“Britpop de barrio”, reza la autodefinición que los Crema del Cielo ensayaron hace un tiempo en su página de Bandcamp. Y la verdad es que hoy suena desactualizada. El título de su nuevo disco es Nock racional, pero no se trata de un mero juego de palabras, un chiste para desacomodar a sus seguidores: los platenses se entregaron en cuerpo y alma al embrujo del rock argento, una vertiente que nunca antes había estado tan a la vista en su obra y que los marcó para siempre mucho antes de empezar con la banda, allá por 2003. Canciones simples, directas, con un tándem de teclados y guitarras al frente y un pulso ochentoso que remite a un amplio abanico que va de sus coterráneos de Virus a ZAS, con epicentro en ese monumento musical que levantó Charly García en aquellos años dorados. Parafraseando lo que cantaba el bigote bicolor justo una temporada antes de que ellos se echaran al ruedo, la que dice presente es esa no tan extraña influencia.
En una cervecería de Plaza Belgrano, en el mismo barrio que alguna vez compartió con compañeros de andanzas de la escena platense como Manuel Moretti y Milano, el cantante y compositor Gabriel Rulli, más conocido como Boya, intenta desentrañar el origen de tamaña omisión. “Fue por una boludez, en realidad, porque siempre tuve esa influencia: fue lo primero que escuché. Me gusta mucho todo lo que hizo Charly en su carrera. Me gustan Virus, Los Twist y un montón de bandas nacionales. Solo que de adolescente rebelde, de ponerse a escuchar discos re locos y de hacerse el musicólogo, uno se olvida de mencionarlo”, explica. “Vos pensás que no está presente en tu manera de componer, pero lo que aprendiste a los doce años está siempre ahí. Entonces fue ponernos a escuchar más esos discos y dejarnos llevar por la influencia del rock nacional. Pero a pesar de tener un sonido bastante parecido al británico, nosotros siempre tuvimos nuestra propia identidad”.
La inquietud lleva implícito en sus genes el imperativo beatle de evolución y desarrollo. “Disco tras disco, siempre tratamos de encontrarle una vuelta, de no repetirnos. Y se dio naturalmente toda esta cosa de prestarle de nuevo atención a lo que nos marcó en la primera juventud y dejar de lado un montón de prejuicios”, continúa. “‘Esto suena como Miguel Mateos’, decíamos. Y antes nos hubiera resultado horrible, pero ahora nos parecía que estaba bueno, que era algo raro y novedoso”, ejemplifica. “Hombres sin corazón” podría ser una pista. El que desempolvó entonces fue un sector específico de su colección de más de ochocientos vinilos, con una vocación más emparentada con el sentimentalismo pop que con la arqueología retro. “No apuntamos a un sonido en particular, sino a toda esa movida en general que se gestó cuando cae la dictadura, empieza la democracia y aparecen un montón de bandas con una estética novedosa. No queríamos copiar nada, fue más como una vuelta a la secundaria”, grafica.
En su verborrágico estilo, Rulli cuenta que un músico amigo observó que podría haber explotado más a fondo cierta melodía. “Pero le dije que no, que me gustaba que dure dos minutos. Porque la escuchaste dos veces y ya está. Veníamos de hacer un disco muy barroco como Apostasía, muy cargado de cuerdas, trompetas y otros elementos. Y esta vez dijimos: ‘Hagamos canciones pop, bien sencillitas, con un sonido audible para todo el mundo’”, explica. Cuando entraron en el estudio Panda para registrarlas con la asistencia técnica de Mario Breuer, el plan ya estaba más que claro. “Breuer es un maestro, un prócer que grabó mucho rock nacional. Y nuestra idea de simplificación se complementó con su forma de trabajar, porque graba todo junto, en vivo, no lo hace por separado. Su consejo fue: ‘No lo carguen de cosas, déjenlo así que está bien’. Y creo que eso se nota. Parece una pavada, pero en realidad es mucho más difícil hacer sonar una canción con pocas cosas”.
El producto final no se podría haber titulado de otra forma. “Nos salió más nock racional que rock nacional, por eso nos gustó el nombre. Se nota la influencia, pero también hay otras cosas y está bueno que así sea”, lo define. En la era de las listas de temas sueltos y la reproducción de música online, los Crema del Cielo decidieron mandarse igual con un álbum hecho y derecho, aunque no editarlo en formato físico, al menos por ahora. Hay chances, eso sí, de que en unos meses llegue a las bateas en vinilo. “Como no iba a salir en CD, para prescindir de los diseñadores se me ocurrió hacer una pintada tipo política en la calle, sacarle una foto y listo, ya está la tapa. Daba con el concepto de Nock racional y aparte ahora viene el período preelectoral, así que contratamos a un flaco que pinta paredes para los partidos políticos. Y resolvimos de manera muy sencilla la parte gráfica: medio cabeza, pero también rockera y muy argentina”.
La simpatía de Rulli por el kichnerismo es tan obvia como el rechazo que le genera el macrismo. Sin embargo, si alguien esperaba que la banda liberara una descarga de furia para retratar la crisis actual, se equivocaba feo. “Los últimos discos tienen una canción política fuerte cada uno. Y pasamos a ser una ‘banda política’, inmediatamente”, dice el cantante. ¿Eligieron desmarcarse de esa etiqueta? “Exactamente. Fue a propósito: somos medio jodidos. Pero si buscás en las letras, vas a encontrar un contenido político. Me gusta que las cosas tengan un doble sentido. Hay canciones de amor que están hablando de otra cosa. Y hay canciones de protesta que parece que nada que ver”, dice. “Me gusta que alguien escuche a Crema del Cielo y diga: ‘Esperaba otra cosa’. Mucha gente que nunca me tiró un elogio, me ha llamado para hacerlo. Y muchos fans me han dicho: ‘Loco, ¿qué pasó?’. Está todo bien, pero no quiero hacer siempre lo mismo, quedar encasillado en un estilo musical”.
“No me quiero quejar/ no la paso tan mal./ Igual puedo sentir/ que esto no es para mí”, canta en “Queso y nuez”, una plácida y elegante balada que se puede escuchar como una mojada de oreja. “Sí, pero también es un poco sincerarme”, concede Rulli. “Hay gente que la está pasando muchísimo peor. Yo no tengo derecho a estar pataleando todo el tiempo, no puedo estar tan enojado, tan enervado, porque mis hijos comen, tengo auto y me fui de vacaciones. Hay que sacarse un poco la hipocresía del ‘estoy hecho mierda’. La letra también dice ‘esto no es para mí’. Y no lo quiero, prefiero otra cosa. Decirlo de esa manera es mejor que putear, porque se puede interpretar de muchas maneras. No me gusta que todo el tiempo me estén diciendo ‘sos peronista’, ‘sos esto’, ‘sos lo otro’. Soy re peronista, hasta las bolas, pero no soy sólo eso. También soy una persona que hace canciones y el noventa y cinco por ciento de mi obra no es política; es, si querés, más ideológica”.