La imagen es impactante. Tan impactante que ocupó la portada de la mayoría de los grandes diarios internacionales. Muestra un inmenso puente de tres vías con dos conteiners y un acoplado cruzados que, obviamente, impiden el paso. El puente está desierto y los títulos que acompañan a la fotografía intentan explicar porqué: “El bloqueo fue dispuesto este 6 de febrero por el gobierno de Nicolás Maduro para impedir la llegada de ayuda humanitaria a su país”. Así lo reprodujo Clarín y, palabra más o menos, así lo repitieron en todo el mundo después de que se conociera que en uno de los extremos del puente, llamado Las Tienditas, se levantaría el escenario del promocionado festival Venezuela Aid Live.
El único problema es que el 6 de febrero de 2019 no se bloqueó ningún puente. El puente está bloqueado desde el día en que terminó su construcción, a principios de 2016. En otras palabras, el puente nunca fue inaugurado y hace tres años que muestra la misma impactante imagen de la inmensidad desierta.
La historia de Las Tienditas puede resumirse en pocas líneas. Frente a una frontera colapsada por la intensidad del tránsito, acordaron su construcción los presidentes de Colombia, Juan Manuel Santos, y de Venezuela, Hugo Chávez, en alguno de los escasos momentos en que las relaciones entre los dos países no eran tan malas. Empezaron las obras en 2014 y veinte meses después estaban terminadas. O casi. Colombia nunca construyó las correspondientes instalaciones aduaneras porque ya estaba claro que el puente no se usaría. Las relaciones entre los dos países ya no eran tan buenas. Los colombianos aseguran que por decisión de Caracas. Los venezolanos aseguran que por decisión de Bogotá. Lo mismo ocurre con el financiamiento. Los colombianos sostienen que se pagó a medias. Los venezolanos sostienen que todo el dinero lo pusieron ellos. Lo que está fuera de discusión es que Colombia levantó una impresionante reja en la mitad del puente que impide desde hace mucho el paso. Si uno mira con cuidado las fotos que ahora se hicieron famosas, puede ver las rejas adelante de los conteiners.
La diferencia entre lo publicado y la realidad no es inocente. Presentar al Gobierno venezolano levantando muros en su frontera, para evitar que llegue “ayuda humanitaria” para sus ciudadanos, no contribuye a mejorar la imagen internacional de Nicolás Maduro, justo cuando es en el terreno internacional donde se juega la principal batalla por su continuidad en el cargo.
Algún desprevenido podría argumentar que en estos días, y sobre todo en los días de Donald Trump, los muros entre países no son mal vistos. Pero las noticias no están destinadas a Donald Trump. Están destinadas a convencer a los ciudadanos de todo el mundo, en especial a los estadunidenses y latinoamericanos, de que la ofensiva contra el gobierno venezolano no es por el petróleo o el coltán o el oro, ni para escarmentar a cualquiera que desafíe los mandatos de Washington, sino por “la ayuda humanitaria”.
La imagen del puente ya quedó instalada en la historia. El Venezuela Aid Live se transmitió en cadena mundial. El promocionado objetivo del festival, financiado por el magnate británico Richard Branson y su socio colombiano Bruno Ocampo, es “conseguir ayuda humanitaria para repartir entre los necesitados venezolanos”.
Branson no oculta que la idea surgió a pedido de Juan Guaidó, el autoproclamado presidente por decisión de la Casa Blanca, ni que casualmente el día siguiente al recital es el anunciado por Guaidó, bajo el estricto cronograma fijado por Trump, como el destinado a que entre en Venezuela la “ayuda humanitaria” enviada por Washington. Si es posible por las buenas y si no queda más remedio por las malas. Como el Gobierno venezolano ya anunció que no está autorizado el ingreso “por las buenas” todo indica que si la entrada se concreta será “por las malas”.
Resulta muy difícil imaginar un desemboque pacífico y humanitario para un festival convocado por “la paz” y “la ayuda sin banderías políticas”. Aunque así lo repitieron, sin ponerse colorados, cada uno de los músicos presentes.