Libros y maestros. En ese encuentro fructífero hace pie el evento que todos los años, desde hace doce, se organiza un poco antes del comienzo de clases, con grandes autores de la literatura infantil y juvenil. Esta vez, el encuentro “Libros y maestros” fue con escritoras como Ana María Shúa, Canela, Margarita Mainé, Silvia Schujer y Cecilia Pisos, y con ilustradores como Pablo Bernasconi y Poly Bernatene, entre otros. Hubo además un momento para repasar y admirar la obra de Liliana Bodoc. Y un gran cierre teatral: La compañía Tres Gatos Locos hizo Un cuento negro, sobre una de las historias del libro Sucedió en colores, de Bodoc. El encuentro, organizado por Penguin Random House, mostró la sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza llena de docentes, bibliotecarios y otros mediadores de lectura, ávidos por formarse y compartir experiencias.
La mesa Libros que dejaron huellas reunió a Canela, Shúa, Schujer y Mainé alrededor de esas “historias que marcaron la infancia de varias generaciones y hoy forman parte del canon escolar”. Sus libros Boca de sapo, La puerta para salir del mundo, Oliverio junta preguntas, Lluvia de plata y otras noticias forman parte de esos libros “que en las ferias del libro van a hacer firmar los hijos junto con los padres, que los leyeron cuando eran chicos”, según se recordó. Fueron editados a partir de los 90 en la histórica colección Pan Flauta, y ahora vuelven a salir, con nuevos diseños e ilustraciones. Sus autoras contaron cómo nacieron estos libros, y cómo “crecieron”: cómo y por qué mantienen su vigencia “a pesar de que no hablan de pantallas, tablets y celulares”... O justamente por eso.
“Cuando trabajamos en una historia tenemos que averiguar mucho, aunque no se note. Y mejor que no se note. Y sobre todo, después nos damos cuenta de que esa historia habla de nuestra propia historia”, dijo Canela. Para hablar de Boca de sapo, por ejemplo, la escritora (que tuvo a su cargo el área infantil de Sudamericana y aquellos libritos de Pan Flauta) habló de su infancia en San Francisco, Córdoba, con su familia recién llegada de Italia; del barco en el que aprendió su primera palabra en castellano --“cabeza”, escuchando el tango de Gardel--. Y, para explicar por qué “no le salía” decir malas palabras... dijo muchas malas palabras.
Schujer también recurrió a su infancia, y a una anécdota de la escuela, para contar cómo nació Oliverio junta preguntas. “Una vez un chico me preguntó por qué la había puesto Oliverio al personaje. Y yo no sabía bien por qué, ensayé una respuesta sobre Oliverio Girondo, a lo mejor me sonaba familiar por el poeta argentino, le dije. Me miró con una cara de decepción absoluta. ‘Ah... Yo creí que le pusiste Oliverio porque naciste en Olivos’, me dijo. Efectivamente, el libro estaba dedicado a esas calles de Olivos donde transcurrió mi infancia. Que estaban en el cuento. Fue una revelación. Nunca me hubiera imaginado que en el nombre se cifraba la evocación”, reflexionó.
“Yo no escribo sobre la realidad, sobre lo muy próximo, porque tiene patas cortas; el libro rápidamente queda anticuado. En cambio, si una se refiere a conflictos eternos humanos, al crecer, el cambiar, por ejemplo, tiene más posibilidades de sobrevivir”, evaluó a su turno Shúa. La primera edición de La puerta para salir del mundo tuvo lugar hace unos treinta años, y es, contó la autora, su libro para chicos más traducido a otros idiomas, desde el portugués hasta el armenio. “Quiere decir que todo el mundo tiene ganas de salir del mundo. Y hay otra cosa llamativa: casi todos se equivocan, dicen La puerta para salir al mundo. Será que todos andamos con esa sensación de encierro, y es lo que también andamos buscando. Quizás sea mi próximo libro”, dijo.
Mainé reveló que Lluvia de plata... “no es un libro de ficción--ficción”. “Nace de mi vicio de leer el diario todas las mañanas, y de juntar noticias absurdas. Las hay, y muchas. Durante mucho tiempo las recorté y las guardé en una carpetita. El día que salió la noticia de la vaca que cayó del cielo y hundió un barco pesquero japonés, me puse a escribir. ¡Y ojo que fue antes que la película”, se rió. La escritora se refería a Un cuento chino, basada en la misma absurda historia.
“En ese cuento volqué algo que es como una obsesión mía: comprobar cómo una noticia puede ser contada de maneras tan diferentes, según el punto de vista. Hoy lo vivimos espectacularmente: cada uno ve según el diario que lee. Y en este caso me permití escribir sobre lo que sintió la vaca, los que la habían robado, los marineros japoneses que venían en el barco...”, repasó. “Cuando releí el libro para esta reedición, me deprimí un poco: aquello fue escrito tras el 2001, y hoy lo encuentro demasiado actual. Las mismas temáticas, la desocupación, el hambre, vuelven a aparecer”, contó también. La historia de un camión de caudales que volcó en una autopista en Brasil, desparramando los dólares que llevaba sobre una villa miseria; la de un político que para arruinarle el acto de campaña a otro manda a tirar billetes desde un helicóptero, en Paraguay, son otras dos de las historias verídicas que inspiraron Lluvia de plata.