es su pareja desde hace diez años es muy comprensible, sobre todo para los más jóvenes. Los más grandes tal vez estén un poco más atados a lo generacional, pero de todas formas van a entender perfectamente porque van a ver en la película lo que ellos no pudieron poner en práctica. En estas generaciones más grandes, ante la aparición implacable de ese deseo que se manifiesta, la decisión siempre fue la de la infidelidad. Creo que nuestros hijos nos están enseñando y vienen generaciones que pueden poner en debate esta cuestión de “dar espacio a tu deseo” (que es el subtítulo de la película) y van a tratar el tema mucho más abiertamente.

–Tu personaje parece al principio el típico machista pero con el correr de la historia deja entrever una sensibilidad muy especial...

–La elección de Eduardo de crear un personaje como el de Horacio, que no es el representante común de los hombres, fue justamente para exponer este conflicto. Es un tipo particular, una excepción dentro del universo masculino, porque generalmente el hombre actúa y luego, cuando viene el conflicto, ve qué hace para poder resolverlo o no. Horacio no es así. Es alguien que odia la mentira. La película también habla sobre el valor actual de la mentira. O el disvalor, el conflicto de la mentira o de la verdad, el conflicto en el que está inmiscuida la verdad. ¿Cuánto vale la verdad en este momento de la vida? ¿La verdad sigue siendo un valor definitivo para la vida de las personas o vale más entrar en una espiral de mentiras con tal de cuidar la integridad física, moral y emocional? La verdad y la mentira se ponen sobre la mesa y se analiza cuál es el valor de cada una de ellas. 

–La película también invita a reflexionar en torno a una pregunta: ¿es posible amar a alguien y desear a otra persona?

–Se ama a alguien y se desea a otra persona, o a otras personas. Horacio lo dice en un momento: “Por más que uno se case, la gente no desaparece de la faz de la Tierra”. No hay un apocalipsis zombie en el que vos te quedás cara a cara con tu pareja y lo demás no existe. Lo que intenta la película es poner en conflicto si verdaderamente es posible analizar ese deseo de una manera adulta como para hacer que esa historia de amor, que esa pareja constituida no termine, no desaparezca. En lo personal, creo que la evolución de las personas debe ir hacia ese lugar, porque lo que suele generarse entre una relación de pareja y ese deseo extramatrimonial le da entrada a la hipocresía, a un sentimiento que es absolutamente dañino. La hipocresía es un instrumento maligno que todos utilizamos en un momento determinado de la vida, pero que nos va a dar muchas más satisfacciones el día que por lo menos podamos manejarlo y que no sea una variable que esté presente en todos los actos de nuestras vidas. 

–En ese sentido, tu personaje le otorga un valor muy importante a la palabra. Cree que todo se puede solucionar a través del diálogo.

–Sí, eso también instala un conflicto mucho más allá de lo que puede ser el mero conflicto amoroso. ¿Cuán posible es resolver los problemas a través del diálogo? ¿O en el género humano el diálogo es a veces un obstáculo, sobre todo para personas que no creen en él? Los que creen en el diálogo, en la verdad y en la palabra, creen en ese valor de forma absoluta. Y los que carecen de ese valor, descreen de él y utilizan la palabra “diálogo” o la palabra “verdad” de una forma falsa. ¿Por qué? Porque si hablaran de mentira o de falta de diálogo serían cuestionados. Entonces, hoy mucha gente habla de diálogo y de verdad porque si dijese que va a expresar una mentira sería realmente cuestionada. La película lo pone sobre la mesa. Después, habrá que ver quién es quién y quién se ve identificado con qué. 

–¿Lo que muestra tu personaje es el “lado B” o el lado oculto del amor?

