Los pueblos originarios están siendo violentamente atacados por el gobierno nacional pero las tapas de los diarios no reflejan el atropello que lleva siglos de insistencia. La comunidad Cushamen, ubicada a a 100 kilómetros de Esquel, en la provincia de Chubut, resiste el embate institucional sin moverse de sus tierras, aquellas que le fueron arrebatadas en la Conquista del Desierto y que el Estado vendió a Benetton en 1992, como bien explica Soraya Maicoñia, vocera y miembra de la Resistencia Cushamen. Su cara se hizo visible para denunciar el violento operativo que terminó con varios heridos, uno de gravedad y varios detenidos en la presentación de Milena Salamanca, el 23 de enero, en el Festival de Folclore de Cosquín. Platense de 23 años, Milena nació y creció en una casa con perfume a folclore y fue a su familia a la que llegó el pedido de auxilio de Soraya, a través de whatsapp. “Son cuatro minutos y medio escalofriantes, donde Soraya relata la violencia con la que Gendarmería entró a reprimirlos el 10 de enero. Me dije ¿qué hago con esto?, era muy fuerte y angustiante escucharlo, conocerlo y no poder hacer nada. Con un amigo fotógrafo y una amiga maquilladora ideamos la intervención a mi show en Cosquín” dice Milena, que canta, toca el piano, el cello, el siku e instrumentos de percusión, además de bailar en la Compañía de Danza Folclórica Pucará. “Todo empezó el 15 de enero y se hizo urgente en pleno pre festival. Lo que se vio fue realizado el domingo antes de mi presentación” cuenta. Allí se puede ver un retrato de Milena y el audio de Soraya relatando la represión. La imagen va mutando y finalmente la cara de Milena tiene marcas de golpes en la cara, mientras en el escenario ella en vivo toma un sikuri y acompaña las palabras de Soraya. Parte de su relato dice así: “En nuestra lof (comunidad) que está ubicada en la provincia de Chubut, la situación que estamos viviendo es extrema. El aparato policial está usando absolutamente toda la fuerza. Toda la violencia institucional que estamos viviendo nunca se había vivido en la comarca y lo peor que sucedió hoy fue que en la tarde la policía de infantería de la provincia de Chubut alrededor de las ocho de la tarde (…) se pusieron a disparar. Dispararon a nuestros hermanos. En nuestra comunidad hay muchas mujeres, hay niños. (…) Estamos haciendo un llamamiento a todos los pueblos originarios del país para que se solidaricen y que también se llegue a los oídos de Patricia Bullrich y del presidente Mauricio Macri para que dejen de atropellarnos porque pareciera que no somos humanos, que somos animales”. Después vino la plaza aplaudiéndola de pie, el rebote mediático y el premio a Milena como Revelación del festival (como bailarina), que ya había ganado como vocalista en 2012. Pero el sabor amargo de saber que para que sean respetados los derechos de los pueblos originarios falta, y mucho, no apaga la voz de Milena, que quiere seguir siendo parte de esta resistencia colectiva.
¿Cuáles fueron las repercusiones de tu acción? El de Cosquín es un escenario más bien conservador para expresiones políticas.
–Sí pero me pareció justo hacerlo y ésta una manera creativa que podía llegar a tener mas difusión y creo que logró el objetivo. Una se planta en un lugar y después hay que bancarlo. Yo siempre tuve mis ideales pero nunca fui parte de este tipo de protestas a la hora de presentarme, entonces mucha gente me felicitó y mucha me lo recriminó. Con el audio de Soraya yo sentí mucha angustia y cuando estaba tocando quería llorar. Era controlar la emoción, mientras tocaba ese tema que se llama “El nuevo día”. Al final se me acercaron los técnicos, muchos llorando, y fue muy emocionante, más toda la plaza aplaudiendo, así que creo que fue positivo, que se movió algo.
Pocos días antes de tu presentación, en el Festival de Doma y Folclore de Jesús María, premiaron a una jineta con una cocina. Te movés en un ambiente muy machista, ¿cómo ejercés esa otra resistencia?
–El folclore sigue siendo machista. Tal vez menos pero sigue siendo así. Lo de la cocina fue muy alevoso: tenés que ser ciego o necio para no darte cuenta de que eso es machismo. Vengo de una familia muy numerosa, mis padres son provincianos, nos han criado a la vieja usanza, con el mandato de la mujer en la casa. Cuando empezás a crecer, a viajar y a ver que afuera no es tan así y de repente tenés un novio y te cocina, te vas dando cuenta que esa crianza te hace ruido. Es muy delicado y a la vez, estás de un lado o estás del otro. Yo quiero que las cosas sean justas para todas. Puedo pagar una cena con mi novio, hay mujeres y también hombres más despiertos. Ni una menos nace de no compartir la violencia del machismo. Yo no comparto la vida machista, no comparto la violencia.
¿Fue complicado dedicarte a la música en ese contexto?
– Eso de subir y bajarme del escenario era como un juego y después se convirtió en mi profesión; ahí empezaron las discusiones de hacia donde iba con esto en mi vida. Pero el empeño, la pasión, terminaron por darme la libertad.
¿Cómo siguió la situación con los Cushamen?
–No los dejaron en paz. La comunicación que tengo con Soraya no es directa pero cuando se calmen un poco las aguas hablaré con ella. Fueron muchas cosas en una semana que todavía no tuve la oportunidad de digerir y estar pendiente de cómo siguió todo en la comarca. Pero es una prioridad seguir en contacto con Soraya.
En 2012 saliste Revelación solista y ahora ganaste el mismo premio pero con el conjunto folklórico Pucará. ¿Vas a seguir cantando o te vas a volcar a la danza?
Me gustan las dos cosas pero me apasiona mucho bailar, me desvivo por bailar. Estoy en una peña cenado y no puedo evitar pararme y bailar. El escenario es mi hábitat. Lo paradójico es que yo empecé a cantar de grande, y empecé a estudiar con Emilce Vasaro, que es cantante lírica, y gracias a esa herramienta del estudio empecé a cantar profesionalmente. Mucha gente cree que yo canto desde el año de vida por mi padre (el músico jujeño Luis Salamanca), pero yo empecé a subirme a los escenarios bailando y no creo que pueda dejarlo nunca. Me gusta ponerme metas. En la música, es grabar mi segundo disco (el primero, K’arallanta tiene un repertorio de raíz andina con alcance latinoamericano), salir a tocar por el mundo, tener más espacios y poder seguir comunicando y quiero lograr vivir del escenario.