Hay quienes sostienen que el fútbol y la identidad son casi la misma cosa. Y debe ser cierto nomás. No sé cómo será en otras partes pero les puedo asegurar que en mi barrio no se puede pensar el uno sin la otra. Nunca nos pensamos sociedad y mucho menos anónima: lo nuestro es club y con nombre propio. Somos Banfield. Tenemos historia, presente y futuro. Será por eso que estamos buscando, será por eso que nos estamos buscando.
No sé bien cuándo fue que empezó todo pero estoy convencido de que, a fuerza de memoria, verdad y justicia, nos estamos construyendo y deconstruyendo en este mismo instante. Quizás Garrafa nos tiró un centro o Cortázar nos dio letra, aunque prefiero pensar que todo surgió de manera más simple: primero, nos pensamos; y, después, nos organizamos.
Evidentemente, el olvido nos estaba ganado el partido. Pero, como ya dije, en mi barrio fútbol e identidad son casi lo mismo y créanme que es una combinación perfecta para taladrar tanta desmemoria. Y así fue que empezó esta búsqueda: la de encontrar los nombres de todas las personas socias del club que se encuentran detenidas-desaparecidas para volver a restituirles sus condición de socias. ¿En qué momento se les dio de baja del padrón? ¿Y cuál fue el motivo? ¿Fallecimiento? ¿Falta de pago? No se trató de un yerro administrativo. Se trató de un error histórico. Y es hora de enmendarlo.
Cada volante entregado en la previa de los partidos alberga la esperanza de una aparición. Y cada aparición es una nueva derrota del genocidio. Detrás de cada nombre que recuperamos, hay vida y afectos. En cada nombre hay una historia. Y, por supuesto, hay mucha pasión. La pasión propia de quienes lucharon por un mundo mejor y también la otra, la que sentimos quienes vivimos la vida en verde y blanco.
Cada historia conmueve y lleva a querer conocer la siguiente. Y así hasta llegar a las de los 30.000. Estas historias tiran por el piso el concepto del joven monarca que decía que lo esencial era invisible a los ojos. Acá se demuestra lo contrario: lo esencial es visible a los ojos y sólo es necesario indagar un poco más, tener la sensibilidad bien a flor de piel y reconocernos en los demás. Estas historias son nuestras historias y echan por la borda esa idea que sostiene que de los laberintos se sale por arriba porque evidencian que de la única manera que vale la pena fugarse del laberinto es si lo hacemos todas y todos juntos. Estas historias convidan a no quedarnos inmóviles y a hacer la misma búsqueda en el club que sea. La consigna es una sola y va más allá de las camisetas: que aparezcan los desaparecidos.
En Banfield seguimos buscando. Eso sí: prescindimos de toda brújula. Debe ser porque las brújulas siempre apuntan al norte, mientras que nuestra memoria y nuestros corazones nunca dejarán de mirar al sur.
* Abogado, miembro de CADeP y de la Coodinadora de DD.HH. del fútbol. Productor e impulsor del documental El Garrafa, una película de fulbo, dirigida por Sergio Mercurio (2014).