Desde Brasilia
Una crisis inconclusa. Conocedor de secretos de Estado, el ex ministro Gustavo Bebianno está aparentemente decidido a vengarse de Jair Bolsonaro. Un día después de ser echado del Gobierno afirmó que el presidente es víctima de una “macumba psicológica”, la cual explicaría su conducta un tanto alocada.
Aseguró que el mandatario es rehén de la influencia de su hijo Carlos, considerado el artífice de las operaciones que contaminaron la campaña electoral del año pasado siguiendo la receta aplicada por Donald Trump: saturar la agenda de fake news para atontar al votante.
Más tarde el hijo presidencial asumió el control de parte de la comunicación del Gobierno iniciado en enero al tener la contraseña del Twitter de su padre seguido por 3,4 millones de internautas.
A través de los tuits presidenciales comenzó una escalada de ataques a Bebianno, que en 2018 fue titular del Partido Social Liberal (PSL) y coordinador de la campaña de Bolsonaro.
Las agresiones fueron escalando hasta que se hizo insostenible la permanencia de Bebianno en el Gobierno, donde ocupaba una oficina dentro del Palacio del Planalto cercana a la de su jefe.
A esto se sumó una denuncia periodística en la que el otrora ministro fue vinculado a maniobras dolosas durante los comicios y el uso de testaferros o “naranjas” para desviar dinero estatal recibido por el PSL.
El despechado ex secretario general de la Presidencia y ex titular del PSL cambió su anterior foto amistosa en las redes sociales por otra en la que porta un fusil. En la mira del arma acaso esté el “clan” formado por el mandatario y sus tres hijos.
“Mi indignación es por haber servido como un soldado leal dispuesto a matar o morir y al final de la línea fui crucificado (recibiendo) un tiro por la espalda (..) yo no puedo admitir esto, no es correcto”, lanzó el ex hombre de confianza del presidente.
También denunció que luego de entrar en colisión con Bolsonaro y su hijo recibió amenazas de “valentones de celular, que son cobardes que atacan en grupo”.
Al ser preguntado por qué se rehusó a presentar la renuncia y obligó a que se lo despida en una nota del Diario Oficial de la Unión respondió “no acepto salir por la puerta de fondo como un perro acorralado”.
Con esas declaraciones formuladas a una radio de San Pablo el martes por la noche, convertidas en noticia destacada de los diarios de ayer, el ex funcionario devino en una bomba que ya causó destrozos, y tal vez puede suscitar otros. Esta crisis prematura lo está desangrando al mandatario.
Para matizar las críticas, el ex ministro dijo esperar que el Gobierno tenga éxito, pero enseguida soltó otro petardo cuando opinó que la mejor “ala” del Gobierno es la “militar”, en evidente cuestionamiento a la familia presidencial.
Los militares de alto rango ya ocupan casi todas las oficinas del poder: la que dejó Bebianno hace dos días quedó en manos del nuevo ministro, el general Floriano Peixoto.
Cada retroceso del titular del Planalto es una posición ganada por sus aliados prontos a traicionarlo, entre lo cuales el ejemplo más notorio lo da el vicepresidente y general Hamilton Mourao, de cuyos sueños presidenciales nadie duda.
Y mientras el cerco parece cerrarse –sin que esto suponga una inminente salida del gobernante– el oficialista partido PSL exhibe rajaduras múltiples. El actual jefe de esa formación, diputado Luciano Bivar, ayer votó contra un proyecto enviado por el Ejecutivo.
La legisladora “peselista” Joyce Hasselman se quejó del choque entre el mandatario y Bebianno al decir que es menos una disputa política y más una disputa “matrimonial”.
Luego de su larga internación por una cirugía y algunos días de recuperación en la residencia oficial de Brasilia, Bolsonaro se trasladó ayer al Congreso donde presentó el proyecto de reforma previsional elaborado por el ministro de Economía Paulo Guedes, inspirado en el modelo aplicado por Augusto Pinochet en Chile (ver aparte).
Fue un intento de retomar el centro de la escena y la iniciativa política. Lo recibieron las autoridades del Legislativo mientras un grupo de diputados opositores se vistió de “naranja” para mofarse del escándalo prestanombres del PSL.