Esto de andar por la calle con 35 grados y unos cuantos libros a cuestas no es para cualquiera. Diga que va a llover, se siente en las fosas nasales el olor que viene del río. Trevisano se detiene frente a la fachada del Palacio Fuentes. Lo mira desde abajo, toma distancia para captar la difícil perspectiva, retrocediendo hasta la calle. Cuando llega a la encrucijada del bar El Cairo, un taxi lo esquiva y sigue a toda marcha. Él se toma su tiempo en la contemplación muda. Yo enciendo un cigarrillo. La escena me trae el recuerdo de la novela de Aira Los misterios de Rosario. Luego lo llamo porque ha empezado a llover.

"En otra época me la pasaba mirando las películas del cine negro norteamericano. Todas las que ofrecían en la televisión. Y más tarde, cuando podía, compraba los VHS en Buenos Aires, en una esquina que no me acuerdo bien si era Corrientes y Paraná. El local lo atendía un viejo gay, muy conocedor, muy amable. En ese tiempo iba y venía. De manera que estudiaba todo, espectaba, como se dice para 'leer' el cine. Una vez compré también por ahí un LP de Robert Mitchum cantando Sunny. Ese disco, una extrañeza, aparte de mí creo que lo tiene Ielpi", dice Trevisano frente a un espumoso cortado, más arriba por Santa Fe, mientras esperamos que pare.

Lo bueno de aquellos años, según él, es que fueron un pasaje por el que la cultura salió de los salones, gambeteó la naturaleza y se puso a mirar la ciudad. Trevisano no le escapa al tema de las "tradiciones" y de los "precedentes" cuestiones que no tardo en catalogar como una "puja entre distintos realismos". Hace una mueca, sospecha crítica literaria. Le digo que cada quien ha intentado representar el paisaje desde la utilización del policial. Le nombro ejemplos: Riestra, Martini, Gandolfo, Gorodischer, unas poéticas que, con variantes, han ido buscando una identidad. Trevisano se ha quedado en silencio. De pronto dice que lo que hay que hacer es una "restauración".

--¿Como en el Palacio Fuentes?

--Metafóricamente hablando. El policial negro es un fenómeno inconsciente. Más en el cine que en la literatura. Como suele ocurrir con los descubrimientos, quienes lo llevaron adelante, no se dieron cuenta de lo que estaban haciendo. Hollywood es- bueno, era- un laboratorio inestable permanentemente ocupado en equilibrar la ecuación entre el arte y el negocio. Treinta años después de filmadas las mejores películas del cine noir se empezó a estudiarlas, a incorporarlas a las reglas del género. En el caso nuestro, la mejor literatura local se gestó en ese momento y abarcó todos los problemas: la relación entre el hombre de a pie y el Estado, la violencia, el hueco de los discursos oficiales por el que filtró un relato opuesto al orden establecido, la imposibilidad de la verdad discursiva y la identidad en un mundo desconcertante.

--Parece una postulación de la nostalgia, lo apuro.

--¿Por qué? Usted se deja llevar por lo de restauración. Pero si me apura le doy otro sentido: el de "salvación". Hay que abrirle el juego al pasado y traer de vuelta a los héroes perdidos.

--Entonces, a su manera, está la épica.

--Y las ganas de mandar todo el carajo mientras se es protagonista de un movimiento que busca rescatar algo. ¿Usted nunca salió del cine creyéndose Bogart o Cagney o Mitchum? ¿Y no escribió alguna vez una ironía a lo Chandler?

--Pero hay una evolución. Se han explorado otras líneas, otros realismos.

--¡Y dale con el realismo! Ya me va a venir con las categorías: mágico, delirante…

--…sucio, interrumpo.

--¡Más sucio será usted!

Nos reímos. Pido otra vuelta de cortados. Lo dejo hablar.

--La Historia -y la historia de la literatura no tiene por qué ser distinta- no es cómo la leemos, no está fijada en términos de pasado, presente y futuro. El núcleo de la cuestión no es la nostalgia sino la forma de recuperar lo perdido, como si estuviera enterrado en el presente. Es, como decía Benjamin del relámpago -no éste de acá afuera sino el del Tiempo-: la fugacidad de la imagen. No vale la pena contar las cosas tal como fueron sino de la manera en que uno las recuerda. Y muchas veces lo que convoca el recuerdo es el peligro. Piense en eso, en el peligro. ¿Cuántas veces lo vio latir ahora bajo otras imágenes muy actuales? El policial ha cambiado, no lo niego, aunque me parece que la matriz es la misma. Y sigue estando en el centro de las condiciones de producción del arte actual.

--Algo así como hizo Bolaño. Dicen que no escribía policiales pero en todo caso los leía. Usted no tiene miedo de que lo tilden de anacrónico, apunto.

--Siempre estamos en crisis. Luego, siempre somos modernos. Eso si no nos distraemos con otras "escuelas". El primer Cortázar decía que los escritores hard boiled más que escuelas eran reformatorios. La ironía es buena pero fíjese qué paradoja: el último Cortázar ya figuraba en las antologías del cuento policial.

--¿Pero qué riesgo puede haber en ir en otras direcciones?

--No sé, me da la sensación que los problemas que se tratan en esos ámbitos pertenecen al desborde meramente individual, que linda con la intimidad, pero a lo mejor lo mío es como combatir con las sombras, usted es el que está contacto con los escritores jóvenes, con los talleres literarios, con el realismo sucio.

Trevisano regresa a sus cavilaciones y al silencio. Creo que los libros que traje no van a entusiasmarlo. Quiero hablar con él de muchas otras cosas.

"Parece que ya paró", me oigo anunciarle, para cambiar convenientemente de tema.