El adolescente acusado de haber golpeado a Ezequiel Lamas, también adolescente, de 17 años (ambos de la misma edad), que derivó en su muerte al día siguiente, en Miramar, fue detenido en el barrio porteño de Caballito ayer por la mañana después de haber desaparecido de la escena el viernes pasado. El joven fue reconocido en las cámaras de seguridad y luego de su detención, trasladado ante el fiscal que interviene en el caso, Walter Martínez Soto, del fuero Juvenil marplatense. Según fuentes judiciales, el adolescente declaró que no había tenido intención de provocar la muerte de Ezequiel y quedó detenido en el instituto que se encuentra detrás de la Unidad Penal 15 de Batán. El fiscal aseguró que la policía actuó de manera irresponsable y aseguró a PáginaI12 contar con “elementos para ampliar la imputación por el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público”.
“Tiene que ver principalmente –dijo Martínez Soto a este diario– en que no solo no dominaron la situación para evitar que los jóvenes demorados no fueran agredidos sino que después de ello no detuvieron al agresor y nunca se comunicaron con la fiscal o ayudante fiscal de Miramar. Mucho menos se comunicaron conmigo”.
La muerte de Ezequiel Lamas calza como una muesca en el engranaje que echaron a andar las proclamas de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Los datos no son irrelevantes aunque no necesariamente puedan acumularse como elementos en la investigación judicial: la confusión de la pareja que supuso que Ezequiel y sus amigos los estaban asaltando, y la denuncia de que estaban armados con un cuchillo, encaja en el miedo que insufla en la población la proclama de inseguridad; la intervención del adolescente ahora detenido, que pese a haber policías golpeó al acusado, como clara manifestación del criterio de considerar a la mano propia como justicia indebida pero justicia; la indolente actuación policial (en este caso) que no debiera leerse como falta de autoridad, sino como una clara aplicación de la autoridad allí donde la propia policía considera que debe aplicarse. La mayor parte de los uniformados considera apropiada la reacción social contra los “delincuentes” y esa mirada coincide con la pasividad policial (desprotección) ante la aparición del joven que irrumpe y golpea. No importa si son o no culpables. Esa pasividad no se condice con la aparatosa y violenta intervención policial ante una caja de zapallos que supuestamente pone en riesgo la tranquilidad del país.
Mientras el acusado fue trasladado hasta los tribunales marplatenses donde Martínez Soto le tomó declaración, en González Catán, donde vivía Ezequiel, familiares y amigos pidieron justicia. “Queremos presos a los culpables y que su muerte no quede impune”, reclamaron con carteles y fotos de Pipi, como lo llamaban sus amigos.
La madre de Ezequiel dijo ayer que “quiero que este muchacho pida perdón a Dios por lo que hizo y que no lo vuelva a hacer más, yo como madre lo perdono porque no soy nadie para juzgar”, aseguró Liliana. También se quejó del comportamiento de los policías: “La policía no hacía nada, creo que está para cuidar al prójimo y no para dejarlo tirado, si hubiesen actuado más rápido podrían hacer algo”, afirmó Liliana.
Respecto de su hijo, afirmó que era “una persona inocente y un chico sano” que estaba de vacaciones en Miramar como si fuese “una aventura y un sueño para él” porque estaba con sus cuatro amigos.
“Estaba feliz porque se iba con sus amigos a conocer la pista para andar en skate y cuando el viernes estaba paseando chocó sin querer a la señora que llevaba a una nena de la mano, él le pidió disculpas”, relató.
De acuerdo a su testimonio, ellos se retiraron y cuando volvieron vieron un tumulto, tras lo cual se acercaron y la señora dijo a la policía: “Ellos me quisieron robar, tienen armas”.
Tras revisarlos, los uniformados no encontraron nada, solamente “unos encendedores que tenían ellos que se habían comprado como símbolo de amistad”. “En ese momento viene alguien de afuera le pega a mi hijo y lo deja inconsciente, se sentía mareado, llegó al hospital muy lastimado”, indicó Liliana, quien cree que falleció a raíz del golpe que fue “muy brutal”.
El caso, por el momento, fue calificado como “homicidio preterintencional” que implica que al cometerse el delito no se pretendía provocar la muerte, pero tampoco es homicidio culposo, que sería resultado de una acción involuntaria, accidental.
El hecho ocurrió la noche del viernes último, en calles 21 y 24, de Miramar, partido de General Alvarado, cuando el Comando de Patrullas local fue alertado sobre un asalto. Al llegar al lugar, los policías se encontraron con una mujer de 35 años que acusaba a tres jóvenes amigos entre sí de haber intentado robarle, circunstancias en las que se generó un tumulto con las demás personas que presenciaban la situación.
La familia de Lamas negó la versión del asalto a la mujer y afirmó que el chico estaba de vacaciones en Miramar. Explicó y que el chico circulaba en skate y sólo chocó sin querer a la mujer que llevaba a su hija en brazos y que fue la pareja de esa mujer quien creyó que era un intento de robo y que tenían un arma blanca, y llamó a la policía. Después vendría la intervención del detenido y la muerte de Ezequiel.