Las maneras de ver las épocas cambian con las épocas. Y la fotografía es quizás la mejor testigo de esas maneras cambiantes. Por lo menos eso parece contar Foto estudio Luisita, una película que es también el cruce de dos fotógrafas de distintos tiempos: una de ellas es Luisa Escarria, una octogenaria colombiana radicada en Buenos Aires a fines de los cincuenta, donde montó su estudio en plena calle Corrientes. La otra es Sol Miraglia, una joven y activa fotógrafa argentina. En su encuentro fortuito y afortunado ambas generaron nuevas miradas sobre sus trabajos y sus generaciones: la primera se tornó en contemporánea y la segunda, en adoradora de lo vintage.
Diez años atrás Sol Miraglia recién estaba estudiando y trabajaba en un servicio técnico de cámaras. Siempre le llamaba la atención un calendario muy artesanal que había en una de las paredes que llevaba inscripto “Foto Estudio Luisita”. Ante la pregunta de qué era eso, su jefa la instó a que conociera a la adorable señora que lo había creado. A los pocos días ella llegó con un flash para reparar y desde ese momento se hicieron inseparables. En una costumbre que se mantiene hasta hoy, una vez por semana Sol visitaba a Luisita, Chela y Rosita –sus dos hermanas y asistentes fotográficas–, y rodeadas de tortas espolvoreadas con azúcar y perritos suaves, se ponían a mirar fotos. Fue lo más parecido a encontrar un tesoro sepultado en el fondo del mar. Sol cuenta: “Mi primer acercamiento con el archivo de Luisa fue revisando un cajón del comedor de su casa, de casualidad, porque estaba buscando el Chuker para tomar el té. Ahí me encontré con una caja de diapositivas de 120mm, de color madera que se mimetizaba con el fondo del cajón, esperando estoicamente volver a ser descubierta por alguien.”
¿Qué había en ese cajón y en todos los demás? Nada menos que un inmenso archivo fotográfico del espectáculo argentino de la época de oro del teatro de revista que había permanecido ahí, de algún modo oculto, por más de treinta años. 10 cajones, 30 cajas, 25 sobres por caja, 30 negativos por sobre, 22.500 fotos. Vedettes, actrices, actores, músicos y cómicos fundamentales. Desde Tita Merello a Atahualpa Yupanqui, de las hermanas Rojo a las hermanas Pons, de Moria Casán y Susana Giménez a René Lavand, desde Estela Raval a Pepe Marrone, de Susana Traverso y Jorge Porcel a China Zorrilla. Todos pasaron por su estudio y fueron capturados magistralmente por su cámara. A eso se sumaban fotos en vivo de los espectáculos del Teatro Maipo. Todo esto vio Sol Miraglia. Y quiso volver a hacer brillar aquel fulgor de la mítica avenida Corrientes.
Así es que lo que comenzó como una amistad o una suerte de nietazgo adoptivo rápidamente se convirtió en un proyecto más amplio. Formalizar ese archivo fotográfico, catalogar, poner a resguardo y en materiales apropiados, tanto las fotos como los negativos, muchos de ellos bellamente pintados a mano por Chela, hermana y mano derecha de Luisita, para que nada de eso se pierda. Y, claro está, también revalorizar el trabajo de Luisa Escarria, un diamante, dueña de una mirada y una técnica exquisita con la que retrató a la plana mayor del espectáculo local. Un trabajo arduo de hacer en un ambiente artístico cerrado, masculino y muchas veces reacio a considerar artístico algo que proviene del ámbito de la cultura popular.
Sol cuenta: “La lucha fundamental y el motor de la película es que nadie en el mundo de la fotografia, me daba bola, hubo frases como, ‘es popular’, ‘solo Anne Marie Heinrich es la ONE’, ‘Nunca estuvo en el circuito entonces ¿cómo se introduce tan tarde?’, entre muchas cosas. Grandes padres de la fotografía decían estas cosas. Sentí que la única manera de poder perpetuar a estas mujeres hermosas era grabándolas, ya que nadie entendía la dimensión de lo que contaba. Empecé a grabarlas en su cotidiano sin saber muy bien para dónde iría todo, pero entendiendo que era una responsabilidad hacerlo y a la vez es de los pocos lugares en el mundo donde me siento cómoda.”
Todo esto queda capturado en el adorable documental Foto Estudio Luisita que Miraglia codirigió con el documentalista Hugo Manso. Ese interregno, ese tiempo fuera del tiempo que comparten. Justo cuando Luisa había guardado la cámara en el ropero y en cierta manera, había dejado de mirar, llegó Sol para volver a poner en foco su vida y su trabajo. Tiempo que transcurre entre fotografías de íconos sensuales de otra época y señoras mayores de ésta. Dulce mezcla de filme de suspenso de los setenta, novela de Manuel Puig, musical latino, documental de perritos, y sobre todo, reflexión acerca de lo que pasó y pasa con el teatro más glamoroso de Buenos Aires. Un teatro liviano, cómico y visual, con unos valores estéticos e históricos, que se hace urgente volver a mirar y pensar. Sin embargo, Luisita festeja sus cumpleaños rodeada de hermanas, amigas y su nieta adoptiva Sol, brindando con una Sidra Real que no está –para las degustadoras– demasiado dulce.
Y no: la calle Corrientes ya no es lo que era. Y menos después de sus estrafalarios cambios de aspecto realizados en los últimos meses. Pero el cambio también ocurre puertas adentro de los teatros. Luisita entra en el Maipo actual y se angustia: ahora es una extraña. Algo similar ocurría en el documental recientemente estrenado La casa del teatro, de Hernán Rosselli. Dan ganas de quedarse a vivir en el pasado, en Foto Estudio Luisita, o por lo menos prolongar la visión de esta película, donde al salir del cine ocurre el mismo encantamiento que la directora cuenta que ocurría al entrar a esa casa: “Era ingresar en una especie de atemporalidad absoluta donde nada malo pasa y predominan las facturas con té, perritos y ningún prejuicio.” u
Foto Estudio Luisita, ganadora del Premio del Público a la Mejor Película Argentina en el 20° BAFICI, se estrena el 14 de marzo. Y a partir del 19 se podrá ver una muestra de Luisita en la Fotogalería del Teatro San Martín.