PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
Jair Bolsonaro sufrió un traspié diplomático por adherir a la estrategia de Donald Trump de atacar a Nicolás Maduro con el ariete de la ayuda humanitaria enviada a Venezuela desde la ciudad fronteriza de Pacaraima, en la Amazonia brasileña. Pensado como un golpe capaz de causar la desbandada de generales y almirantes bolivarianos, la operación del sábado fue un fiasco: sólo siete militares de bajo rango solicitaron refugio en Brasil. Un logro insignificante para el gigante latinoamericano cuyo vicepresidente, general Hamilton Mourao participó ayer, junto al canciller Ernesto Araújo, en la cumbre del Grupo de Lima realizada en Colombia.
El tono de las declaraciones pronunciadas por el general, citando el principio de no intervención en asuntos internos de otros países, está lejos de las realizadas por el presidente hace un mes y medio cuando sugirió participar en un plan “bélico” contra Caracas el cual contemplaba autorizar la instalación de bases norteamericanas.
En el discurso algo contenido del vicepresidente Mourao se adivina la posición del generalato brasileño que pretende diferenciarse de la intrepidez verbal del mandatario y sus hijos.
Paréntesis: Eduardo Bolsonaro, uno de los influyentes miembros del clan familiar, dijo en Estados Unidos que “el fin de Maduro (..) y su narcodictadura (..) está cerca”.
Desde Bogotá Mourao, en su discurso ante el Grupo de Lima y declaraciones a la prensa, no dejó dudas de que quiere diferenciarse de los Bolsonaro.
En entrevista al canal Globo News descartó toda “hipótesis” de la instalación de una base norteamericana en la frontera con Venezuela.
Claro que este juego de estilos puede ser sólo una jugada retórica en la que el vice simula oponerse al mandatario para que el régimen contenga dentro de sí al oficialismo y la pseudo oposición.
Tan cierto como lo anterior es que cuando se trata de juegos de guerra y de movimientos geopolíticos la realidad no se puede ocultar tan fácilmente.
Y el fracaso del sábado es un lastre que pesa por igual a toda la primera plana del poder, desde el Palacio del Planalto al Ministerio de Defensa.
Ocurre que Brasilia se plegó a una maniobra cuyos responsables cometieron un error de cálculo grosero al considerar que Maduro se desmoronaría como un castillo de naipes en el reciente “23 F”.
Una evaluación fallida que se hizo más evidente para la opinión pública por culpa –o gracias– a la propaganda desplegada el fin de semana.
En el momento más desbocado del operativo publicitario del sábado –cuando el Puma Rodríguez y Miguel Bossé le cantaban a la libertad en Cúcuta–, el opositor Juan Guaidó llegó a festejar en las redes sociales que un cargamento con alimentos brasileños había atravesado los controles de la aduana venezolana e ingresado al estado de Bolívar. Aquella noticia falsa fue asumida como propia por el gobierno brasileño y festejada por la prensa verdeamarilla insuflada de un espíritu de cruzada patriótica que se desmoronaría horas más tarde cuando llegó la información de que las dos camionetas no pudieron pasar el cordón de la Guardia Nacional Bolivariana establecido a pocos kilómetros de la ciudad venezolana Santa Elena de Guairén.
Hueco geopolítico
Pacaraima se encuentra a más de 2500 kilómetros en línea recta desde Brasilia, que aumentan a 4400 si el traslado se realiza por carreteras y algunos caminos que se vuelven intransitables en la temporada de lluvia amazónica.
Para Bolsonaro sería conveniente que la agenda nacional sea contaminada con relatos de una eventual conflagración en los confines de su país, con lo cual se disiparían los escándalos que mancharon al gobierno.
Ocurre que embarcarse en una aventura belicista entraña riesgos verdaderos.
El sábado quedó demostrado que el ingreso de ayuda humanitaria desde Pacaraima al sur venezolano no era sencillo y que el norte brasileño presenta vulnerabilidades.
Puntos flacos de los que hablaron las autoridades del estado de Roraima donde se encuentra la mayor parte de la frontera de 2199 kilómetros con Venezuela. El gobernador de esa provincia, Antonio Denarium, declaró que si la tensión con Maduro se agrava puede haber un apagón por tiempo indefinido ya que más de la mitad de la energía proviene de la represa hidroeléctrica venezolana Gurí.
Teresa Surita, la intendenta de Boa Vista capital de Roraima, afirmó ayer que los hospitales están al borde del “colapso” porque no tienen capacidad para recibir más refugiados venezolanos y el mismo cuadro de saturación presentan la salud y seguridad públicas. Sin olvidar que las cárceles más importantes de Roraima están controladas por la banda Primer Comando de la Capital, que hace poco más de un año desató una cadena de motines con decenas de muertos en varias capitales amazónicas.
Los problemas estructurales de la provincia de Roraima se suman a su poca población, menos de 600 mil habitantes. La baja densidad demográfica es una amenaza para toda la Amazonia brasileña que con sus más de 4 millones de kilómetros cuadrados tiene menos de 25 millones de habitantes.
Los especialistas en estrategia militar coinciden al señalar los vacíos geopolíticos que presenta la Amazonia brasileña y la desventaja en materia de equipamiento que tienen sus fuerzas armadas frente a las venezolanas, dotadas de modernos cazabombarderos Sukoi y baterías antiaéreas, todo de fabricación rusa.
Dos militares que también son ministros del gabinete de Bolsonaro dijeron al sitio de noticias UOL que Brasil se vería perjudicado si la crisis venezolana escala a una fase militar. Hablando a condición de anonimato señalaron que si se desata una guerra su país quedaría muy en desventaja ante la capacidad bélica es irrelevante de su aliado Estados Unidos y sus potenciales enemigos Rusia y China.