A pesar de los lazos que unen a la Argentina con España son pocas las películas que llegan desde el territorio europeo a los cines rioplatenses. Por eso, el ciclo Espanoramas presentará trece largometrajes que fueron estrenados en tierra ibérica en los últimos doce meses. Será desde este jueves y hasta el miércoles 27 de febrero en el Cine Gaumont. Esta muestra de cine español va por su quinta temporada en Buenos Aires y, como siempre, está organizada por la Embajada de España y el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba). El programador de Espanoramas es Fran Gayo, quien desde el comienzo tuvo en claro que el ciclo, además de servir para promocionar el cine español en Argentina “tenía que servir como un instrumento para medir la temperatura y la salud del cine español cada año. Yo creo que va evolucionando y que se van produciendo nuevos movimientos”, apunta Gayo. “Básicamente lo que hicimos fue una barrida de lo que nos parecía lo más relevante del cine español de los últimos doce, catorce meses y, a partir de ahí, empezamos a hacer un trabajo de selección para que quedase lo más equilibrado posible entre ficción y documental, pero sobre todo ciñéndonos a un criterio tan resbaladizo como el de la calidad”, comenta el programador.
Dos documentales muy potentes podrán verse en Espanoramas. Uno de ellos es El proxeneta. Paso corto, mala leche, de Mabel Lozano, contado en primera persona por Miguel “El Músico”, un exproxeneta y dueño de algunos de los más importantes burdeles de España, condenado y sentenciado a 27 años de cárcel, que ha confesado sin pelos en la lengua cómo ha evolucionado la prostitución en España y en el mundo. No sólo eso: también relata cómo a principios de los años noventa surgió el espeluznante negocio de la trata y se empezó a secuestrar mujeres para someterlas a la prostitución. “En un momento dado, decidió bajarse de eso y, después de cumplir prisión, confesó frente a una cámara y mostró su cara. El documental es terrible y durísimo. Es de los documentales más jodidos que vi en mucho tiempo pero me parece que, por otro lado, también es la primera vez que veo en un film hablar del tema de la prostitución, incluso desde las implicaciones de tipo político y económico que tiene”, afirma Gayo. El otro documental es Mudar la piel, de Ana Schulz. Aborda la historia de Juan, un mediador que trató de alcanzar la paz entre ETA y el gobierno español. Y Roberto es un espía de los servicios secretos que se infiltró en la vida de Juan durante años. Ambos cultivan una insólita amistad a pesar de la traición. En ese sentido, Mudar la piel es un documental que va de lo familiar a lo público “con el añadido de la historia de espías”, subraya Gayo. El programador agrega que “hay que reconocer que esa historia de espías muchos la fueron viendo en todos los noticieros a la hora de comer, tal vez cuando tenían 16 años y no se daban cuenta de todo lo que estaba pasando en ese momento y ahora en forma de película se pueden dar cuenta de lo que fue ese momento concreto en la historia española”.
El film de ficción El desentierro, de Nacho Ruiperez, comienza con la repentina aparición de una mujer de origen albanés en un pueblo costero. Ella provoca que Jordi (Michel Noher) decida investigar el pasado de su padre, Pau (Leonardo Sbaraglia), desaparecido hace veinte años y al que todo el mundo daba por muerto. Gayo entiende que esta ficción se entrelaza con el documental El proxeneta porque “plasma un momento muy concreto de España y de la comunidad valenciana, en plenos años 90, cuando estaba en alza el Movimiento La Ruta del Bakalao y la cantidad de corrupción que había en España era algo descomunal”. Además de hablar sobre eso, El desentierro es también “una historia de amistad y de identidad de un chico que necesita encontrar su espacio y a sí mismo a través de la investigación sobre su padre”, sostiene el programador.
Meritxell Colell Aparicio es la directora de Con el viento. Esta ficción narra la historia de Mónica y su reconciliación con una vida que dejó atrás. Ella, una bailarina de 47 años, recibe una llamada desde España: su padre está muy enfermo. Tras veinte años, debe volver al remoto pueblo de Burgos en el que nació. Cuando llega, su padre ha muerto. Su madre, con quien apenas ha hablado durante todos estos años, le pide que le ayude a vender la casa familiar. Con el viento reflexiona sobre las pérdidas. “Es una película de duelo, de desplazamiento. Cuestiona también la noción de hogar. Son cosas que es raro que alguno de nosotros no haya pasado por ellas alguna vez”, admite Gayo.
Jean-François y el sentido de la vida, de Sergi Portabella Bertrand, resalta el valor de la lectura en la preadolescencia: Francesc, un niño solitario de 13 años, descubre en la escuela el libro El mito de Sísifo, de Albert Camus, por el que queda fascinado. A partir de ese momento decide convertirse en existencialista; se sube el cuello de su chaqueta y se hace llamar Jean-François. Su nuevo objetivo será ir a París a encontrar a Camus. “Por decirlo medio a la bruto, me parece como un cruce extrañísimo entre las primeras películas de David Trueba y las de Wes Anderson porque recoge precisamente un acercamiento muy sensible y de querer a los personajes que podía que tener Trueba en sus primeras películas y luego la manera de trabajar con la música y visualmente la acerca mucho más a cineastas esteticistas como Wes Anderson, por ejemplo”, analiza el programador.
Espanoramas también presentará el nuevo film de José Luis Cuerda, Tiempo después, una ficción situada en 9177, año en el que el universo fue reducido a un solo Edificio Representativo y a un exterior habitado por todos los desempleados y hambrientos del planeta. Entre todos ellos, José María plantea que mediante la venta en el Edificio Representativo de una riquísima limonada que él manufactura, otro mundo será posible. Tiempo después es, en principio, una película sobre un mundo desconocido “pero luego es un mundo mucho más familiar de lo que podría parecer”, explica Gayo. “De alguna manera, recoge muchas cosas de la España del pasado que estaban en Amanece que no es poco pero las proyecta sobre el futuro también como advertencia. Es lo que pasa con todas las distopías. Brazil, de Terry Gilliam, podía parecer una película futurista pero muchas cosas bebía de toda la imaginería y montones de cosas de los movimientos ultras en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX. Aquí hay mucho de eso. Es una película que también se cuestiona por qué la izquierda dejó de tener sentido de repente”, afirma el programador.