Gracias a su tercer largometraje, el realizador Carlos Vermut confirma una intuición: se trata de una de las voces más creativas, estimulantes y atrevidas del cine español contemporáneo. En Diamond Flash (2011), la desaparición de una niña era el punto de partida de una historia que cruzaba abusos sexuales durante la infancia, violencia de género, la existencia de un grupo secreto de mujeres dedicadas a los secuestros y un hombre enmascarado con ansias vindicativas, todo ello entrecruzado de forma magistral y con un aire retorcido que recordaba, por momentos, al mejor Georges Fanju. En la extraordinariamente perversa Magical Girl (2014), una noche de sexo casual disparaba la relación extorsiva entre el padre de una niña enferma de cáncer y una mujer casada, dueña de más de una docena de esqueletos escondidos en el armario, un relato aderezado con prácticas sadomasoquistas y cierto secreto del pasado remoto que volvía a recorrer, como un espectro vital, el presente. Con Quién te cantará, que tuvo un fugaz paso por la última edición del Festival de Mar del Plata y dentro de algunos días desembarcará en la plataforma Netflix, Vermut vuelve a construir un universo que resulta tan familiar en su planteo como desconcertante en su desarrollo, un aparente thriller que va navegando esas aguas familiares hasta desembarcar por completo en el litoral del melodrama.
Es precisamente en el borde del mar donde se encuentra Lila Cassen en la primera escena, recostada sobre la arena, aparentemente sin vida. Una maniobra de reanimación la devuelve al mundo, aunque su memoria se ha perdido por completo, incluido su nombre. La amnesia: ese gran conductor de relatos literarios y cinematográficos. Lila es una cantante pop que tuvo su momento de gloria una década atrás, antes de decidir su retiro absoluto de los estudios de grabación y los escenarios. ¿Cómo recuperar sus recuerdos, sus gustos, sus modos, sus gestos, su talento? Lila tiene el rostro y el cuerpo de la actriz y cantante pamplonesa Najwa Nimri, vehículo ideal para un papel que parece creado a su imagen y semejanza. Un espejo más en una película construida alrededor de las semejanzas y los reflejos, las imitaciones y las apariencias, las simetrías y las duplicidades.
“Mi abuelo tenía una bodega especializada en vermuts”. Así comienza a explicar el cineasta, en comunicación telefónica desde Madrid, el origen de su nombre de pluma. La información está disponible para quien la busque, pero pocos saben que su nombre de nacimiento es el mucho más razonable Carlos López del Rey. “Había botellas con unas etiquetas muy bonitas, que comencé a utilizar hace muchos años cuando hacía fanzines. Dibujaba los comics y ponía esas etiquetas en las contraportadas. Y firmaba como Carlos Vermut, en plan underground, nada serio. Al fin y al cabo tenía quince años. Pero bueno, el tiempo pasó y al apellido lo mantuve”. Nacido en 1980 en la capital española, los estudios tempranos de ilustración artística y su pasión por los comics lo llevaron a iniciar una carrera como dibujante e historietista, aunque tiempo después el interés por el universo audiovisual lo llevaría por el camino de la producción televisiva, un trío de cortometrajes y, finalmente, su ópera prima. Diamond Flash fue realizada de manera independiente con su productora Psicosoda Films y estrenada directamente en una plataforma online, donde se mantuvo varias semanas como el título más visto. Dice Vermut que a la hora de pensar cada unos de sus proyectos suele partir “de algún género determinado que luego voy desarrollando y cambiando, dejando que se convierta en otra cosa. En ocasiones el resultado tiene un grado de pureza de ciertos géneros y otras veces no. En Diamond Flash partí de la idea de hacer una película de superhéroes. En el caso de Magical Girl estaba más ligado al cine negro y en Quién te cantará comencé escribiendo una película de fantasmas, algo cercano a cuentos como el de Otra vuelta de tuerca, aunque al final se transformó en otra cosa. Por supuesto, se mantuvieron cuestiones como el tema de la identidad, la suplantación o la posesión, pero cambiando el elemento fantástico por algo más costumbrista. Tal vez lo fantástico se conserva, pero en una dimensión más poética, más estética, y no tanto en la trama”.
