El líder de Corea del Norte Kim Jong Un llegó el martes a Hanoi –capital de Vietnam– luego de 65 horas de viaje en un pesado tren blindado con el que atravesó casi toda China meridional. No es que el norcoreano haya heredado el miedo atávico a los aviones que tenía su padre Kim Jong Il, quien se negó siempre a despegar los pies de la tierra e hizo legendarios viajes por toda Rusia y China, siempre en tren. La lenta travesía tiene dos interpretaciones: es un gesto geopolítico hacia el Gigante Rojo en tanto sostén económico de Corea del Norte, o el mensaje es no mostrar al mundo otra vez que para salir de su país Kim necesita un avión prestado por los chinos. Lo novedoso de este hecho lateral de la segunda cumbre Kim-Trump fue la casual cámara oculta que un canal de TV japonés le hizo al presidente de Corea del Norte, quien detuvo su tren en una estación rural para estirar las piernas. Mientras estaba en el andén con actitud entre relajada y molesta –seguro de que no era visto–, alguien prendió una cámara desde una ventana captándolo mientras fumaba un cigarrillo, algo que también hizo una vez junto a un misil balístico intercontinental propulsado con combustible líquido, según documenta un video oficial. Y es aquí donde está la noticia: nunca antes el joven dirigente había sido filmado en actitud no oficial, es decir, no rodeado de ese aura de sacralidad con la que el singular comunismo dinástico norcoreano ha investido a tres generaciones de Kim con un toque de misticismo.

En ese andén, el rey aparece desnudo ante el mundo por primera vez, ya que nunca antes había sido perforada la gran muralla digital construida no solo alrededor suyo, sino de todo el país: ninguna información debe entrar ni salir de intramuros sin pasar por el tamiz oficial. A los pocos turistas que viajan les revisan la memoria de su cámara al llegar y al irse. Y no existe el contacto telefónico ni por internet con el exterior. El filósofo surcoreano Byung Chul Han teorizó a la “sociedad de la transparencia” hipermediatizada regida por un nuevo panóptico digital donde el control mutuo y conduce al autocontrol, produciendo una luminosidad cegadora que anula todo mensaje, diluyendo y fragmentando la comunicación en un “ruido infernal”. Corea del Sur es el paradigma de este ruido blanco y la del norte es la contracara: una sociedad disciplinaria de control panóptico foucaultiano donde se impone una opacidad que tampoco permite ver, salvo hacia adentro. Esa cámara japonesa espiando por una hendija fue el primer resquebrajamiento de la muralla digital alrededor de un Kim sorprendido en la intimidad de su fatigoso viaje, ya desacralizado y desesperado por fumarse un pucho.

La mayor expectativa de este encuentro está puesta en si, por primera vez, estas negociaciones diplomáticas posteriores a una escalada que podría haber borrado del mapa a la península coreana, desembocan en algún acuerdo rubricado de desnuclearización. Trump vino a iniciar el trámite sin su exuberante esposa y con un ojo puesto en Venezuela, luego de volar 20 horas. Hasta ahora se había conformado con más bien poco: que Kim dejara de hacer ensayos nucleares, tal como declaró antes de subirse al avión: “no quiero apurar a nadie”. Y ni bien puso un pie en la tierra de los vencedores de su país en 1973, tuiteó los planes ideales de su diplomacia: “Vietnam está prosperando como pocos lugares de la tierra. En Corea del Norte sucedería lo mismo muy rápidamente si se desnuclearizara. Su potencial es asombroso, una gran oportunidad como casi ninguna otra en la historia, para mi amigo Kim Jong Un”. No es inocente que esta vez el terreno neutral de la cita haya sido la península indochina, un posible espejo económico y político a largo plazo para la península coreana.

Una constante en la prensa mundial ha sido siempre rebajarle el precio y ridiculizar a Kim Jong Un, a quien su “amigo” Trump ha llamado “gordito”, “hombre cohete” y “suicida”. Pero a la hora de los resultados, el ingenioso “amigo” Kim revirtió con sus cohetes lanzados a la nada casi 70 años de agresiva política norteamericana, nada menos que frente el más bravucón de los presidentes republicanos y sin una sola baja en combate. Trump, por su parte, podría estar a las puertas de llevarse una gran victoria diplomática para ostentar en las próximas elecciones. Quedan pendientes para un próximo e hipotético encuentro final en Washington con el presidente surcoreano Moon, el levantamiento de sanciones económicas y una desnuclearización final y convincente, acaso de toda la península.

* Coautor del libro Corea, dos caras extremas de una misma nación junto a Daniel Wizenberg.