A pesar de que durante toda su vida se sintió al margen de la sociedad por su particular apariencia, Tina ha logrado armarse su lugar en el mundo. Tiene una casa en medio del bosque, que comparte con un hombre al que lo único que parece importarle son sus perros, y un trabajo en la Aduana de un remoto puerto sueco. Allí Tina es especial: tiene el don de poder oler a quienes intentan pasar algo ilegalmente. Nadie sabe cómo es que lo hace, pero es infalible, entonces no le dan demasiadas vueltas al asunto. Enfundada en su uniforme, se pasa el día viendo pasar impasible el desfile de viajeros que llegan al puerto descendiendo del ferry. Pero cuando de pronto señala o llama a alguno de ellos, por más inocente que parezca, todos saben que algo habrá hecho.
A Tina le han dicho que nació así porque le falta un cromosoma y que la curiosa cicatriz que tiene al final de su espalda es fruto de una caída durante su infancia, mientras que los viajeros que han sufrido su infalibilidad lo que le han dicho por lo bajo es: “maldito monstruo”. Su padre senil, que a veces no la reconoce cuando va a visitarlo al asilo en el que está internado, se preocupa por ella, desconfía de ese hombre con el que vive, le dice que no quiere que él se aproveche. Tina se encoge de hombros, y le explica que le gusta estar acompañada. Lo que no le explica, porque sabe que no lo entendería jamás, es que lo que más le gusta al regresar a su casa es irse a pasear sola y descalza por el bosque, evitando a su hombre y a sus ruidosos perros. Y así poder encontrarse en silencio, cara a cara, con el resto de los animales del bosque.
Si la historia de Tina se detuviera aquí mismo, sería la historia de un patito feo que ha logrado escaparle a la crueldad de su destino. Pero como la de Grönen –traducible como “Frontera”, que se estrena esta semana en las pantallas locales con su título en inglés, Border– es en el fondo una historia de iniciación, la delicadamente estable realidad de Tina es apenas un punto de partida, una burbuja que se destruirá con la llegada en uno de los ferrys de un viajero que la desconcertará, al punto de hacerla equivocarse por primera vez en su trabajo. A partir de entonces la impredecible Grönen será al mismo tiempo una liberadora historia de amor, un drama sobre la identidad, un policial sobre una red de abuso de niños y un oscuro y vengativo cuento de hadas nórdico que se terminará preguntando por la naturaleza de lo humano. Y todo a partir de un cuento del sueco John Ajvide Lindqvist, el mismo que una década atrás saltó a la fama mundial por su versión del mito del vampiro en Let The Right One In.
Nacido en Irán, exiliado en Suecia y actualmente con residencia en Dinamarca, Ali Abbasi ha contado que lo que le gusta del trabajo del escritor es que “en la superficie parece fantasía, pero por debajo siempre tiene una carga de oscuridad”. Supo de la existencia del cuento gracias a un colega iraní que recorrió el mismo exilio que él, Milad Alami, director de The Charmer, que para la época del estreno de Let The Right One In al ver el entusiasmo de Abbasi por la película se lo recomendó. “Cinco años atrás, cuando me reuní con Lindqvist en su casa en las afueras de Estocolmo para pedirle permiso para filmarlo, aún no había dirigido ninguna película”, explicó Abbasi, que contó que por entonces el escritor estaba involucrado en proyectos de gran presupuesto basados en su trabajo. “Me dijo que estaba cansado de sentarse y discutir contratos, así que si quería filmar ese cuento, era mío. Pero me hizo prometerle que iba a mantener el alma del cuento intacta, sin convertirlo en un gran proyecto de Hollywood hablado en inglés”.
Después de completar su paranoica y terrorífica opera prima Shelley (2016), sobre una pareja sueca que contrata a una joven rumana para que tenga su hijo –se estrenó en el Festival de Berlín–, Abbasi se dedicó a honrar aquel pedido. Por eso lo primero que decidió fue escapar de cualquier preciosismo estético al filmarlo. “Para mí el trabajo de Lindqvist es la versión nórdica del realismo mágico”, ha dicho Abbasi, que comenzó siendo escritor, y en Irán supo admirar la obra de García Márquez o Cortázar, ya que, como explicó, en lugares como su país natal la realidad siempre es más elástica. “Thomas Alfredsson en Let The Right One In decidió entrar en ese mundo diseñando todo, estilizándolo, mientras que yo he ido por el lado opuesto, tratando de hacer de lo mágico algo cotidiano y banal”.
El resultado es de un naturalismo fascinante, para el que resulta fundamental el trabajo de su protagonista, que Abbasi tardó un año y medio en encontrar. Confesó que primero intentó buscar intérpretes que tuviesen una apariencia particular, hasta que se dio cuenta que con eso no alcanzaba, que también había que actuar. Recién entonces se decidió por la actriz sueca Eva Melander, una admiradora de Julianne Moore y Frances McDormand que, después de aumentar 20 kilos para el papel y tras cuatro horas de maquillaje cada jornada de rodaje, supo cómo convertirse en Tina de la manera en que lo necesitaba una película inquietante y al mismo tiempo emotiva, que logró escaparle al ghetto del género, primero ganando el premio de la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, y luego al ser presentada al Oscar como la representante de Suecia.
“Lo que más me interesa de los géneros narrativos dentro del cine, es que el público tiende a tomarlos sólo como un entretenimiento y entonces baja un poco la guardia”, ha dicho Abbasi. “Este es mi principio: no estoy interesado en hacer películas bellas. Si uno se sienta a verla y piensa sólo que la música fue buenísima de comienzo a fin, entonces algo salió mal”, explica el director de la escena de sexo más desconcertante que ha dado el cine de los últimos años. “Sólo puedo decir que los protagonistas de Lindqvist eran tan particulares, que no podían sólo besarse en un sillón y listo, como sucedía en el cuento”, explicó. El resultado, en cambio, está a la altura de una obra en la que todo puede suceder pero que al mismo tiempo guarda una lógica implacable, y que se estrena por acá con un título en inglés que tiene una acepción local que seguramente no tomaron en cuenta sus distribuidores, que eligieron agregarle el anticlimático subtítulo Sentí algo hermoso. Porque por estos pagos, más que ser algo hermoso, border es alguien que está al límite. Y ese es precisamente el punto de partida para una película como la de Ali Abbasi.