Más real que la realidad
Violeta atiende a los clientes de un karaoke en Ronda, un pequeño municipio de Málaga, muy cerca de donde la famosa estrella tiene su casa, una mansión de estilo moderno (y muy hitchcockiana) elevada sobre un acantilado con vista al océano. En ese local también le da rienda suelta a su berretín: imitar a la perfección las coreografías y movimientos de su admirada Lila Cassen, ayudada por una peluca azabache con flequillo marcado, el toque final de un facsímil casi perfecto. Así ve por primera vez Lila a Violeta, en un video subido a Internet. Así se ve a sí misma Lila por primera vez luego del incidente, a través de la imagen de otra mujer, un sucedáneo más real que la realidad, dadas las particulares circunstancias. De allí al primer contacto entre ambas habrá un paso. O varios, teniendo en cuenta que nadie fuera del entorno más íntimo debe saber lo que se está cocinando entre esas paredes. Violeta es Eva Llorach, actriz que ha estado presente en todos los proyectos de Vermut hasta la fecha. Se ha dicho que la de Quién te cantará es la película más “accesible” del realizador. En realidad, es su creación más diáfana, más clásica: los múltiples senderos narrativos de sus largometrajes previos se ven reducidos a dos y el crescendo dramático se desenvuelve de manera pausada, por sedimentación de capas. “Eso nació en la escritura. De hecho, cuando estoy escribiendo suelo tener muy presente la estructura que va a tener la película”, confirma el realizador. “En este caso, lo fui pensando de manera capitular: en el primer acto se presenta un personaje, en el segundo otro y la tercera parte es la unión de esos dos personajes. Suelo pensar en términos clásicos, en el sentido de tener una estructura clara de la historia que estoy contando, saber cómo empieza y acaba”. En cuanto a las tonalidades que atraviesan el punto de partida, el de llegada y los mojones del derrotero, Vermut cree que el esqueleto básico de la historia, los conceptos germinales, no deben imponerse a las ideas que van surgiendo durante el desarrollo. “No sabría decir en qué momento las ideas van transformándose, en este caso hacia el melodrama. Creo que tiene que ver con el hecho de que, por mi manera de escribir, intento que la película esté viva. De pronto, si estoy escribiendo una película de fantasmas y siento que existe una posibilidad de derivarla a un tono melodramático o abordar un tema transversal, aprovecho la oportunidad. Siento que eso puede desnudar un poco más, y de manera más sutil, el tema principal. Es una cuestión de intuición, de lo que voy sintiendo en cada momento”.
Volver a ser quien se era antes de olvidarlo no es una tarea sencilla. Violeta ayuda y Lila, poco a poco, comienza a recuperar la superficie de su personalidad. Tal vez, incluso, algún que otro recuerdo. A pesar de ello, su inveterado crudiveganismo tiene un nuevo enemigo: la reciente afición por los huevos fritos. Violeta, en tanto, debe cuidarse de no revelar el secreto, fuera o dentro de su casa. Su hija Marta (Natalia de Molina), quien hace rato dejó atrás la adolescencia pero aún mantiene muchos de sus rasgos menos felices, está demasiado atenta a los últimos cambios de rutina de su madre, como así también a su intempestiva despreocupación por el dinero. En la recientemente adquirida relación con Lila, Violeta encuentra un oasis en el desierto de la convivencia con su hija, un vínculo de alta toxicidad marcado por la culpa y la dependencia. Vermut sigue sumando elementos y, a la cuestión de la identidad y al eterno tema del doble, les suma el vampirismo, el artístico y el emocional. “El vampirismo que existe en el cine de terror posee muchos niveles estéticos. Está el vampirismo sanguinolento, el que aparece por la noches a chupar sangre, pero también existe el vampiro fantasmagórico, el que absorbe la energía y la identidad. Y la identidad artística también puede ser usurpada, trasplantada. El cine de vampiros no sólo es una referencia creativa sino también estética. Hay una cosa neblinosa, de ensoñación, algo ligeramente sobrenatural. Definitivamente, Quién te cantará no es una película realista. Y ahí volvemos al tema del clasicismo. Siempre me ha parecido interesante observar, con mucho respeto, la manera clásica de hacer películas. Sobre todo la planificación y la manera de mover la cámara. En el futuro no sé lo que haré, pero para esta película me parecía que la manera óptima de contar la historia era la económica, no cubrir con la cámara desde veinte puntos distintos. Vivimos en un mundo en el que estamos rodeados de imágenes reales tomadas con teléfonos y me parecía lógico alejarme un poco de la realidad”.
