Han pasado pocos días, Fratellos, sororas y hermanes en deuda, desde el 14 de febrero, día de San Valentín, en el que no se recuerda aquel golazo en el que Paulo Idem (Valentim) venciera a Amadeo Carrizo para mayor gloria xeneise allá en los 60, sino al Santo con el que los países acreedores conmemoran las relaciones carnales que ejercen desde el poder con sus deudoras y deudoros, haciéndoles creer, (el Sumo Maurífice lo hizo) que se trata de una historia de amor.
Por más que él nos insista con que nos enamoremos de Mme. Lagardel (“La Platinada del Nodoyabasto”, dirían los tangueros fashion), no logra que se nos mueva un pelito. A lo máximo que puede aspirar, alguna vez lo dijimos, es a una versión subdesarrollada del Síndrome de Estocolmo, y a que nos preguntemos, ¿si lo de Mme. Lagardel es amor, lo de la lluvia de inversiones golondrina, era un tachangou, “amigos con derechos”?
Bueno, el tema es que nuestro mejor equipo contrario de los últimos 50 años es agradecido con sus acreedores, a quienes, valga la literalidad (y la metáfora), “les debe todo”.
Entonces, el 14 de febrero, la Mismísima Casa de la Alegría (ex Rosada) debía mostrar, servir de ejemplo hacia afuera y hacia adentro, que en nuestro país reina el amor.
Así lo habrán pensado, y por eso mismo colgaron en los balcones un gran banner de Romeo y Julieta “Los amantes de Verona”, tragedia de William Shakespeare que ha sobrevivido más de 400 años, o sea como 300 años más que “Los deudores de Argentina”, tragedia de Dujovne en la que se narra la historia de una deuda que ha de sobrevivir al menos un siglo, no en los corazones, pero sí en otras partes del cuerpo de argentinos y argentinas.
Y ahí es donde uno, al menos yo, se empieza a preguntar “¿qué nos quisieron decir con eso?”. Porque no se engañe, deudólar, este gobierno que no cree en la educación pública, se siente, por eso mismo, obligado a educarnos tooodo el tiempo.
Ya que nuestros maestros y maestras no nos enseñaron a competir entre nosotros hasta que solo quede uno, o uno/as poco/as, (como parece que sí les enseñaron a ellos en sus privadísimos reductos educacionales), lo tendremos que aprender, dicen sus señorías, “a la fuerza”, “a la moraleja”, o “a la propaganda subliminal”, o ambas (tres) asimetrías a la vez, como sugería una añeja propaganda televisiva allá en los 60.
Porque si así no fuera, uno creería que se trató simplemente de un simple gran error, onda “atractividades”, “Rivadavia repatrió los restos de San Martín”, “la angustia de los próceres por pelear contra España”, y esas perlitas a las que nos tienen acostumbrados y adas.
Porque sonaría que poner a Romeo y Julieta como ejemplo del amor, es como poner al Titanic en una afiche de “vacaciones en un crucero”, o “poner una foto del mejor equipo contrario de los últimos 50 años en la campaña electoral del 2019”.
Pero no es así.
No se equivocaron, lo hacen “a prosópito”.
Sí, algo nos quieren enseñar con esa historia de dos jóvenes amantes que jamás llegaron a serlo (ni siquiera sexo virtual, ya que no lo había entonces), de familias enemigas que siguieron siéndolo, que en un poco tiempo de relato carga con varios muertos, incluidos los dos jóvenes protagónicos.
Con una historia así, a la salida dan más ganas de “un corchazo” que de “un flechazo” (Cupido de por medio).
¿Y entonces, para que lo hacen?
Para eso, deudora, para eso. Para que usted, usted y yo nos resignemos, entendamos que en esta historia solo podemos perder.
Para que digamos que la familia de Romeo eran “Montonescos” que añoran los 70, mientras que la de Julieta eran “Caputelos” o sea “El Messi de las finanzas” y su banda.
Para que los jóvenes crean que ya en el siglo XVI andaba todo igual que ahora, y en vez de creer en el amor se dediquen la alta tecnología, que allí no hay amores contrariados, ni nada.
Para que entendamos que está muy mal protestar, salvo que la protesta sea contra el gobierno anterior, o la posible vuelta del mismo. Pero si llegara a haber protestas contra este gobierno, y su posterior, o anterior, correspondiente represión, (lección de la “nueva educación pública”: la protesta se reprime, antes, durante o después de la misma) está muy mal obtener algún tipo de testimonio (por ejemplo, fotografiarlo), ya que la policía es “artista exclusiva“ de los canales oficiosos.
Para que todus y todis pensemos y repitamos que no hay manera de que esto termine bien, y entonces los sigamos votando a ellos, ya que si se trata de terminar mal, ellos saben mejor que nadie cómo arruinarnos la existencia cotidiana a 45 millones y millonas de argentinis.
Que así no sea.
La seguimos en la que viene.
@humoristarudy