Raly Barrionuevo está culminando con la habitual gira veraniega de festivales folklóricos. Dice que “por ahora” disfruta de tocar en festivales, pero a la vez detecta algunas cosas que lo incomodan. Hace rato que el santiagueño dejó de ser una joven promesa de la música popular y se convirtió en una influencia para las nuevas generaciones. Con un largo camino transitado, mira al mundo de la gran industria desde otra perspectiva y elige también moverse por circuitos alternativos. “Yo pensaba que no tenía que ir este año a Cosquín, ya el año pasado de hecho no iba a ir, pero fuimos por la iniciativa de Lisandro (Aristimuño), que soñaba con tocar ahí. Los festivales en general están tomando un rumbo que me hacen sentir afuera. No es que me quiera poner encima de nadie, pero lo que están proponiendo hoy los festivales tiene más que ver con el entertainment que con la música”, sostiene Barrionuevo, mientras prepara dos conciertos en la ya clásica peña que organiza en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131): el próximo sábado (con Elizabeth Morris, de Chile) y domingo (con Yacaré Manso), a las 18. “Pero después, cuando estaba tocando en la Próspero Molina, me di cuenta de que tenía sentido estar. Estuvo bueno haber invitado a Milena (Salamanca), a una cantautora chilena (Miloska Valero) y a Nano (Stern). Pero siento que es algo que tiene que suceder más en los festivales, sin tanta cuestión previa y guionada”, completa.
–¿Y con qué tiene que ver ese entertainment?
–Los festivales están muy reality show, están muy transgénicos. Algunos dejaron de ser festivales de música. Cuando era chico, iba a ver Santiagueños, con Jacinto (Piedra), y en la misma noche te encontrabas a Teresa Parodi y Tarragó Ros con su banda. Sobraba música por todos lados. Pero hoy algunas propuestas están más ligadas a Maluma que a Yupanqui. Y eso me aburre. Y a veces me pregunto “¿Qué hago acá?”. Los festivales tienen que recuperar la música con mensaje. Están Orellana-Lucca, José Luis Aguirre, Milena Salamanca y hay que darles lugar. ¿Quién dice que no puede venir a tocar a los festivales Elizabeth Morris de Chile? ¿Y Fernando Cabrera o Jaime Roos? ¿Por qué no tocan artistas de Brasil en los festivales? ¿A dónde están Julio Lacarra y Juan Quintero? ¿Por qué no se le rinde un homenaje a Gerardo Nuñez, de Los Hermanos Núñez de Tucumán? Hay que resistir haciendo música y tirar un mensaje. Pero vivimos en un momento en el cual todo es urgente, comida rápida ¡No al fast music! La música lleva su proceso. Las grandes compañías discográficas son igual que Monsanto.
Una de las novedades que Barrionuevo trae bajo el brazo es la grabación del disco de Hermano Hormiga, el dúo que comparte con Lisandro Aristimuño y que debutó en una gira por pequeñas localidades del país en 2016. En estos meses, ambos músicos empezaron a grabar algunas canciones en el estudio que el santiagueño tiene en su casa de Unquillo. Pero aún prefiere no dar detalles. “Sí, ya empezamos a grabar acá. ¡Pero no puedo adelantar nada porque Lisandro me mata! Son los expedientes secretos de Hermano Hormiga”, bromea sobre el disco a dúo que planean publicar este año. Este año, además, lanzará la segunda parte de Radio AM (2009), un material que ya tiene grabado. “Son canciones que me quedaron en el tintero”, dice acerca de este proyecto en el que versiona aquellas canciones que sonaban en su casa durante su infancia. Además, está produciendo el segundo disco de la cantora platense Milena Salamanca, una joven promesa de la canción folklórica. “Estoy comenzando a transitar el camino de la producción, más allá de que ya lo he hecho con algunas cosas puntuales, pero nunca había producido un disco completo y con una artista de peso como Milena. Lo vamos a terminar cuando pase el verano”, cuenta.
Además de repasar clásicos de su repertorio, el músico nacido en Frías seguirá presentando La niña de los andamios (2017), su último disco hasta la fecha. Un conjunto de canciones testimoniales y autorreferenciales que descansan, principalmente, en la guitarra y la voz. Y una poética que refleja sus inquietudes y sentires actuales, como la superación de la pérdida de su madre o la delicada situación del monte nativo. “Cada disco ha respetado cada etapa que he vivido. Tal vez en este maduré algunas cosas, pero muchas otras las perdí en el camino. Como no me apoyo en ningún tipo de especulación ligada a lo comercial, entonces es simplemente un reflejo de lo que me está pasando en el momento. Para alguien que sigue la música de un artista, no tiene por qué entender cada una de sus etapas. La gente quizás quiere escuchar a un artista que le gustó en un momento y pretende que sea así toda la vida. Pero nadie es de una misma manera toda la vida, uno va cambiando y eso se va reflejando en su obra”, dice Barrionuevo.
“No tengo estrategias –resalta–. Y cada vez que se asomó alguna fórmula por la cual me fue medianamente bien, empecé a tener desconfianza. No me gustan las fórmulas. La niña de los andamios refleja el tiempo desde la perdida de mi mamá hasta ahora, en el cual viví un proceso maravilloso de aprendizaje. Me gusta tocar estas canciones porque además maduró mucho el sonido en el escenario. Cuando comienza a sonar bien todo a uno le da placer. Y eso nos viene pasando con la banda. Tenemos la tranquilidad de mostrar el repertorio tal cual vino al mundo y tal cual fue tomando forma en el camino. A veces subimos al bondi después de los conciertos y trato de corregir cosas. ¡Los vuelvo locos! Me divierte mucho. Hay mucho respeto de mis compañeres, tanto la Ceci (Kiú, tecladista) como los muchachos, por lo que estamos haciendo. Y eso es vital para mí”.
–En Cosquín saludó al público con lenguaje inclusivo apenas subió al escenario (“Bienvenides”), ¿Considera que el lenguaje es un terreno propicio para aportar a la igualdad de género? ¿Cuál es su relación con el feminismo?
–En muchos lugares saludo de esa manera, pero lo que pasa en Cosquín siempre levanta polémica. Yo no uso redes sociales, pero una amiga me contó que hubo un poco de revuelo. Algunos decían que no hacía falta que hablara así, que estaba buscando el aplauso fácil. ¿Mirá si a esta altura de mi vida me voy a poner a pensar qué me hace falta para que me aplaudan? A mí me encanta el lenguaje inclusivo. Voy a reuniones de la Peña Trashumante y de organizaciones sociales donde se habla directamente con lenguaje de género. Y con respecto al movimiento feminista es algo que a los hombres nos ha hecho desconfiar de nosotros mismos. Más allá de que yo me formé con dos mujeres, porque no había hombres en mi casa que me transmitieran el machismo, sí me crié en un pueblo de hombres. Con el tiempo pude entender mucho a mi madre en su emancipación como mujer. Y creo que ahí me plantó una semilla. Y después me crucé en la vida con gente hermosa. Un gran amor que tuve, Amanda, es feminista y me enseñó mucho. Y estoy muy agradecido de todo eso. Hoy en día estamos en una etapa de deconstrucción del machismo muy interesante, que me pone muy feliz. El feminismo nos ha hecho preguntarnos cosas y caminar de otra manera. Es la revolución más importante y más genuina de este tiempo. Necesitamos como sociedad deconstruir el machismo.