Dos mujeres
Si bien la banda de sonido original fue compuesta por Alberto Iglesias, reconocido por sus colaboraciones con Pedro Almodóvar, el título de la película es copia fiel de un tema de 1978 de la súper banda Mocedades. “Es una cosa un poco frívola, porque es una canción que me gustaba y que me parecía que tenía algo cinematográfico. Cuando empecé a escribir el guion, en un momento determinado, revisando posibles títulos, me pareció que el de la canción le pegaba justo. Fue un capricho, aunque luego caí en la cuenta de que se ajustaba a la historia”. La canción suena en un momento determinado, irónicamente cruzado con la quimera tripera de una noche de discoteca. Pero la balada que marca a fuego a Quien te cantará es otra: “Procuro olvidarte”, compuesta por el español Manuel Alejandro y registrada vocalmente por artistas tan diversos como Raphael, Julio Iglesias o Michael Bolton. En la película, las voces se corresponden a la de la misma Najwa Nimri y, en el caso del personaje de Violeta, el “doblaje” estuvo a cargo de la cantante Eva Amaral. El romanticismo de la letra se entrelaza con el pico máximo del melodrama, el momento de transmutación, de fusión total de las protagonistas. Los afiches del film subrayan visualmente esa idea motora y, en el caso de la campaña publicitaria en Francia, los posters reafirman el lugar común que ha circulado desde el estreno mundial en el Festival de Toronto: “Entre Brian de Palma y Almodóvar”. Es decir: suspenso + melodrama en español con mujeres en el centro. Vermut cree que esas referencias son inevitables. “Desde el momento en el que te gusta cierto tipo de cine esas influencias aparecen. Aunque tal vez sea algo más indirecto y, por ejemplo, tenga en parte que ver con el cine que le gusta a Almodóvar, directores como Douglas Sirk o Tres mujeres de Robert Altman. En aquellas películas en las cuales las protagonistas son mujeres es casi inevitable transitar por ahí. Y mujeres en un melodrama español parece ser sinónimo de Almodóvar. Pero creo que depende más de la visión del espectador o del crítico –de los referentes de la persona que está del otro lado– que de una voluntad real de hacer una película inspirada en su mundo”.
Volver a Henry James. Quién te cantará es –qué dudas caben– una película de vueltas de tuerca, aunque en el fondo lo más impactante, aquello que permanece en la memoria luego del final de la proyección, es el clima meticulosa y pacientemente construido. También es una película de actrices. Para Vermut, “era importante que hubiera cierta complicidad, además de algo familiar entre ellas dos. Dos actrices que, aún siendo mujeres distintas, transmitiesen cierta similitud. A veces pasa que alguien te recuerda mucho a un amigo, pero no porque se parezcan físicamente, sino por ciertos detalles de la personalidad. Y eso, creo, ocurre con ellas dos. Trabajamos a partir de esa idea, que cada una se fuera acercando a la otra hasta llegar a un punto en el que un solo personaje fuera común a ambas. Eso lo elaboramos a partir de la coreografía, por ejemplo: bailaron mucho con la idea primordial de pasar tiempo juntas. Creo que lo más importante de los ensayos era buscar una excusa para que compartiesen tiempo. Desde luego, no era indispensable que las protagonistas fuesen realmente cantantes, pero cuando pensé en Najwa me pareció que teníamos ganadas muchas cosas. Hay algo en su personalidad que se ajusta mucho al personaje, a ese tipo de cantante, en sus gestos, en su estética. Y además canta, desde luego”. Antes de despedirse, Carlos Vermut aclara que no puede decir absolutamente nada de un proyecto futuro que ya está bastante aceitado. En cuanto a su lugar en el mundo, declara que siempre se planteó hacer las películas que le gusta ver como espectador. “No es por jugar a la contra o hacerme el interesante, pero nunca me planteé si encajaba dentro de la industria o de un movimiento. Sigo sintiendo que hay películas que quiero hacer. Ojalá pueda seguir haciéndolo de esa manera”.