Los cuentos de fútbol no son un género literario, son otra cosa. Es algo que inventó o terminó de inventar Roberto Fontanarrosa. Obviamente antes había relatos que tenían como temática al fútbol, pero con el rosarino se consolida un territorio narrativo bien codificado, casi autónomo. Porque si hablamos de cuentos de futbol, el juego, la vida dentro de lo que pasa en esos noventa minutos debe ser la pulsión principal. Ese requisito es innegociable. Muchas veces se lo usa como telón de fondo o peor, como metáfora o alegoría: esos son cuentos “con” futbol y no “de” fútbol. 

El protagonista de “Buenos modales” está inspirado vagamente en Omar Catalán, uno de mis primeros ídolos, que logró el ascenso con Almagro a mediados de la década del 80. Aunque suele ser más recordado por el gol que le hizo a Cruzeiro en una final de la Supercopa jugando para Racing. Después de alcanzar aquella gloria en el Mineirão, Catalán terminó manejando un taxi. Este dato fue la arbitraria excusa para darle impulso a los siguientes episodios ficcionales. Es innegable la presencia de un eco de lecturas juveniles, por supuesto las de Fontanarrosa pero también las de Juan Sasturain, particularmente de un librito genial, El día del arquero, publicado por la imbatible Ediciones de La Flor.