–Es que no es tan oculto. Cualquier pareja que se una en una relación amorosa, familiar, de amor profundo, que cree descendencia, salvo excepciones debe saber que esa situación de deseo extramatrimonial va a existir. Tal vez sí sea el lado B del amor. O tal vez lo que haya que pensar es que tiene que ser parte del lado A porque colocarlo en el lado B es ponerlo en el lado oscuro, en ese lado que no visitamos, que visitamos rara vez o alternativamente. El colocarlo en ese espacio genera una situación de irrealidad que tiene como consecuencia la llegada de la hipocresía de la que hablaba.

–¿La película habla también del amor por conveniencia? Está el tema de cómo los asesores de una candidata política le indican qué tiene que hacer con su vida privada...

–Está la utilización de ese amor. Horacio y Vera no actúan por conveniencia sino por instinto. Horacio lo hace, Vera queda limitada a responder a ese conflicto que tiene su marido. Quienes usan ese amor por conveniencia son los demás. Eso no quiere decir que siempre sea así. A veces, dentro de las mismas parejas existe ese amor por conveniencia. El amor es un sentimiento supremo. Para mí es el sentimiento número uno del ser humano. La existencia de otros sentimientos, las diferencias emocionales y las estructuras emocionales diversas que tienen los seres humanos entran en juego en un momento determinado. En una pareja constituida por dos personas que individualmente tienen carencias y deficiencias emocionales, la conveniencia puede ser una variable presente entre ellas. En una pareja franca, sin demasiados conflictos internos a la hora de relacionarse, tal vez no haya conveniencia. Sí puede estar la conveniencia del amor, de seguir juntos porque “nos hace bien”. “Si nos hace bien, nos conviene estar juntos”, pueden pensar.  

–Esa influencia de los asesores con la candidata en su vida privada, ¿se asemeja bastante a lo que pasa en la realidad?

–Sí, por supuesto. Los hombres y mujeres que bucean en la política utilizan la verdad y la mentira a placer. O sea, la manipulan a su conveniencia. El reducto de la política los habilita para que eso pueda ser utilizado a conveniencia. Claro que las consecuencias son duras, nefastas, dolorosas. Cuando se manipula la verdad y la mentira solamente para conseguir un fin determinado, las personas se lastiman, se hieren. Puede ser válido para conseguir un fin inmediato, determinado. Es lo que decía Maquiavelo: “El fin justifica los medios”. “Entonces, utilicemos la verdad y la mentira para conseguir ese fin”, piensan. Ahora, las personas van a salir lastimadas definitivamente. 

–Otro tema que sobrevuela la película es el conflicto de la amistad. ¿Crees que la lealtad en la amistad es el equivalente de la fidelidad en la pareja?

–Son relaciones distintas. La amistad y el amor de pareja involucran distintos sentimientos. De todas formas, la lealtad es un valor vital tanto en una relación de amistad como en una relación de pareja. La falta de ella, la ausencia de lealtad provoca dolor y seguramente ruptura tanto en un tipo de relación como en el otro. Así que en ese caso se vinculan. De todas maneras, hay otras variables que existen en esos vínculos.

–El episodio del comienzo de la película con el ladrón que cae en el auto de tu personaje provoca que los medios lo persigan por todos lados. La persecución mediática es algo que vos, como actor, conocés bien. ¿Por qué crees que los medios necesitan construir héroes y villanos?

–Creo que tiene que ver con la necesidad del periodismo que conoce al dedillo los gustos y los deseos del ciudadano de a pie. El periodista da el material y el que lo consume lo hace con voracidad. Esa construcción de héroes y villanos es una particularidad que tiene el ser humano de hacerlo en su vida diaria. Necesitamos siempre ubicar en nuestra esfera, en nuestro abanico más cercano quién es bueno y quién es malo. El periodista da de comer eso. Entonces, nos va a buscar. Y, a veces, nos coloca como héroes, otras veces nos coloca como villanos. Hay personajes que saben colocarse como héroes constantemente. Hay otros que sólo saben hacer de villanos. Y otros, como yo, hemos descubierto que, con el transcurso de la vida, a veces ser un poco villano no está mal.