La Cooperativa Ar/Tv Trans nació en 2010 con el objetivo de sacar a sus integrantes de la prostitución. Allí, las chicas trans estudian teatro, presentan obras y, paralelamente, las producen. Realizan eventos y participan en las diversas marchas travesti-lésbico-trans realizando performances. Guillermo Bergandi, director de Reina de corazones, aborda en su documental la historia de esta cooperativa contada por sus propias hacedoras, quienes también hablan de sus vidas, sus sueños, sus frustraciones y esencialmente sobre la necesidad que tienen de ser aceptadas por la sociedad, como cualquier ser humano tiene derecho. El film se estrena este jueves en el Cine Gaumont.
Guillermo Bergandi egresó en 2001 como director cinematográfico y profesor con orientación en dirección en la Universidad del Cine (FUC). Actuó y codirigió junto a Martín Méndez el largometraje El marfil (2004), protagonizado por Enrique Liporace. En cine también realizó trabajos como asistente de dirección en largos, y también dirección de making of de películas como Martín Fierro, la película (2008) y El color de los sentidos (2005). Dirigió cortos y mediometrajes de género documental: Exhumando misterios (1998), Gauchito Gil (2000), La historia colectiva (2004), Dímelo en la cárcel (2007), Los hijos de la pelota (2009), y Adolescencia (2011). En 2017 dirigió el documental Juglares, realizado en el Impenetrable chaqueño junto a las comunidades qom, toba, y wichi.
En 2014, Bergandi se enteró de la existencia de la cooperativa por una amiga que estaba haciendo la asistencia de dirección de la obra La casa de Bernarda Alba. “Le dije que si un día necesitaban algo desde mi lugar que contaran conmigo. A los pocos días me llamó para ver si podía darles clases de teatro. Fui al sótano de una florería, donde funcionaba la cooperativa. Y fui con la incertidumbre de frente a quiénes me iba a encontrar. Empecé a darles clases de teatro a las chicas. Por medio del teatro, fui conociendo los mundos interiores de cada persona y se me ocurrió hacer el documental unos meses más tarde”, cuenta el director sobre el origen de Reina de corazones.
–¿Este tipo de cooperativa es único en el mundo?
–No. Sí es la primera cooperativa de mujeres trans en Latinoamérica. Por medio del documental estuve yendo a festivales y me enteré que hay otras en México y España, por ejemplo.
–Algo muy interesante de la película es que muestra que la cooperativa funciona tomándolas como artistas y no sólo es un espacio terapéutico para descargar sus emociones por los problemas que puedan tener.
–Claro, más allá de que es un lugar de contención, la idea era que cada una pudiera encontrar las herramientas del teatro y, a través del teatro, poder mostrar sus vidas. Eso fue al principio porque después empezaron a hacer obras que no tienen que ver con mostrar sus realidades como, por ejemplo, La casa de Bernarda Alba, La irredenta o distintas obras con las que están ahora. Son simplemente un grupo de actrices que se juntan a hacer una obra de teatro.
–¿Cree que muchas de ellas han tenido faltas de oportunidades en la vida?
–La gran mayoría. Muchas vienen del norte, de Salta por ejemplo. Y tuvieron que venir porque eran lugares muy conservadores. Cuando sintieron la necesidad de cambiar su identidad de género porque se sentían otras personas, algunas se tuvieron que pelear con sus familias y fueron expulsadas. Entonces, vinieron acá a rehacer sus vidas.
–¿Cómo es la respuesta del público en los espectáculos de teatro?
–Tanto en el teatro como en la película es de mucho agradecimiento porque uno puede tener prejuicios, preconceptos pero cuando las conoce a ellas ya no. Siempre que hacemos una obra o una proyección de la película tenemos una charla-debate y abrimos el diálogo. Capaz se terminan debatiendo algunas cosas más políticas, pero siempre termina siendo de mucho agradecimiento. En lo personal, cuando mostré la película en festivales que se hicieron acá, se acercaron y me dijeron que les había cambiado lo que imaginaban que eran ellas; es esta etiqueta que uno suele poner al otro o a la otra. Al ver la película sentían empatía porque son personas con problemas como tenemos todos, pero en un contexto diferente al de algunos de nosotros.
–¿Qué tuvo en cuenta para elegir a las chicas que hablan en el documental?
–Actuaron todas. Les propuse hacer el documental, me dijeron que sí. Pregunté quién quería participar. Eso implicaba abrirse, contar, no guardar. Y todas me dijeron que sí. Todas necesitaban hablar.
–La película muestra en una secuencia a la policía persiguiendo a chicas travestis. ¿Siente que este problema se vio acentuado en la ciudad de Buenos Aires desde que Mauricio Macri fue jefe de Gobierno porteño?
–Al no ser trans no puedo hablar desde ese lugar, pero tengo entendido, por lo que me cuentan las chicas, que en los 80 eran muy perseguidas y eso no cambió a lo largo de todos estos años. Capaz hay más conciencia, también hay leyes que las respaldan. Hoy no sabría decirle. A veces me dicen: “Esto no cambia”. Puede haber más conciencia del otro, o más que nada las leyes por las cuales están respaldadas, pero transfóbicos va a haber siempre. Hay personas que las rechazan solamente por su condición de trans. Y las va a haber siempre.
–¿La película es también un grito de resistencia en tiempos en los que se vulneran derechos?
–Es un grito de lucha, de búsqueda de visibilidad sobre todo. Es pelear contra la estigmatización que padecen porque son travestis. Entonces, si son travestis “son prostitutas, están en la droga, son ladronas”. Hay que mostrar que no son eso, que no por ser travestis son así. Eso es lo que muestra la película. En el documental cada una va contando su vida personal, yo me voy metiendo en las familias de algunas de ellas, en el trabajo, en la búsqueda de trabajo de algunas. Y es eso. No es diferente a la familia que podemos tener nosotros ni a la búsqueda de trabajo que podemos hacer. Es lo mismo porque somos todos iguales, sólo que ellas eligieron cambiar su condición de género.
–¿Cómo observa a la sociedad argentina en relación a los temas de género y de identidad travesti?
–Siento que hay más conciencia, pero yo recibí muchas amenazas en el Facebook: me mandan mensajes solamente porque hago un trabajo con ellas. Soy amigo de ellas, vamos por las calles y escucho cómo las insultan. Y eso lo escucho ahora. Las personas que las rechazan las van a seguir rechazando por más leyes que hagan, por más conciencia que se quiera generar, por más que uno muestre un documental. Es un camino largo, pero va evolucionando.