¿Hasta qué punto los psicoanalistas hemos puesto nuestros relojes conceptuales en la hora contemporánea? Nosotros, que supuestamente nos internamos más lejos que nadie en los complejos mecanismos de la vida sexual humana, ¿mantenemos o no ciertas adherencias a una visión patriarcal sobre las diferencias entre hombres y mujeres? Tomemos dos ejemplos clásicos: el divorcio masculino entre el amor y el deseo y la tendencia monogámica femenina. Freud estaba convencido de que la monogamia fue una invención histórica de las mujeres, mientras que reconoció en la pulsión masculina una tendencia centrífuga que atribuyó a la prohibición del incesto. Pero tanto la clínica actual como numerosos estudios (esos cuya validez es siempre dudosa pero que a veces pueden servir para estimular ciertas reflexiones) sugieren que estas diferencias no son inalterables. La idea de que ellas solo admiten el goce si les llega a través de los canales del amor, o que para ellos el matrimonio es la tumba del deseo, empieza a ponerse en cuestión, especialmente por el hecho de que ellas están cada vez menos contentas con la institucionalización de los vínculos matrimoniales y quieren “algo más”, incluso si muchas no logren expresar claramente en qué consiste ese “algo más” que a ellos, proclives al conformismo y las rutinas, los deja perplejos. Animadas por el deseo de otra cosa, las bovarianas de hoy lo buscan al modo masculino: amantes por Tinder, encuentros furtivos sin amor y sin palabras, consumo de pornografía, relaciones clandestinas. La cuestión es si esos recursos son una mímesis de los modos viriles de relación con el goce, o lo que siempre hemos creído específico de los hombres nunca lo fue tanto. Lo dejó escrito Shakespeare y también los letristas de los blues y de los tangos. Lacan supo ver que el psicoanálisis debía ajustarse a los nuevos tiempos y comprendió que los movimientos feministas no podían tomarse a la ligera. Haber postulado un modo de satisfacción que no responde por entero a las reglas dominantes del falo ni al surrealismo de las pulsiones abrió la vía de exploración de un nuevo continente, más negro aún que el atisbado por Freud, lo que demuestra que en materia de goce tal vez no se haya dicho la última palabra; entre otras razones, porque esa palabra no existe.

No salgo de mi asombro cuando leo que una reproducción del clítoris en 3D se realizó por primera vez en la historia en el año… ¡2016! ¿No es eso prueba suficiente de que también en el ámbito de la ciencia lo femenino ha sido objeto de una extraordinaria represión, en el sentido psicoanalítico del término? Eso abre la expectativa de que estaríamos muy errados si pensamos que ya lo hemos descubierto todo.

*Psicoanalista. 17/02/19. AMP.